Condenados a la miseria. El trasvase de capitales, por diferentes vías, desde el Sur al Norte, es mayor que los fondos destinados por los organismos financieros internacionales para reducir la pobreza en los países empobrecidos, señalan estudios publicados en Estados Unidos…
REVISTA AUTOGESTIÓN
Jorge A. Bañales
11/04/2003
Cada año el Banco Mundial e instituciones como el Banco Interamericano de Desarrollo, y los gobiernos de Estados Unidos, de Japón y la Unión Europea, vuelcan unos 50 mil millones de dólares en la «ayuda para los países en vías de desarrollo». Y cada año, por lo menos 100 mil millones de dólares se fugan de los países «en desarrollo» y «en transición» (los excomunistas). La mitad de esos capitales va a dar, de vuelta, a Estados Unidos.
Un estudio del Banco Mundial del año 2003 indicaba que, al paso que van las cosas, la «comunidad internacional no alcanzará la meta de reducir a la mitad, hacia el año 2015, el número de pobres que hay actualmente en el mundo». El libro, titulado Voces de los pobres, muestra que la mayoría de los pobres que viven en los países empobrecidos siente que su situación es ahora peor que en el pasado, y que padecen mayor inseguridad y gozan de menos oportunidades económicas. Para la elaboración de este estudio, la institución multilateral escuchó a 60 mil pobres en 60 países, según dijo el presidente del banco, James Wolfensohn. Pero el Banco Mundial, al igual que sus instituciones hermanas, parece sordo a las evidencias de que la fuga de capitales desde los países que llama en desarrollo, y los que eran comunistas, supera los 100 mil millones de dólares anuales, en otro componente del mecanismo global que perpetúa el empobrecimiento de los que ya son pobres. Esto no está incluido en unos 500 mil millones de dólares que, según cálculos del FMI y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, se mueven cada año en la penumbra del tráfico de drogas y el lavado de dinero.
«Se trata de un cálculo muy conservador», dijo Raymond Baker, un economista con una amplia carrera en negocios internacionales, en especial en países en desarrollo. Baker acaba de publicar un estudio sobre la fuga de capitales, la corrupción y el lavado de dinero auspiciado por el Instituto Brookings de Washington. «La fuga de capitales es la mayor vía de escape en el sistema global de mercado libre», agregó. «Cada año salen de los países en desarrollo y los excomunistas unos 20 mil millones de dólares que cambiaron de manos en sobornos y coimas que lubrican la corrupción de los funcionarios gubernamentales».
Otros 80 mil millones se fugan de esas naciones por operaciones comerciales de dudosa legalidad, como los precios falsos, la evasión impositiva y las ventas de compañías que «exportan» sus productos a sus propias casas matrices. Baker afirmó que la mitad de esos 100 mil millones de dólares transferidos ilegalmente a los países ricos se invierte en Estados Unidos.
Jack Blum, un abogado que también tiene una larga experiencia en la investigación del crimen financiero internacional, sostiene que por la vía de malversaciones y remesas ilegales de dinero al exterior, los ex burócratas comunistas que se han montado en el aparato económico de Rusia «han procedido en los últimos años al saqueo sistemático de la economía de su país». Blum tiene con qué comparar: como investigador del Senado de Estados Unidos jugó un papel clave en el destape de algunos de los escándalos financieros globales más prominentes de los últimos veinte años, incluido el banco BCCI, los sobornos que pagó la Lockheed para facilitar sus operaciones internacionales, y los esfuerzos de la ITT en 1970 para impedir el triunfo en Chile de Salvador Allende.
Un ejemplo del tipo de maniobras que abundan en esta fuga de capitales de fin de siglo es el de las empresas «que se exportan a sí mismas», como el comercio de bananas desde los países iberoamericanos por el cual las mismas firmas «venden la fruta a precios extremadamente bajos a sus propias matrices, con lo cual pagan menos impuestos de exportación, y las casas matrices la revenden a precio de producto importado. La evasión impositiva llega a grados escandalosos en las compañías trasnacionales gigantes, que dan cuenta a las autoridades fiscales de cada país de sus pérdidas en las operaciones locales», agregó. Estas subsidiarias locales, al parecer, nunca tienen ganancias, siempre dan pérdidas, pero el conglomerado trasnacional obtiene ganancias jugosas y no paga impuestos en parte alguna.» Baker y Blum coincidieron en que debe haber una mayor supervisión y reglamentación internacional para lidiar con operaciones comerciales y financieras cuya magnitud supera, en muchos casos, los presupuestos nacionales de decenas de países juntos.
«No puede haber una globalización sin que rija el imperio de la ley», dijo Blum. «Hay en todo el mundo más de tres millones de compañías de fachada, con sedes en Panamá, en las Bahamas y otros paraísos fiscales, y cuyos socios son desconocidos, anónimos. (…) Y en los bancos hay más de 8 billones de dólares en depósitos de estas sociedades anónimas, cuyos propietarios se desconocen y cuyas sedes se domicilian en sitios donde no llega la jurisdicción fiscal de Estados Unidos, o para el caso, de la mayoría de otros estados».
Cuando la mundialización reemplazó al comunismo «vino acompañada con un Nuevo Desorden Mundial: una forma realzada de corrupción», opinó Rachel Ehrenfeld, directora del Centro para el Estudio de la Corrupción del Instituto de Ley Internacional en Washington. «Este Nuevo Desorden Mundial retorció el concepto de mercado libre para justificar la acumulación de riqueza por cualquier medio. (…) Tal actitud de que todo vale es el resultado de la avaricia sin riendas combinada con sociedades que siempre tuvieron un código débil de servicio público».
La experta describió varias formas de corrupción rampantes en la economía global, entre ellas el «gobierno que se alquila» -la influencia en las decisiones de política y legislación mediante el soborno de funcionarios o contribuciones ilegales a las campañas electorales-, y la «cleptocracia» -la venta de activos del Estado, en las privatizaciones, a menor precio que el del mercado, para clientes «favoritos».
Otros modelos, dijo Ehrenfeld, son la «colombianización» -la subversión del sistema político y económico mediante las ganancias del negocio ilegal de la droga-, y la corrupción de las organizaciones internacionales, esto es su manipulación por gobiernos corruptos.
Baker explicó que la fuga de capitales a la cual se refiere su estudio excede con mucho la cautela tradicional que en décadas anteriores hacía que los ricos y los empresarios en cada país pusieran «unos ahorritos» en sitios más seguros para protegerse de los vaivenes políticos y económicos. Y dijo que todo este trasvase de capitales, que en la realidad probablemente supera el cálculo que él ha hecho de 100 mil millones de dólares anuales, contraría los esfuerzos que, presuntamente, hacen el BID y el Banco Mundial para reducir la pobreza, y los que, supuestamente, encabeza el fmi para promover la estabilidad financiera global.
Pero «desafortunadamente, en los niveles más altos existe una relación estrecha entre los ejecutivos de estas instituciones que prestan a los países necesitados y los banqueros privados que perciben, por lo menos, el doble de dinero de estas mismas naciones», indicó Baker. «Y en el nivel medio, está la puerta giratoria por la cual los funcionarios que se retiran o jubilan del BID, el BM y el FMI pasan a los bancos comerciales y las casas financieras de todo el mundo. (…) El resultado es que la fuga de capitales no se discute en los ambientes corteses de Washington.»