Entrevista a PEDRO MARTINEZ MONTAVEZ, arabista: Experto y veterano profesor de estudios árabes, ama ese mundo al que ve roto y sin respuestas. Detesta el terrorismo, pero se indigna con la caricatura de muchos medios de comunicación. Recuerda que para entender hay que analizar y que el primer paso es hablar de “fundamentalismos” en plural. Una entrevista con un especialista en la cultura y la historia de un conflicto que lo horroriza, pero no lo sorprende.
Empezó a conocer el mundo árabe cuando, en la Facultad de Letras, eligió estudiar el idioma del islam y se encontró con un profesor que le sedujo: Emilio García Gómez. Luego, a los 23 años, se fue a vivir a Egipto y descubrió que la realidad, que hasta entonces sólo había leído en los libros, le fascinaba. Desde entonces, este catedrático del departamento de Estudios Árabes e Islámicos y Estudios Orientales de la Universidad Autónoma de Madrid, que ha sido profesor en El Cairo y en Sevilla, ha dedicado su vida a comprender la cultura árabe. Es autor de casi veinte libros. Algunos son recopilaciones literarias, como Introducción a la literatura árabe moderna y Poesía árabe actual; otros son ensayos: Europa islámica, Pensando en la historia de los árabes y El reto del islam, entre ellos. Hace años que es un arabista de renombre internacional, pero a los 68 años reconoce que ya está más cansado que fascinado. “Uno se cansa física e intelectualmente. El esfuerzo que uno desarrolla es mayor que la compensación que encuentra, y que las respuestas…”. Se queja de que ser arabista en Occidente otorga un marchamo de descalificación intelectual, lo que se une a la convicción de que saber de lo suyo es muy difícil, cuesta tiempo y esfuerzo. “Y hay algunos”, dice, “que pasan por conocedores del tema con unos conocimientos de urgencia. Para saber del mundo árabe hay que dominar la lengua. Pero la inmensa mayoría de los supuestos arabistas no la conocen… En fin, son cuestiones académicas…”
¿… Pero que indican una cierta actitud peyorativa hacia lo árabe?
Sin duda. Hay un menosprecio, un rencor, pero si lo denuncias, corres el riesgo de que te llamen quejica, o de que te envíen amenazas, como me sucede a mí. Sí, por parte de gente situada en el tradicionalismo hispánico. No es de ahora, me sucede hace mucho tiempo…
Algunos han visto en El choque de civilizaciones, el libro de Samuel Huntington, una profecía de lo que hoy ocurre en el mundo. En 1980 usted ya hablaba de un resurgir del islamismo y decía que en el plano ideológico, el Islam se presentaba de nuevo como una auténtica religión de masas. ¿Qué relación hay entre eso y lo ocurrido en Nueva York?
Hay una clara relación. El Islam es hoy una fuerza colectiva que está en la calle con más intensidad que en los sesenta y setenta, recuperó el espacio de la calle. Pero el islamismo es un fenómeno complicadísimo y prefiero hablar de islamismos, en plural, para introducir un matiz de diferenciación entre las muchas corrientes y tendencias que hay hoy en día. Los movimientos islamistas actuales aparecen a partir de mediados de los años sesenta y en gran medida surgen y se desarrollan con el colapso de los movimientos nacionalistas.
¿Después de Nasser?
Exacto. Es una verdad histórica que el colapso del panarabismo, que fue el nacionalismo más integrador y extendido, y en menor medida el de los distintos nacionalismos locales en los países árabes, es contemporáneo del resurgimiento de los movimientos islamistas. Algunos dirán que fue una coincidencia, y no lo creo. En gran parte, y esto empieza a documentarse ahora, en el surgimiento y el desarrollo de los movimientos islamistas participaron –no diré de una manera activa, pero sí tolerando y propiciándolos en algunos aspectos, y siendo comprensivos en otros– las potencias occidentales y en especial Estados Unidos. Esos movimientos islamistas se han ido fragmentando, escindiendo, y han comenzado a actuar según su propia dinámica. El colapso del nacionalismo árabe, que fue una ideología combatidísima, llevó al resurgimiento de los grupos islamistas. Por terminar con un enemigo, se creó otro que ha salido mucho más indisciplinado y menos controlable.
Cuando vio cómo se desplomaban las Torres Gemelas, ¿se sorprendió?
Me pareció una salvajada, una barbaridad. Pero no me sorprendió en absoluto… Porque eso o algo parecido podía suceder.
¿Quiere decir que la gente que conoce por dentro el mundo árabe sabía que podía ocurrir algo terrible?
Yo sabía que en el mundo árabe, en los círculos más populares y en los círculos de poder no oficial, la capacidad de soportar estaba llegando a su límite.
Clinton estuvo hasta el último momento tratando de que se llegara a un acuerdo entre palestinos e israelíes, también como si se temiera algo… Bush, en cambio…
Clinton sabía, como cualquiera, que el tiempo para iniciar posibles soluciones en Medio Oriente y sobre todo en la cuestión palestina no es infinito. Conocía esa realidad, del mismo modo que la administración americana sabe que, si la zona del Golfo posee la impresionante riqueza que todos conocemos, hay otro lugar por explotar y que es igualmente rico. Hablo de la zona del Caspio, de las repúblicas ex soviéticas.
¿Usted piensa que esa riqueza es lo que está detrás de todo?
Sí. No soy un politólogo, pero hay realidades que todo el mundo puede ver. Tengo que reconocer una cosa y es que los hechos que se produjeron en 1990 y 1991, la invasión de Kuwait y la segunda guerra del Golfo, me impactaron terriblemente. Y me obligaron a replantearme mi reflexión sobre el mundo árabe. Me obligaron a hacerme preguntas.
¿Cuáles?
Por ejemplo, que el mundo árabe, a finales del siglo XX, pasa por una situación muy parecida a la que atravesó a comienzos de ese siglo. Es decir, es un mundo que en términos genéricos pasa de la colonización a la neocolonización. Un mundo que, si a principios del siglo XX tuvo que plantearse la exigencia, el reto y el desafío de conformarse, resulta que a finales de ese siglo se está planteando otra vez lo mismo.
¿Tal vez ahora debe conformarse con menos?
Seguramente. Tengo la sensación de que el siglo XX es un siglo perdido para el mundo árabe. Y eso es terrible. Después de esa segunda guerra del Golfo, pensé que había que hacer un arabismo que fuera más allá de lo erudito. Fue una experiencia terrible para mí, que llevó a la necesidad de buscar respuestas. Quiero tener respuestas a lo que ha sido este siglo para el mundo árabe, casi estéril, inútil. Es la pregunta que me hago.
Asistimos al momento álgido de la crisis. ¿Qué piensa que puede pasar?
Que el mundo árabe se agriete aún más. El mundo árabe es un conjunto, pero más en potencia que en acto, más en aspiración que en realidad. En lo material, el mundo árabe no forma un conjunto pleno, mientras que sí lo forma en lo espiritual. Ahora corre el riesgo de agrietarse, de que se abran fosas que sólo se insinuaban. Hay un gravísimo riesgo de que aumente la grieta entre el Magreb y Oriente Próximo, y un serio riesgo de que toda la zona del golfo se distancie de esa zona para mirar al Indico. Hay un serio riesgo de que, aumentando las divergencias materiales y reduciendo las convergencias espirituales, el fraccionamiento sea mayor. Y esos problemas no afectarán sólo al mundo árabe…
¿Qué papel que jugaría el terrorismo? ¿Habría más?
Hay que acabar con toda clase de terrorismo. Pero digo también que, al mismo tiempo que se encuentran fórmulas para acabar con el terrorismo, hay que encontrarlas para acabar con la miseria y todo tipo de injusticias sociales. Habilitar fórmulas para evitar que una ínfima minoría de gente viva espléndidamente a costa de una enorme mayoría que padece los índices mayores de miseria. Las dos cosas deben hacerse al mismo tiempo.
Pero la sociedad árabe, vista en su conjunto, es uno de los mundos donde esas diferencias entre ricos y pobres son mayores…
Sí… Y le diré que ha sido mi propia experiencia del mundo árabe, que conocí a comienzos de los años cincuenta, ese mundo que va desde Marruecos hasta Irak, lo que me ha convencido de que las diferencias internas sociales, económicas y culturales que existían en la mayoría de los países árabes durante los años cincuenta y sesenta eran menores que ahora. Me temo que el mundo árabe carece de proyecto de futuro. Y eso bien que se nota. Posiblemente, en el momento actual, el mundo árabe tiene menos mecanismos de respuesta de los que tenía en los años cincuenta y sesenta.
Buen caldo de cultivo para el crecimiento del fundamentalismo.
Sin duda. Como ha dicho el único Premio Nobel de Literatura del mundo árabe, Naguib Mahfuz, con los fundamentalismos no se terminará hasta que no se termine con la miseria.
¿En qué medida el conflicto árabe-israelí actuó como detonante del atentado terrorista del 11 de setiembre?
Ese conflicto es la cuestión más espinosa.
¿Y la más humillante?
También la más humillante. No es la más antigua, pero tiene suficiente antigüedad y es la más enconada, la más dura en todos los órdenes.
Durante los años que van de los sesenta hasta hoy, ¿hasta qué punto han ido tomando el mando los fundamentalistas en los países árabes?
Sí. Lo han hecho. Los regímenes oficiales, los gobiernos de los países han tratado de no enfrentarse radicalmente a los movimientos fundamentalistas y han buscado zonas de encuentro y entendimiento con los fundamentalistas moderados. Quienes asesinaron a Sadat en Egipto fueron fundamentalistas y algo parecido pasó en Túnez. Claro que los fundamentalistas son muy diferentes. Los hay muy radicalizados, cuyo proyecto no sólo es el de transformar la política mediante los presupuestos islámicos, sino también transformar profundamente la sociedad, islamizándola a partir de lo que entienden por Islam. En ese sentido no quiero decir que la instrumentalización de esos grupos desde instancias oficiales y gubernamentales es casi imposible.
Los gobiernos buscan contactos con los fundamentalistas, una entente. Pero cuando Arafat pidió un alto el fuego a los radicales, lo que dijeron los periódicos es que Hamas y la Yihad Islámica se negaban a obedecer…
No está claro lo que dirán finalmente Hamas y el Yihad que, por cierto, es una palabra masculina en árabe. Nosotros decimos la Yihad, en femenino, porque en Occidente pensamos que ese término significa guerra santa y la palabra guerra es femenina.
¿Y el Yihad no es una guerra santa?
Ni mucho menos.
Hay interpretaciones acerca de si el terrorismo está justificado en el Yihad o no. ¿Cuál es su opinión?
No hay que olvidar que existen centenares de estudios sobre el Yihad. Hay instituciones destinadas a analizar este asunto. La realidad es que el Islam es una religión monoteísta y, como las otras dos que también lo son, de vocación universalista y expansiva. Todo esto lleva a la adopción de mecanismos que consigan sus objetivos finales. Los mecanismos, según muchos, son estrictamente de ataque; según otros, son mecanismos de búsqueda de fórmulas distintas a la hostilidad directa. Todo esto se encuentra en el Yihad, estas variantes. Lo que nosotros llamamos “guerra santa” en ocasiones se ha practicado por unos musulmanes contra otros. Y recuerdo también que Yihad, lo que de verdad significa es “esfuerzo”. Y en principio puede ser cualquier tipo de esfuerzo que lleve a la expansión de la doctrina.
¿Según las circunstancias?
Sí.
¿Entonces, este acto de terrorismo se consideraría una respuesta dentro de la normalidad?
Bien, dentro de la normalidad de lo que podría considerarse la interpretación más abusiva y errónea de los principios del Yihad.
¿El yihad es tan ambiguo que sirve para cualquier ocasión?
Es polémico, no ambiguo. No se puede excluir desde el principio cualquier intento de relación pacífica; el ingrediente de la búsqueda de lo pacífico es sustancial al Islam. Ahora, varias de las mayores autoridades del mundo árabe han condenado la acción de Bin Laden y han dicho que es contraria al espíritu y al mensaje del Islam.
¿Cree que el autor ha sido Bin Laden?
Lo que me atrevo a decir es que ha sido tan bien calculado, tan bien realizado, que no puede ser obra de un solo individuo ni de una sola instancia. Diría que es un acto salvaje y monstruoso de una complejísima trama. Hay aspectos… una de las cosas que me han venido extrañando es por qué a este personaje se lo llama Bin Laden. Antes, los medios occidentales decían Ben, y ahora, Bin. Desde luego, es lo culto; quiero decir que como en árabe culto se dice Bin, haberlo adoptado podría significar una expresión de mayor respeto hacia lo árabe. Pero no, porque entonces también tendrían que decir Ladin, en vez de Laden.
Tal vez sólo sea un error que se repite una y otra vez.
Pienso que tal vez se ha querido evitar el Ben, que remite con frecuencia a nombres judíos. Pero es una elucubración mía.
Eso que cuentan de que Bin Laden tiene seguidores, los durmientes, por todo el mundo, formando una especie de red de terror ¿es algo que encaja en el mundo árabe que usted conoce?
Ha habido varios atentados atribuidos a Bin Laden. EE.UU., desde comienzos de los noventa, lleva otorgando la casi indudable paternidad de esos actos a este caballero. Lo que sí sabemos es que también fue sostenido por la CIA con anterioridad.
Tal vez por conocerlo tan bien, saben que los últimos actos terroristas encajan en su modo de pensar y de actuar…
Es posible… Desde hace años me leo al día cinco o seis periódicos árabes y le puedo garantizar que de ese personaje, dándole cierta relevancia, sólo he leído a partir de mediados de los noventa. La propia prensa árabe sabe muy poco de él. Que se lo despojó de la nacionalidad saudí, y algunas cosas anecdóticas, como que es el séptimo hijo de un hombre acaudalado y que está casado cuatro veces. Pero cosas importantes no se saben. Es el típico caso de creación de una cosa híbrida, un cruce de monstruo y leyenda.
¿Ha dicho creación?
Sí, digo creación…
¿Algo que se crea porque es útil contar con ello?
Porque justifica cualquier acción que se emprenda. Pero, desde luego, a este tipo de cosas sólo se dedican personas muy inteligentes.
¿Es sorprendente que aunque los fundamentalismos crecen en la pobreza, los supuestos pilotos suicidas fueran gente preparada?
Ese es otro error… En algunos de los movimientos fundamentalistas más radicales hay presencia clara de elementos que son profesionalmente excepcionales. No me ha extrañado que fueran así, nada en absoluto. Ya era sabido que los dirigentes no conocidos de muchos de estos movimientos, los grados intermedios, son universitarios formados en los campos de la ingeniería y la tecnología de punta. Es decir, yo lo sabía; lo he leído y lo he visto. También se sabe que gran parte de estas personas son gente con muy pocos conocimientos de lo que podríamos llamar las disciplinas teológicas y jurídicas.
¿Y eso significa que su fe escasea? Porque, entonces, ¿cómo explicaría usted que al mismo tiempo sean capaces de morir por ella? ¿Existe una tradición de suicidas de esta clase en el Islam?
En algunas tendencias islámicas, como en las otras religiones monoteístas, existe la tendencia de buscar lo que podríamos llamar el sacrificio personal por defender una idea superior; elementos de lo que denominaríamos la búsqueda del sacrificio en aras de una verdad que para ellos es superior.
¿Y cree que en el acto terrorista de Nueva York, en el que los pilotos suicidas eran de varias nacionalidades y supuestamente iban de un país a otro, es el producto de la coincidencia de diversos grupos árabes fundamentalistas?
Las gentes que admiran la barbaridad que ha hecho Bin Laden son una minoría, y quienes lo rechazan son la mayoría. Luego están aquellos que dicen: “Bueno, esto lo rechazamos” y se preguntan por qué ha ocurrido y para qué. Y ese grupo es el más digno de tener en cuenta. Yo he hablado con muchos amigos árabes muy distintos, y nadie, ni muchísimo menos, está por la idea de decir qué paternidad tiene esto.
Esa nebulosa dentro de la cual se mueve este asunto, junto a ese descontento dentro del mundo árabe del que hablaba antes, un mundo que ya no puede soportar más, ¿son datos que podrían indicar, en su opinión, que este acto terrorista se inscribe dentro de una lucha de civilizaciones o de religiones?
No comparto la idea de la lucha de civilizaciones. Puede haber elementos para que algunas mentes, descarriadas desde mi punto de vista, lleguen a esa conclusión, pero son elementos insuficientes y tergiversados. Tampoco comparto la idea de una lucha de religiones, que me parece monstruosa, aunque reconozco que a lo largo de la historia ha sucedido muchas veces. Sí, hay personas que tienen la obsesión de enfrentar radicalmente Islam y cristianismo. Y en los dos lados. Yo me niego a pensar que fatalmente eso ocurra…
Pero si el acto terrorista contra Estados Unidos ha sido una venganza o el resultado enloquecido de una impotencia que siente todo el mundo árabe, sí se podría hablar de un enfrentamiento entre dos sociedades que no se entienden, una que se siente humillada y otra que se siente atacada.
Sí, pero eso no se plantea en términos de creación de doctrina y civilización, sino de reacción ante hechos materiales muy concretos. Es básicamente eso, algo que se produce ante la imposibilidad de diálogo, pero no en términos esenciales de incompatibilidad de civilizaciones ni dedoctrina. Yo no creo en esa premisa. Es posible que lo crean los terroristas, igual que es posible que dentro del medio cristiano haya quienes también lo crean. He oído que se trata de una confrontación entre Islam y cristianismo, o entre pobres y ricos, entre barbarie y civilización. Decir eso es hacer terrorismo intelectual.
¿Y Occidente cómo debería hacer frente a lo sucedido?
Analizar no es plantear totalidades. El análisis no es dar explicaciones totalitarias, sino detalladas; pero desgraciadamente, esto no se hace cuando se habla de temas árabes. Al hablar del mundo árabe, no se practica el análisis. Se categoriza todo. Y ésa no es manera de entenderse.
Manuel Castell escribía el otro día sobre redes fundamentalistas islámicas…
Sí, claro. Introducía un elemento de pluralidad, de exclusión y de fragmentación interna. El no dice fundamentalismo, él habla en plural.
Parece todavía más peligroso que los entendidos hablen en plural… Podemos pensar que hay una cantidad de grupos diversos, las redes, todos de acuerdo en realizar acciones como las que acaban de suceder. Además, eso también sugiere un enfrentamiento más amplio…
Los distintos grupos pueden tener zonas porcentuales de coincidencia, pero no de totalidad. Lo que pasa es que es muy difícil de entender. El fenómeno es más complejo de lo que parece y, a la postre, más peligroso. Lo complejo siempre es más peligroso.
Claro, y provoca más temor.
Tenemos que ponernos a reflexionar seriamente, tratar de entender para llegar a conocer. Vamos a renunciar a los tópicos y los lugares comunes. Quiero decir que nuestro esfuerzo por tratar de llegar a conocer el mundo árabe debe ser mayor.
¿Y usted qué cree que va a pasar?
Vamos a esperar a ver dónde caen las bombas. Y a la vista de las víctimas que se produzcan, de las cuales muchas serán civiles, podremos seguir hablando. Le recuerdo que Beirut fue una ciudad arrasada, pero no se ha hablado de ella ni se ha sabido cómo se ha ido reconstruyendo… ¿Por qué tiene menos dimensión y carga simbólica? Y Bagdad, y Basora…