Petróleo, represión y miseria en Guinea Ecuatorial

2907

Análisis de la grave situación de Guinea Ecuatorial. Durante el primer semestre de este año están previstas elecciones legislativas. Asistiremos, con toda seguridad, a la repetición de la gran farsa. Estados Unidos, Francia y España callan ante el desastre. Mientras, Exxon, Elf y Repsol recogen los beneficios. Este pequeño país con medio millón de habitantes se ha convertido en una pieza codiciada en el nuevo tablero internacional. La razón: la pequeña isla en la que se encuentra Malabo, la capital, y gran parte de sus aguas continentales se sitúan encima de inmensos yacimientos de petróleo. España, la ex metrópoli, no ha podido resistir tan interesante tentación y los tiempos de distensión y las críticas a la violación de los derechos humanos han dado paso a una relación de amistad y cooperación que se intensifica por momentos…

Fuente: AIS (Agencia de Información Solidaria)

El pasado 29 de enero dos embarcaciones de la Marina española partían del puerto de Rota en dirección a Guinea Ecuatorial. El gobierno español, que no tardó en suspender la misión ante las denuncias de la prensa, aseguró que eran tan sólo maniobras militares inscritas dentro de los acuerdos firmados por España con su ex-colonia. Sin embargo, todo indica que se trataba de una maniobra para fortalecer la imagen del dictador Teodoro Obiang Nguema, al frente del país desde 1979.

Obiang llegó al poder después de derrocar y fusilar a su tío, Francisco Macías, presidente de Guinea Ecuatorial desde su independencia en 1968. Macías había convertido el país en un mísero campo de concentración del que había huido más de un tercio de la población. Por eso Obiang, por aquel entonces un joven oficial de meteórica carrera y vicepresidente de Defensa, se convirtió en “el libertador” de su pueblo. Poco tardó en demostrar lo contrario. Rodeado del clan de Mongomo (su localidad natal) y protegido por su guardia marroquí, Obiang afianzó un poder despótico y corrupto en el que la ausencia de libertades y la violación de los derechos humanos se repiten a diario.

Sin embargo, lejos de encontrarse frente al rechazo y el aislamiento internacional, Obiang cuenta con el apoyo de Francia, Estados Unidos y España. El presidente de la República francesa, Jaques Chirac, es amigo del presidente Obiang y Francia incluyó a Guinea Ecuatorial en su área de influencia económica en 1984, un año antes de firmar un acuerdo de cooperación militar. Es más, militares y mercenarios franceses entrenan a los “ninjas”, una unidad de elite a medio camino entre los tontons-macoutes de Haití y los escuadrones de la muerte guatemaltecos. Por su parte, Estados Unidos mantiene excelentes relaciones con Malabo desde que la nueva política energética estadounidense convirtió la región de África Occidental en una prioridad estratégica. Por último, España, la ex metrópoli, no ha podido resistir tan interesante tentación y los tiempos de distensión y las críticas a la violación de los derechos humanos han dado paso a una relación de amistad y cooperación que se intensifica por momentos.

Razones alejadas de cualquier consideración ética explican este apoyo. Enclavado entre Gabón y Camerún, este pequeño país con medio millón de habitantes se ha convertido en una pieza codiciada en el nuevo tablero internacional. La razón: la pequeña isla en la que se encuentra Malabo, la capital, y gran parte de sus aguas continentales se sitúan encima de inmensos yacimientos de petróleo off-shore (cerca de la costa, es decir, dentro de la soberanía nacional). La producción actual se encuentra por encima de los 250.000 barriles de crudo al día y se espera llegar en un futuro próximo al medio millón. Esto convertirá al país en el mayor productor mundial de petróleo por habitante, por encima de Kuwait. Las prospecciones se han multiplicado por diez en los últimos cinco años, pero la producción podría aumentarse más aún si Guinea resuelve a su favor el contencioso que mantiene con Gabón por la soberanía de la isla de Mbagne.

A pesar del reducido margen de beneficio impuesto por las multinacionales energéticas, la fiebre del oro negro ha cambiado de manera radical la situación en Guinea Ecuatorial. Al menos en su apariencia y superficie: el Producto Interior Bruto (PIB) per cápita ha pasado de 330 dólares por habitante en 1990 a más de 6.000 en 2002 y la tasa de crecimiento de la economía guineoecuatoriana alcanzó el 30 por ciento durante 2002. Sin embargo, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el 95 por ciento de la población sobrevive con menos de un dólar al día y Naciones Unidas sitúa la esperanza de vida en 54 años. Paradojas: según la revista Forbes, el presidente Obiang es uno de los hombres más ricos del mundo.

Una clase política corrupta y monopolizada por familiares y próximos a Obiang vampiriza los recursos del país. Su hijo Gabriel Obiang es ministro de Hidrocarburos. Mientras, su primogénito Teodoro, conocido como Teodorín entre sus compañeros de orgías en los hoteles más caros de París, es ministro de Bosques. Cargo que no duda en compatibilizar con la posesión y dirección de empresas madereras, estaciones de radio, canales de televisión, aerolíneas e incluso una discográfica con sede en Estados Unidos. Además, Teodorín es presidente de la única compañía petrolífera del país, Total Guinea Ecuatorial, participada en un 80 por ciento por la multinacional franco-belga Total Fina Elf. El primogénito de Obiang ha tenido que utilizar en diversas ocasiones su inmunidad diplomática para escapar de acusaciones ante la justicia francesa por tráfico de drogas y blanqueo de dinero. No es el único. Diversos diplomáticos (como el embajador de Guinea Ecuatorial en Ginebra) han sido expulsados de los países en los que se encontraban, acusados de narcotráfico. Es más, Víctor Guy, tesorero del Cártel de Medellín, disfrutó a mediados de la década de los noventa de pasaporte guineano. Por último, la ayuda al desarrollo, antes española y ahora fundamentalmente francesa, se pierde en una tupida red de intereses y comisiones tejida a uno y otro lado.

Mientras, la represión contra la oposición continúa. De poco sirvió la Constitución aprobada en 1991 en la que se establecía el multipartidismo. Cada elección es una farsa a gran escala en la que el presidente consigue el 99 por ciento de los votos. En diciembre de 2002 las últimas Presidenciales se celebraron con más de un centenar de miembros de la Convergencia por la Democracia Social (CPDS, único partido sólido de oposición) encarcelados. Entre ellos, el líder opositor Plácido Micó, acusado de participar en un complot para derrotar al presidente en 1997. El juicio, celebrado en junio de 2002, fue denunciado internacionalmente por la ausencia de las mínimas garantías para los acusados. Además, la libertad de prensa no existe y el Estado controla todos los medios de comunicación. Por último, las torturas y los ataques contra la etnia Bubi y la violación de los derechos humanos se han convertido en algo cotidiano.

La situación en la ex colonia española es grave. La inestabilidad se acentúa por las especulaciones sobre la débil salud del presidente y los innumerables rumores sobre un posible golpe de Estado. Durante el primer semestre de este año están previstas elecciones legislativas. Asistiremos, con toda seguridad, a la repetición de la gran farsa. Estados Unidos, Francia y España callan ante el desastre. Mientras, Exxon, Elf y Repsol recogen los beneficios.

Fecha Publicación: 05/02/2004
Juan Carlos Galindo
Periodista