Día del libro: La importancia de la lectura en tiempos totalitarios

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¡Feliz día del Libro! Campaña por la promoción de la lectura social

KM 101

La importancia de la lectura en tiempos totalitarios

«No hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe» . Ray Bradbury. Fahrenheit 451           

 

 En 1976, el Cardenal Van Thuan fue detenido por las fuerzas comunistas de Vietnam. El comisario a cargo le dijo: «Esta noche usted dormirá en la cárcel», a lo que el Cardenal respondió: «Usted me meterá en la cárcel esta noche, pero si duermo o no, eso ya es cosa mía».

Van Thuan apelaba a esa recóndita parte del ser humano, donde únicamente a él mismo le es posible acceder y,  por supuesto, disponer. Es a esa zona del ser humano a la que se dirige directamente la literatura, lo que Balzac denominó la historia privada de las naciones. Y manipular en ese territorio no podrá hacerlo ningún sistema por totalitario que sea a no ser que nosotros se lo permitamos.

En nuestra situación, en el sistema actual, la lucha será dura si decides enfrenarte al rodillo apisonador que tienes enfrente. Hoy también la cuestión será decidir en conciencia qué hacer. Albert Camus definía esta lucha en plena Segunda Guerra Mundial, desde la revista Combat:

Cuando los nazis tomaban posesión de los prisioneros, miraban a esos cautivos silenciosos y montaban en cólera. Nada hay más irritante que ver a un hombre para los que han dejado deliberadamente de ser hombres. Y luego comenzaba su tarea. Se trataba de demostrar que la libertad humana es un embuste y que el hombre con conciencia de sí mismo y dueño de su destino no es sino un mito…Había que arrancarle a la víctima un grito de sufrimiento, una confesión. que renegase de algo. Si lo conseguían, respiraban algo mejor, pensaban: «somos todos iguales, estos ya no volverán a fanfarronear», felices por haber convertido a unos jueces mudos en cómplices de su degradación…

Fue George Orwell quien acuñó el término «totalitarismo» y lo hizo después de escuchar varios discursos de Hitler, Mussolini y Stalin, en los que ellos utilizaban sinónimos de la palabra totalidad. La idea le vino justamente después de oír a Benito Mussolini alardear de que la concepción fascista del estado debía abarcarlo todo. Evidentemente, la palabra era «totalitarismo».

El totalitarismo, afirma Orwell, fomenta una suerte de esquizofrenia social, en la que las leyes del sentido común sirviesen para la vida diaria y para ciertas ciencias exactas, pero pudieran pasarse por alto en lo político o en lo social.

Según él:  La peculiaridad del estado totalitario es que, si bien controla el pensamiento, no lo fija. Establece dogmas incuestionables y los modifica de un día para otro. necesita dichos dogmas, pues precisa una obediencia absoluta por parte de sus súbditos, pero no puede evitar los cambios, que vienen dictados por las necesidades de la política del poder. Se afirma infalible y, al mismo tiempo, ataca al propio concepto de verdad objetiva… desde el punto de vista totalitario, la historia es algo que se crea y no algo que se estudia, el totalitarismo exige, de hecho, la alteración continua del pasado y , a largo plazo, probablemente la falta de fe en la existencia misma de la verdad. El objetivo tácito de este modo de pensar, es un mundo de pesadilla en el que el líder máximo, o bien la camarilla dirigente, controle no solo el futuro, sino incluso el pasado. Si sobre tal o cual acontecimiento el líder dictamina que «jamás tuvo lugar»…pues bien: no tuvo lugar jamás….

Esta forma de gobernar desquiciante y premeditadamente injusta, tenía también la evidente intención de generar desconfianza y desunión entre los vecinos de cada pueblo o ciudad. Nadie podía saber quien estaba a favor o en contra de nada. Ya sabemos que uno de los grandes triunfos de los sistemas totalitarios es conseguir que todo el mundo participe de una o de otra manera en el crimen y en la mentira colectiva.

Soledad, es la palabra. Impotencia, desconfianza y soledad, es el objetivo de cualquier sistema totalitario. En palabras de Hannah Arendt:

Ni el totalitarismo nazi ni el estalinista buscan un gobierno despótico sobre los hombres, sino un sistema en el que los hombres sean superfluos. Los movimientos totalitarios son organizaciones masivas de individuos atomizados y aislados. El hombre masa se caracteriza por su falta de relaciones sociales y su aislamiento; el fanatismo y la devoción al líder son formas de intentar huir de ese sentimiento de soledad.

En aquellos momentos históricos, muchas personas buscaron en la literatura una salida justa para la constante opresión. Unos escribiendo y otros leyendo, ambas caras de la misma rebeldía, porque son las letras, la lectura en esos momentos las que pueden ofrecer a las personas herramientas para detectar y combatir estas tácticas totalizadoras. Recordemos la famosa frase de Aleksandr Solzhenitsyn:

«Un estado no tiene grandes posibilidades de mantenerse si sus escritores se ponen a decir la verdad al pueblo».

Los dirigentes totalitarios lo saben e implementan medidas «correctoras». Durante la época estalinista, por ejemplo, cuando un escritor venía a significarse con ideas propias o no vinculadas a lo que el estado «necesitaba» de él, se le ninguneaba, se le impedía publicar y se retiraban sus obras, la siguiente medida disuasoria,  era prohibirle domiciliarse en cualquier población que estuviese situada a menos de cien kilómetros de una ciudad importante. Presuponían el poder de «contaminación» de los escritores y preferían evitar el contacto con el gran público. Luego vendrían otras represiones más brutales, en caso de que con el aislamiento no fuese suficiente. Se les deportaba, encarcelaba e incluso asesinaba, para después, en muchos casos, manipular su legado, porque como dijo Víctor Amela, los poetas muertos son más fácilmente manejables por el poder.

Orwell lo tuvo claro desde el principio de su carrera literaria:

No hay un solo libro que sea ajeno al sesgo político, la opinión de que el arte nada tiene que ver con la política, ni debe tener que ver con ella, es en sí misma una actitud política…Cada renglón que he escrito en serio desde 1936, lo he creado, directa o indirectamente, en contra del totalitarismo…Mi punto de partida es siempre un sentimiento de parcialidad, una sensación de injusticia. Cuando me pongo a escribir un libro, no me digo: «Voy a hacer una obra de arte». Lo escribo porque existe alguna mentira que aspiro a denunciar, algún hecho sobre el cual quiero llamar la atención…Me parece una soberana estupidez, en una época como la nuestra, pensar siquiera que se puede evitar escribir sobre tales asuntos.

Mario Vargas Llosa entró a valorar el papel de la literatura en regímenes totalitarios, con sencillez y claridad explicaba en «La verdad de las mentiras», su razón de ser en este tipo de conflictos:

Organizar la memoria colectiva; trocar la historia en instrumento de gobierno encargado de legitimizar a quienes mandan y de proporcionar coartadas para sus fechorías es una tentación congénita de todo poder. Los estados totalitarios pueden hacerla realidad.

En una sociedad cerrada el poder no sólo se arroga el privilegio de controlar las acciones de los hombres, lo que hacen y lo que dicen; aspira también a gobernar su fantasía, sus sueños, y por supuesto, su memoria. Una sociedad cerrada al pasado es, tarde o temprano, objeto de una manipulación encaminada a justificar el presente.

Aprovechemos este 23 de abril, para  que cojamos juntos un libro y formemos un territorio difícil de conquistar para este sistema totalitario, que nos ha tocado vivir.

Nuestra editorial VOZ de los sin VOZ tiene el compromiso de desenmascararle y transformar el mundo  en más humano y solidario. Puedes leer estos testimonios en nuestras ediciones.

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