En Camboya los bebés son comprados a las madres por 150 euros y luego vendidos a occidentales por 20.000. El periodista recorre siete orfanatos, donde se respira miseria, y detecta corrupción al más alto nivel. Parte de los 20.000 euros por los que se vende un bebé se va en sobornos, empezando por los funcionarios locales. La ausencia de un registro civil central en el país facilita la acción de los traficantes.
Por DAVID JIMÉNEZ.
Phnom Penh (Camboya)
Los bebés del orfanato Children Relief Center de Camboya duermen, literalmente, suspendidos en el aire. Las diminutas cunas, fabricadas con caña de bambú, se sostienen a un metro y medio de altura del suelo gracias a cuerdas amarradas al techo. Al atardecer, cuando llega la hora de dormir y una nube de mosquitos empieza a revolotear alrededor de los pequeños, la escena se asemeja a la de un enjambre de polluelos esperando la llegada de sus madres.
Para llegar hasta este supuesto refugio infantil hay que pasar entre los arrozales resecos que aguardan la llegada de la temporada de lluvias, las fábricas textiles donde miles de adolescentes trabajan desde el alba y pequeñas aldeas donde los niños juegan desnudos lanzándose en las acequias llenas de agua color chocolate. Un coche con una pareja de occidentales en su interior cruza cada poco tiempo entre las palmeras y cocoteros de esta deprimida zona del sureste asiático, toma los caminos de arcilla que atraviesan el distrito de Chom Chao, cerca de la capital camboyana de Phnom Penh, y aparca frente a alguno de los orfanatos que han surgido como hongos en los últimos años.
Vienen a llevarse a uno de los bebés.
En el Children Relief Center los futuros padres suelen ser recibidos por un ex taxista desdentado, de piel morena y pelo lacio que inauguró este centro tras comprar dos hectáreas de terreno por 50.000 euros, construir una casa y llenarla de niños. Saeung Mun no es sólo el director y dueño del orfanato, también se ha convertido en un hombre rico. Su viaje desde una chabola del extrarradio de la ciudad a una vida de abundancia es la historia de cómo la desesperación de miles de parejas occidentales sin niños y la miseria en uno de los países más pobres del mundo se han unido para crear el mayor mercado de tráfico de bebés del mundo.
El Children Relief Center es uno de los 15 orfanatos sospechosos de formar parte de una inmensa red que se encarga de garantizar la entrega de niños a la carta por un precio que varía entre los 10.000 y los 20.000 euros, según la celeridad del proceso y las demandas concretas de los futuros padres. «Los niños más guapos, sanos y de menor edad suelen ser los más solicitados, los padres vienen y pueden elegir. Los considero como hijos míos», asegura Mun, arrestado previamente por el robo de un bebé y uno de los presuntos traficantes más conocidos de Phnom Penh.
El negocio no estaría completo sin la participación de las más altas instituciones del Estado camboyano, cuyo cometido se centra en la falsificación de documentos, y la labor de los grupos de reclutamiento que compran, roban o se llevan con engaños a los bebés de las aldeas más pobres del país o de los barrios deprimidos de Phnom Penh.
Viendo el estado de este país roto por tres décadas de guerra, un genocidio a manos de Pol Pot y la mayor epidemia de sida de la región, cuesta pensar que no sobren niños huérfanos. Pero la realidad es que en Camboya, a pesar de tener una de las tasas de natalidad más altas de Asia, el número de abandonos es muy bajo. Las redes deben buscar otra forma de suplir la demanda.
Champei y Vanna, dos jóvenes de uno de los barrios más pobres de Phnom Penh, recibieron en septiembre de 2001 la visita de un grupo de hombres que se identificaron como miembros de una ONG. Las dos mujeres estaban divorciadas y tenían hijos de cuatro días y seis meses. Les hablaron del futuro de hambre y crimen que esperaba a sus hijos y se ofrecieron a llevarlos a un centro donde recibirían todos los cuidados del mundo, educación, comida y sanidad, todo de forma temporal. «Podréis venir a verlos cuando queráis y os daremos una ayuda de 80 dólares a cada una y algo de arroz», dijo uno de los ellos.
Las mujeres aceptaron y, cuando días después fueron a ver a sus hijos, se encontraron con la puerta cerrada y un guardia de seguridad negándoles la entrada. Los bebés habían sido llevados junto con otros niños a dos casas del distrito de Toul Kork, en la capital, y habían sido puestos en el mercado de adopciones. «Nos dijeron que sólo podríamos tener a nuestros hijos si traíamos a otros bebés para la organización», recuerdan las madres en testimonios recogidos por la ONG local Licadho.
EN LOS HOSPITALES
Muchas veces los reclutadores de bebés acuden directamente a las salas de maternidad de los hospitales para tratar de comprar a los recién nacidos a madres solteras, prostitutas y mendigas por precios que van desde un simple saco de arroz a los 150 euros. Los traficantes realizan pruebas médicas a los bebés para asegurarse de que no son portadores del virus del VIH. Si la madre se niega a aceptar la oferta o descubre el engaño, el método pasa a ser, a menudo, la fuerza y el niño es secuestrado.
En la entrada del Children Relief Center dirigido por Saeung Mun hay un cartel con las fichas de cada niño internado. «Todos han sido abandonados. Cualquier madre que pueda demostrar que su hijo está aquí puede llevárselo», dice el ex conductor de taxis, pasando por alto que en Camboya la mayoría de los bebés no reciben certificados de nacimiento.
Que Mun fuera anteriormente arrestado por el robo e intento de venta de un bebé no le impidió inaugurar su propio orfanato en enero de 2002 con autorización oficial. Que Sea Visoth, otro conocido presunto traficante, fuera investigado por el secuestro e intento de entrega en adopción de dos bebés tampoco le ha impedido abrir su propio centro.
Ambos eran hasta hace un año y medio los chóferes de Lauryn Galindo, una ex bailarina hawaiana de 52 años que el pasado mes fue encarcelada en EEUU bajo la acusación de haber dirigido una red de adopciones ilegales en Camboya. La Operación Corazones Rotos habría pasado desapercibida si entre los clientes de Galindo no hubiese estado la actriz Angelina Jolie, cuya adopción de un niño camboyano en 2002 es uno de los cientos de casos que investigan las autoridades americanas.
Aparte de los dos chóferes, al menos otros dos estrechos colaboradores de Galindo han abierto orfanatos. «Aprendieron de ella el negocio y se han independizado. La adopción es uno de los mejores negocios que se pueden realizar hoy en Camboya», explica un activista de derechos humanos que lleva ocho años investigando el tráfico de niños.
CRONICA accedió a siete de los 15 orfanatos sospechosos de estar implicados en el robo de niños, de los que al menos cuatro han sido inaugurados en los últimos tres años.
Tanto Visoth como Mun admiten que parte de sus ingresos proceden del pago que realizan padres que han adoptado a alguno de sus niños previamente. «Les llamo y les pido dinero para esto o aquello.No se trata del pago a plazos del bebé que se llevaron, sino de donaciones voluntarias, porque saben que aquí se necesita ayuda», asegura Visoth, que gracias a la generosidad de parejas extranjeras acaba de estrenar un nuevo edificio para «sus niños».«Todos los papeles de los bebés están en regla», añade.
Pero los papeles nunca son un problema en Camboya. El país carece de un registro civil centralizado y cada aldea debe anotar a los recién nacidos en listados hechos a mano y fácilmente manipulables.
La corrupción comienza a nivel rural, con el pago de pequeñas sumas a los jefes locales para que firmen documentos asegurando que un determinado niño fue abandonado en el pueblo. A partir de ahí, un organizado sistema de sobornos compra voluntades y limpia el historial de los bebés robados.
El proceso final incluye el pago de sumas de dinero a responsables de tres departamentos que deben autorizar una adopción: el Ministerio de Asuntos Sociales, el Ministerio de Exteriores y el Consejo de Ministros. «Todos se llevan su parte», admite sin querer dar su nombre uno de los tres traficantes que aceptaron hablar con CRONICA.
«UNA PRUEBA DE AMOR»
El comercio de bebés se ha convertido en una práctica tan generalizada que los pocos orfanatos que funcionan legalmente han tenido que rechazar a madres que se asomaban a la verja de sus complejos ofreciendo a gritos a sus bebés por 120 euros. Lo que a primera vista parece un acto de crueldad, las ONG locales lo ven como «una prueba de amor». «La voz ha corrido de que se paga por los hijos. Vendiendo a uno de ellos, algunas madres logran salvar a sus hermanos del hambre», dice una trabajadora social.
Los orfanatos implicados en el tráfico, entre los que hay varios de propiedad estatal, suelen tener bajo su cuidado a varios niños con malformaciones o enfermos de sida como tapadera. En el Centro de Nutrición, el mayor refugio infantil del país y uno de los que han sido acusados de irregularidades por las embajadas de EEUU y Holanda, las cuidadoras recibieron el pasado miércoles a la pequeña Sitha. ¿De dónde? «No lo sabemos», aseguraba una de ellas mientras rellenaba el formulario con sus datos. Edad: 5 días. Peso: 1,1 kilogramos. VIH: No tiene.
En los próximos días los funcionarios del Gobierno alimentarán a la pequeña y la exhibirán ante los potenciales padres. ¿Es Sitha una niña abandonada o fue arrancada de los brazos de su madre?
«El problema es que ningún padre puede decir con seguridad que el niño que se lleva de Camboya no ha sido secuestrado. El sistema está tan corrompido que no ofrece ninguna garantía», asegura Jason Barber, uno de los activistas de la organización Licadho que han tratado, en vano, de llevar a los traficantes más conocidos ante la Justicia.
Las agencias de adopción internacionales no saben o, más a menudo, prefieren no saber. Lo mismo sucede con muchos matrimonios, dispuestos a mirar a otro lado si con ello logran el hijo deseado. Camboya les ofrece la oportunidad de completar la adopción en tres o cuatro meses, siete veces menos que en cualquier otro país del Tercer Mundo. Otros padres, en cambio, no han vuelto a dormir bien ante la posibilidad de que sus hijos adoptivos no fueran realmente huérfanos.
Dale Edmonds adoptó a sus cuatro hijos en Camboya y ha ocupado muchos de los últimos meses buscando a sus madres biológicas ante la sospecha de que pudieran haber sido víctimas de las redes de tráfico. Esta mujer neozelandesa residente en Singapur cree que el 90% de las adopciones en Camboya es fraudulenta y ha creado una web para que otros no caigan en la trampa.
«En mi última semana en Camboya mi hija adoptiva señaló un edificio y dijo: «Mi familia vive ahí. Echo de menos a mis hermanas»», escribe Edmonds al recordar cómo descubrió que había sido engañada sobre el origen de su hija.
Resulta prácticamente imposible saber cuántos niños han sido vendidos desde que Lauryn Galindo, la ex bailarina que sumó una fortuna de varios millones de dólares gestionando adopciones en Camboya, empezó sus actividades poco después de que el Gobierno autorizara en 1989 la salida de sus huérfanos del país. Nadie duda de que no se trata de cientos, sino de miles de casos.
100 NIÑOS AL MES
En verano de 2001, unos meses antes de que EEUU impusiera una moratoria en todas las adopciones realizadas en Camboya, una media de 100 niños camboyanos eran entregados a parejas americanas cada mes. Aparte habría que sumar las cientos de adopciones anuales destinadas a Francia, Alemania, Inglaterra y otros países. En España no se tiene constancia de adopciones de niños camboyanos entre 1997 y 2002, según el Gobierno.
Ningún orfanato ha realizado más operaciones que el Asia Orphans Association (AOA), donde niños de tres años son perfectamente conscientes de su situación. Al recibir la visita de una pareja europea, unos días atrás, varios críos se aferraban a las piernas de ella gritando: «¡Mamá, llévame! ¡Mamá, llévame!». «Ya ve», se excusó el director del centro. «Quieren ir a Europa».
El refugio tiene internados a 121 niños y fue creado exclusivamente para gestionar adopciones con clientes estadounidenses. La mayoría de los niños procedían de dos aldeas vecinas que parecían sufrir una epidemia de abandonos.
En septiembre de 2001 la policía descubrió a 10 bebés y dos niños en dos casas de Phnom Penh después de la denuncia de una mujer que había vendido a sus dos hijos. Un día después Serey Puth, el dueño del AOA, un empresario estrechamente ligado a Galindo, presentó documentos que supuestamente demostraban que los pequeños pertenecían a su orfanato. Licadho cree que las casas eran centros de almacenamiento de bebés.
Puth nunca fue arrestado y los niños fueron internados en su orfanato después de que todos los testigos que lo habían denunciado se echaran atrás. «AOA es un paraíso para los niños que algunos han tratado de calumniar», asegura la mano derecha de Puth, su suegro Yo Sakhan.
Champei y Vanna, las dos jóvenes madres que entregaron a sus hijos a los traficantes engañadas, tuvieron más suerte. Llamaron a Licadho pidiendo ayuda, y meses de presiones de la ONG obligaron a la policía a buscar a los niños de las dos madres. Finalmente fueron encontrados: los tenía Sea Visoth.
Los jueces también dejaron en libertad a Visoth tras asegurar que el sospechoso sólo había querido ayudar. «¿Dónde iban a estar mejor, en este país o en Francia con una familia que los trate como reyes?», se pregunta el propio Visoth.
La decisión de EEUU de suspender las adopciones ha hecho algún daño a los traficantes, que ahora se centran en los países que no les ponen trabas. Mun, por ejemplo, asegura que el pasado año sólo entregó a siete niños, tres veces menos que en 2002.Si todos los gobiernos occidentales suspenden las adopciones, los niños realmente huérfanos perderán todas sus opciones de empezar una nueva vida. Si no lo hacen, los supermercados de bebés seguirán abiertos, todo un dilema.
La semana pasada, en una visita al orfanato Kien Klaing de Phnom Penh, junto al río Bassac, una pareja británica recorría las instalaciones. Su hija biológica, de ocho años, lloraba porque quería «dos hermanitos». «Sólo podemos elegir a uno», respondió su madre antes de fijarse en Sambath, un niño de tres años que se llevaron en brazos hasta la entrada del centro.
Sambath se quedó mirando mientras sus futuros padres se alejaban con la promesa de volver en cuanto arreglaran el papeleo. Las cuidadoras llaman a los elegidos, aquellos que finalmente logran marcharse, los «Bebés Suerte».
Los nombres de los niños y madres citados se han cambiado para salvar su intimidad
SI MADDOX HABLARA
Por FERRAN VILADEVALL
Parece que Maddox ha sido la solución a los males de Angelina Jolie. El pequeño de dos años, natural de Camboya y a quien su madre adoptiva llama cariñosamente «Madness» (locura), ha dado a la vida de la actriz, dos veces divorciada, un giro de 180 grados. Ahora todo es maravilloso. «Aunque he pasado un año sin follar», admitió en la televisión en una entrevista concedida a la periodista Barbara Walters.
Muchos, sin embargo, dudan que Jolie haya cambiado. Sobre todo por algunas de sus decisiones. «Puede que la gente piense que sea algo atrevido construir una casa en la selva», dijo hace unos meses sobre la residencia que tiene en Camboya construida encima de troncos y localizada en un campo de minas. «Encontramos 48», dice la actriz, que no se habla con su padre, el también actor Jon Voight.
Su afán por educar a Maddox en la cultura camboyana ha instigado a Jolie a hacer lo indecible. «Estoy aprendiendo mucho sobre budismo y le enseño cuanto puedo. Ha pasado mucho tiempo en templos con monjes». Además, mientras rodaba Tomb Raider 2 Jolie le enseñó a su hijo adoptivo algunas de las tradiciones culinarias camboyanas.«He comido cucarachas, larvas de abeja y grillos», asegura la actriz que alardea de su bravura para que Maddox recuerde sus raíces.
Cuando no están en Camboya, Maddox y su famosa madre viajan por todo el mundo. La actriz no concibe dejarle en alguna de sus mansiones -tiene casa en Inglaterra y Los Angeles-, mientras ella trabaja. Tampoco se le ocurre quedarse embarazada. «Si me quedara embarazada», ha dicho, «siento que sería perseguida por ese niño que podría haber sacado de un orfanato. Miro a mi hijo y pienso que si me hubiera quedado embarazada en esos días, ¿donde estaría ahora Maddox?».
De momento, en Marruecos, en compañía de su madre que se ha puesto a las órdenes de Oliver Stone para filmar Alexander con Colin Farrell. Veremos dónde estará cuando tenga edad para ir al colegio.La prensa inglesa especula con la posibilidad de que vaya a una escuela de pueblo, concretamente en Fulmer, dentro del condado de Buckinghamshire. «Me siento más conectada al mundo cuando estoy en Inglaterra que cuando estoy en EEUU», dice la actriz, embajadora de buena voluntad del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. «Cuando estoy en Norteamérica me siento muy desarraigada». «He empezado a beber té y me encanta la mostaza inglesa», admitió al Daily Mail, añadiendo que se hace traer estos «exquisitos» ingredientes de la gastronomía británica en sus viajes a Camboya.
Ah, si Maddox pudiera hablar… Quizás, aparte de protestar por la dieta, mencionaría algo sobre la quincallería que su madre le pone. En alguna foto se ha visto a Maddox con ajorcas para los pies. Según el presidente de la asociación de joyería camboyana de California, se trata de chang krang choeung, «unas argollas metálicas que ayudan a las madres a seguir los movimientos de sus hijos».
OTROS «MERCADOS»
Unos 9,5 millones de niños permanecen en orfanatos de países en desarrollo. China y Rusia son hoy los principales países desde los que llegan niños a Occidente, con estadounidenses, canadienses y españoles a la cabeza. Pero los procesos no son siempre transparentes.
Guatemala. Según los investigadores, en el país operan unas 40 bandas que compran o secuestran niños o contratan madres que alquilan el vientre. Son vendidos en el extranjero hasta por 20.000 dólares. Se estima que cada día se secuestra a seis niños.
Rumanía. En 1989 se dieron en adopción al extranjero 30 niños rumanos; al año siguiente, tras la caída de Ceaucescu, más de 10.000. Las irregularidades observadas han llevado a países como EEUU a imponer una moratoria a la adopción desde Rumanía y Camboya.
La India. Informaciones publicadas en la prensa extranjera hablan de niños cambiados por televisores o vendidos por 20 dólares.
Albania. Varios miles de menores fueron ilegalmente sacados del país en 2002 con fines como la prostitución y la adopción, según Human Rights Watch.