Es casi una ecuación: “No hay santidad si de un modo u otro no se atiende a los pobres, a los necesitados, a los que están un poco al margen de la sociedad”. Y en un mundo como el de hoy, herido por las guerras y la violencia, esta advertencia se aplica aún más: “El dinero se gasta en hacer armas, y no en producir alimentos”.
El celo de Mary MacKillop
La catequesis continúa el ciclo inaugurado el mes pasado sobre el tema del “celo apostólico”, centrado hasta ahora en figuras “ejemplares” de hombres y mujeres de todos los tiempos y lugares que han dado su vida por el Evangelio. Y después del misionero jesuita Matteo Ricci, del mártir coreano san Andrés Kim Tae-gon y de santa Teresa de Lisieux, la reflexión de hoy del Papa está enteramente dedicada a Mary MacKillop (1842-1909), santa australiana, fundadora de las Hermanas de San José del Sagrado Corazón, comprometida toda su vida en la formación intelectual y religiosa de los pobres de la Australia rural. Ejemplo, sobre todo, de una educación orientada al “crecimiento humano y espiritual” de los alumnos y no a “llenarles la cabeza de ideas”. Una visión, la de la santa, “plenamente actual hoy, cuando sentimos la necesidad de un ‘pacto educativo’ capaz de unir a las familias, a las escuelas y a toda la sociedad”, subrayó el Pontífice.
La educación, ‘una gran forma de evangelización’
Si podemos decir que “todo santo es una misión; es un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio”, Mary MacKillop lo ha sido especialmente a través de la fundación de escuelas.
Los pobres protagonistas
En particular, su celo por el Evangelio consistía en ocuparse de los pobres y marginados: “Y esto -señala el Papa- es muy importante: en el camino de la santidad, que es el camino cristiano, los pobres, los marginados son protagonistas y una persona no puede avanzar en la santidad si no se dedica también a ellos, de una manera o de otra. Pero son la presencia del Señor, los que necesitan la ayuda del Señor”.
Una vez leí una frase que me impactó; decía así: “El protagonista de la historia es el mendigo: ellos son los que llaman la atención sobre esta gran injusticia, que es la gran pobreza en el mundo. El dinero se gasta en hacer armas, no en producir alimentos. Y no lo olvidéis: no hay santidad si de un modo u otro no se atiende a los pobres, a los necesitados, a los que están un poco al margen de la sociedad”.
La educación no consiste en llenarse la cabeza de ideas
La misma conciencia impulsó a Mary MacKillop a “ir donde otros no querían o no podían ir”. El 19 de marzo de 1866, día de San José, abrió la primera escuela en un pequeño suburbio del sur de Australia. Siguieron muchas otras que ella y sus hermanas fundaron en comunidades rurales de Australia y Nueva Zelanda. “El celo apostólico es así: multiplica las obras”, señaló el Papa. “Mary MacKillop estaba convencida de que la finalidad de la educación es el desarrollo integral de la persona como individuo y como miembro de la comunidad; y que esto requiere sabiduría, paciencia y caridad por parte de cada maestro”.
Rechazo y oposición
No sólo entre los jóvenes, sino también entre los pobres, Mary MacKillop emprendió otras obras de caridad, empezando por la “Casa de la Providencia”, abierta en Adelaida para acoger a ancianos y jóvenes abandonados. “Mary tenía mucha fe en la Providencia de Dios: siempre confiaba en que en cualquier situación Dios provee. Pero esto no la libraba de las angustias y dificultades derivadas de su apostolado”. Tenía buenas razones para ello, observa Francisco: “Tenía que pagar las facturas, tratar con los obispos y sacerdotes locales, gestionar las escuelas y ocuparse de la formación profesional y espiritual de sus Hermanas; y, más tarde, problemas de salud. Sin embargo, a pesar de todo, mantuvo la calma, cargando pacientemente con la cruz que forma parte integrante de la misión”.
El santo ‘no se rindió en tiempos de prueba y oscuridad’: ‘Todos los santos han tenido oposición, incluso dentro de la Iglesia. Es curioso. Y ella también la tuvo”, dice el Papa. Incluso “cuando su alegría se vio empañada por la oposición y el rechazo”, MacKillop seguía convencida de que el Señor “pronto respondería a su grito y la rodearía de su gracia”. “Este es el secreto del celo apostólico”, señala el Papa Francisco.
Ejemplo para padres, profesores, catequistas
Que su ejemplo hable a los creyentes de hoy: “El discipulado misionero de Santa Mary MacKillop, su respuesta creativa a las necesidades de la Iglesia de su tiempo, su compromiso en la formación integral de los jóvenes nos inspiran hoy a todos nosotros, llamados a ser fermento del Evangelio en nuestras sociedades en rápida transformación”, es el deseo del Pontífice.