Guerras olvidadas: África: Sudán: Guerra civil

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China e Irán suministran Armas al Norte a cambio de petróleo y alimentos. Otros tratados unen al Sudán islámico con Estados Unidos, Francia, Canadá y Alemania. Exporta más del 30% de sus alimentos a Europa a cambio de ayuda técnica militar. China, Malasia y Canadá forman el consorcio petrolífero “Great Nile Petroleum Operating Company”.


 

Sudán rico en petróleo, con una salida al Mar Rojo y regado por el Nilo, posee la tierra fértil como para poder alimentar con creces a toda su población.

Desde su independencia de la dominación colonial británica y egipcia, en 1956, la República de Sudán se encuentra inmersa en una guerra civil, que ha causado 2 millones de víctimas mortales y ha provocado el desplazamiento de 4,3 millones de personas en los últimos 16 años. El conflicto entre un Norte Islámico y un Sur cristiano y multi-étnico.

China e Irán suministran Armas al Norte a cambio de petróleo y alimentos. Otros tratados unen al Sudán islámico con Estados Unidos, Francia, Canadá y Alemania. Exporta más del 30% de sus alimentos a Europa a cambio de ayuda técnica militar. China, Malasia y Canadá forman el consorcio petrolífero “Great Nile Petroleum Operating Company”.

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Claves del conflicto

Sudán, con una superficie de 2,5 millones km2 y una población de 27 millones es el segundo país más grande de África. Rico en petróleo, con una salida al Mar Rojo y regado por el Nilo, posee la suficiente tierra fértil como para poder alimentar con creces a toda su población. La realidad, no obstante, es que Sudán es uno de los países más pobres del mundo.

Desde su independencia de la dominación colonial británica y egipcia, en 1956, la República de Sudán se encuentra inmersa en una guerra civil, que ha causado 2 millones de víctimas mortales y ha provocado el desplazamiento de 4,3 millones de personas en los últimos 16 años.

El motivo principal del conflicto es el enfrentamiento entre el régimen islamista del norte y el movimiento rebelde, el EPLS (Ejército Popular de Liberación de Sudán) del sur. Mientras el régimen del norte, liderado por Omar al Bashir, que accedió al poder el 30 de junio de 1989 mediante un golpe de Estado, pretende convertir el país en un Estado islámico, el EPLS lucha por la independencia del sur, que cuenta con una población mayoritariamente cristiana y multiétnica. La región del norte está económicamente más desarrollada, pero tiene pocas materias primas y recursos naturales, como por ejemplo el petróleo y el agua, cuyos yacimientos se encuentran principalmente en el centro del país, en la imaginaria frontera entre el norte y el sur y, por lo tanto, disputada por ambas partes.

Un 35 por ciento de la población de Sudán, que se distingue por su diversidad étnica y religiosa, vive en el sur, mientras que un 65 por ciento se ha asentado en el norte, sin que por ello existan zonas claramente diferenciadas por etnias.

Los dos bandos enfrentados en esta guerra civil obtienen apoyo político, militar y logístico de numerosos países, lo que no solamente impide el cese de las hostilidades sino que atiza la guerra. Así, por ejemplo, la República Popular de China, en cooperación con Irán, suministra armas a Sudán del Norte a cambio de petróleo y/o productos alimenticios. Asimismo mantienen tratos comerciales con Sudán países occidentales como Francia, Estados Unidos, Canadá y Alemania. En la construcción del oleoducto de Sudán, el más largo de África y con desembocadura en el Mar Rojo, inaugurado en mayo de 1999, ha participado una empresa alemana, mientras que China Malasia y Canadá han formado el consorcio petrolífero “Great Nile Petroleum Operating Company”. Actualmente, Sudán del Norte, en un claro signo de salir de su aislamiento internacional, al que ha sido sometido a causa de su dictadura de tintes islamistas, exporta, aparte del petróleo, más del 30 por ciento de sus productos alimenticios a la Unión Europea a cambio de ayuda técnica y militar.

El lento avance de Sudán hacia una nación petrolífera permite al régimen dictatoria del norte llevar a cabo una política de expansión internacional que incluye a todos los países vecinos involucrados en esta guerra.

En mayo de 1999, Sudán firma un acuerdo con Eritrea para el restablecimiento de relaciones con este país, que hasta entonces había sido el bastión de la oposición armada de Sudán. Asimismo intenta ganarse a su poderoso vecino egipcio, aliado fiel de Estados Unidos y partidario de un Sudán unido. El presidente al-Baschir pretende, por otro lado, convertirse, junto con Etiopía, en el motor de desarrollo económico de la región. Su conformidad dada al referéndum sobre el futuro del sur de Sudán, previsto para el año 2001, tiene como objetivo unir económicamente el sur con el norte.

La población, no obstante, lejos de poder disfrutar de un mayor bienestar gracias a los ingentes ingresos petrolíferos, vive en condiciones infrahumanas. A las numerosas víctimas civiles, provocadas por la acción directa de la guerra, se suman las miles de personas que todos los meses mueren de inanición por culpa, entre otros, de las actividades de los señores de la guerra que impiden una mejor y mayor distribución de los alimentos enviados por las organizaciones humanitarias. Por otro lado, el número de esclavos, vendidos públicamente en Sudán del Norte, se cifra, según las últimas estimaciones, en unos 40.000.

Sudán es el triste ejemplo de un país africano multiétnico, que en la era de la post Guerra Fría parece perderse en una espiral de violencia, alimentada por los intereses de las grandes potencias económicas.

Las diversas conversaciones de paz entre los representantes de los rebeldes del sur y los delegados gubernamentales fracasaron sucesivamente, aunque el proceso de paz en curso actualmente tiene posibilidad de éxito, dada la reorganización del mundo a partir del 11-S.

Antecedentes y evolución del conflicto

En 1953, ingleses y egipcios, los señores coloniales de Sudán desde 1899, firman un acuerdo en Jartum, la capital oficial del país, en el que se garantiza la total independencia de Sudán en el plazo de tres años.

Sin embargo, ya en 1955, el Gobierno de transición recibe fuertes presiones por parte de los islamistas radicales y en 1956 estalla la primera guerra entre el norte y el sur del país. John M. de Garang, líder del EPLS, organiza la resistencia del sur y emprende la lucha armada contra el régimen de Jartum.

A raíz de ello se desata un conflicto sangriento que sumerge en la miseria a ambas partes de Sudán. En 1964 el presidente Abbud, aupado al poder en 1958 mediante un golpe de Estado, es derrocado. En 1969 se constituye en el sur un Gobierno rebelde, presidido por John M. De Garang, lo que reactiva la guerra civil, causando la muerte a centenares de miles de personas. Sin embargo, la primera puerta a la esperanza se abre en 1972 con la firma de un acuerdo de paz, en Addis Abeba, entre ambas partes en conflicto, que establece, junto con el alto el fuego, el derecho a la autodeterminación del sur de Sudán. El acuerdo significa un paso importante en la pacificación del país y le procura una calma relativa durante 11 años.

En 1980, sin embargo, el gobierno democrático de Nimeiri, debilitado por graves problemas económicos, que se agravan con la decisión de la OPEP de aumentar el precio del petróleo, recibe presiones por parte del partido islámico radical FIN (Frente Islámico Nacional, presidido por Hassan el-Turabi), lo que provoca la desestabilización del sistema democrático. No obstante, el problema desemboca en una crisis abierta cuando el sur de Sudán reivindica la división de esta zona en tres provincias. El norte reacciona con la derogación de la autonomía del sur, ratificada en 1972. En 1983, el general Omar-al Bashir, presidente de Sudán del norte, promulga en todo el país las crueles “leyes de septiembre” que prevén castigos draconianos, como por ejemplo la amputación de las extremidades en caso de robo, lo que provoca un nuevo rebrote de la guerra civil. En 1989, un golpe de Estado que instaura un régimen revolucionario islámico en el norte y la implantación, en 1991, de la sharia, la ley islámica, alimenta todavía más la guerra. Es a partir de entonces que el conflicto, surgido a consecuencia de la lucha por el agua, el petróleo, la tierra cultivable y los conflictos étnicos, deriva también en una guerra religiosa. Acontecimientos posteriores, como el derrocamiento del presidente etíope en 1991 y la consiguiente pérdida de apoyo al EPLS, la proclamación de la djihad (guerra santa) contra el sur, así como la escisión del EPLS en EPLS-Torit (Garang) y MLPS-Unido (Machaba) no son suficientes para imponer el cese de las hostilidades. Según los observadores internacionales, la guerra se perpetuará mientras las facciones enfrentadas reciban, entre otros, armamento y apoyo logístico de la comunidad internacional. Sólo el número de minas de fabricación extranjera se eleva a 1 millón (Country Report Sudan, ONU 1997).

Hoy en día, Sudán es un país fragmentado, un campo de batallas múltiples, donde los grupos armados que luchan entre sí están, a su vez, divididos en facciones lo que debilita al país en su conjunto y aumenta pavorosamente la cifra de las personas que mueren de inanición, a pesar de la creación de organismos de ayuda humanitaria como, por ejemplo, la OLS (Operation Lifeline Sudan), dependiente de la ONU, y la inyección de billones destinados a luchar contra las enfermedades y las hambrunas.

El gran perdedor de esta guerra salvaje, es sin duda la población civil de este Estado multiétnico, que se encuentra una y otra vez atrapada entre los diversos frentes. Aparte de sufrir hambrunas, deportaciones y asesinatos, es sometida a torturas y maltratos. El régimen del norte, por ejemplo, lleva a cabo verdaderas cazas humanas contra los Nuba, una etnia indígena asentada en esta parte del país, con el fin de venderlos como esclavos, ejecutarlos o someter a las mujeres a violaciones.

Los rebeldes del sur, por su parte, también recurren a métodos brutales, como la reclutación forzosa de niños, deportaciones de etnias enteras y ejecuciones arbitrarias de supuestos colaboradores del régimen islamista, para asegurar su poder y autoridad y para conseguir sus objetivos de la forma más rápida y eficaz.

Condiciones actuales

Tras el 11 de Septiembre, Estados Unidos comienza su mediación en el conflicto sudanés patrocinando unas conversaciones que conducen a la declaración de una tregua por seis meses en la región de los montes de Nuba (Sudán central), en enero de 2002, y a un acuerdo de libre tránsito de la ayuda humanitaria. En julio 2002 se inician las conversaciones de paz en Machakos, cerca de la capital de Kenya, entre el Gobierno de Omar al-Bashir y el Ejército Popular para la Liberación de Sudán (EPLS). Estas negociaciones concluyen en su primera fase con la firma de un importante protocolo de acuerdo el 20 de julio, en el que se establece un alto el fuego, el compromiso de negociar una nueva organización política en Sudán y un referéndum de autodeterminación. El acuerdo también supone el compromiso de abrir un período transitorio de seis años, durante el que el Sur va a contar con un Estatuto de autonomía y la sharia (ley islámica) no se aplicará en esta zona.

Este anuncio es considerado como un respaldo a las tesis del EPLS y una muestra de que las autoridades sudanesas están comenzando a responder favorablemente a las coordenadas estratégicas de Estados Unidos, cuyas relaciones con Jartum venían experimentando un notable progreso desde hacía tiempo.

Al acuerdo de Machakos I, sigue la Ley para la Paz en Sudán (Sudan Peace Act), Machakos II y Machakos III. En este último, del 18 de noviembre de 2002, se pacta un reparto de las riquezas del país.

La presión de Estados Unidos es un factor esencial en el afianzamiento de las negociaciones de paz. Quedan, no obstante, importantes puntos sin determinar. Políticamente, el Sur ha solicitado una presidencia rotatoria del país: los tres primeros años del período transitorio, el presidente sería Omar Al Bashir y los tres siguientes, el líder de los rebeldes, John Garang. En caso de que se rechace la presidencia roatoria, el Sur reclama copresidencia, en la que Garang, teóricamente vicepresidente, tenga veto sobre las decisiones del presidente. Económicamente, mientras el Norte ofrece al Sur sólo el 10% de los ingresos petrolíferos, el Sur ha declarado que no aceptará menos del 60%, ya que casi todos los yacimientos están en el sur. Existen, además, otros factores tanto externos como internos que debilitan el proceso de paz, porque el conflicto sudanés tiene ya poco de doméstico y mucho de regional. Aparte del Gobierno sudanés y del EPLS interfieren en el conflicto Etiopía y Eritrea, que apoyan a los rebeldes, y la Agrupación Nacional Democrático (AND), una asociación de fuerzas opositoras sudanesas que engloba a tendencias y sectores muy diversos. Ofensivas lanzadas por la AND, que entorpecen el proceso de paz, hacen suponer apoyos exteriores, como Egipto, que no desean una partición de Sudán, porque dificultaría el control de los recursos hídricos del Nilo.

Por lo tanto, son muchos los actores regionales e internacionales que aspiran a influir en el resultado de las negociaciones de paz, con lo que también aumentan los factores de riesgo. Para llegar a la firma de un acuerdo de paz, esperado para agosto 2003, se han de superar todavía muchos obstáculos, entre ellos, la calculada ambigüedad de John Garang con respecto a la secesión y sus supuestas ambiciones de desempeñar una función relevante en todo el país, que excede su protagonismo en el sur. Por otra parte, las declaraciones de los líderes sudaneses con respecto al proyecto de autonomía y el posterior referéndum de autodeterminación, para el que han dado a entender que el deseo de las gentes del sur será el de seguir unidos al norte, no invitan a un optimismo excesivo.

Última actualización: Junio 2003
fuente CIDOB