Por XAVIER MAS DE XAXÀS
Durante los años que estuvo en el Pentágono, McNamara fue el hombre más poderoso del mundo. El ex secretario de Defensa de Estados Unidos predice un holocausto nuclear si la civilización no cambia de rumbo. Robert McNamara, secretario de Defensa norteamericano entre 1961 y 1967 y “arquitecto” de la guerra de Vietnam, subió a la tribuna del Fòrum para reconocer que está avergonzado por la intervención de su país en Iraq y pedir disculpas por la destrucción causada. También criticó la detención en Guantánamo de cientos de prisioneros, que no tienen ningún derecho. Esa fue toda su aportación intelectual al mayor conflicto militar del presente. La conferencia que tenía preparada para el diálogo “El món avui” repitió un mensaje antiguo: Vivimos un momento crucial en la historia de la humanidad; tenemos la capacidad de destruir la civilización; y hay una probabilidad muy alta de que acabemos haciéndolo si no rectificamos.
McNamara, de 86 años y jubilado de cualquier gestión política desde que salió del Pentágono, tuvo una mañana apocalíptica lanzando opiniones como que “vamos camino de la destrucción. No sé cuándo, pero sé que acabará sucediendo si seguimos igual”.
McNamara habló de la crisis de los misiles que a punto estuvo de provocar una guerra nuclear. “Fue de un pelo”, dijo. Trece días de octubre de 1962 sobre los que todo se sabe. No quiso ahondar, sin embargo, sobre la guerra de Iraq, que tantos paralelismos levanta con la de Vietnam.
Durante los años que estuvo en el Pentágono, McNamara fue el hombre más poderoso del mundo. Él decidía sobre la vida y la muerte de millones de personas. Su experiencia lo convierte en un cualificado analista de lo que hoy sucede en el Pentágono e Iraq.
Su paso por el Fòrum, en este sentido, ha sido una ocasión perdida. El público que fue a verlo sólo dispuso de diez minutos para hacerle preguntas, y ninguna fue sobre Iraq y Vietnam. McNamara, por su parte, canceló una rueda de prensa y sólo quiso hablar con un diario, negando al grueso de la ciudadanía el derecho a saber cómo es posible que el Pentágono cometa hoy los mismos errores de entonces.
Hace una semana, un analista de “The Washington Post” comparaba al secretario de Defensa Donald Rumsfeld y su incapacidad para ver la realidad en Iraq con lo ciego que estuvo McNamara con lo que sucedía en Vietnam. Rumsfeld, por ejemplo, frente al escándalo de las torturas ha dicho que “el sistema funciona”. Del mismo modo, durante el “reinado” de McNamara se acuñó la idea de que “debemos destruir una aldea para poder salvarla”.
McNamara reconoció hace ocho años que en Vietnam “cometimos un error, no de valores e intenciones, sino de juicio y capacidades”, mientras que hoy la Administración Bush defiende la ocupación de Iraq con argumentos morales. La destitución de Saddam Hussein debían permitir el progreso, la democracia y la libertad del pueblo iraquí.
McNamara sostiene en su libro “In retrospect”, publicado en 1996, que la política exterior del presidente Johnson “tenía un fundamento moral”. Sobre esta moral murieron más de dos millones de vietnamitas y 60.000 soldados americanos. McNamara recomendó a Johnson una solución negociada en Vietnam, pero no dimitió cuando el presidente decidió seguir adelante. Colin Powell, secretario de Estado, se encuentra hoy en una situación similar. Es crítico con la campaña en Iraq pero se mantiene fiel a Bush. McNamara tiene unos ojos pequeños dentro de una cabeza cuadrada, que transmiten tantas dudas como seguridades. Son el reflejo de las contradicciones que han marcado la vida de un hombre que tuvo la capacidad intelectual de comprender la inutilidad de Vietnam, pero que no evitó la guerra. Verlos a corta distancia fue lo más cerca que estuvimos ayer de su verdad. Iraq definirá la política exterior de Estados Unidos en las próximas décadas igual que hizo Vietnam en los años 60. McNamara puede iluminar las incertidumbres del presente, pero el Fòrum no se lo pidió, y él se fue anunciando el holocausto nuclear.
Notas de Solidaridad.net
Robert McNamara, que fue ministro de Defensa de Estados Unidos, miembro de la Trilateral,del CFR y del Club de Bilderberg, responsable en gran parte de la guerra de Vietnam, después durante largo tiempo presidente del Banco Mundial, sostenía que era más útil invertir un dólar en control de la natalidad que diez dólares en ayuda al desarrollo. Es un claro exponente de la política antinatalista .
Han sido hombres como McNamara quienes más han impulsado la aceptación del aborto, los que lo han impuesto como algo conveniente para el dominio del capital multinacional.
Defendió que la explosión demográfica era el mayor obstáculo para el progreso de Iberoamérica y dijo que el Banco Mundial otorgaría prioridad en sus préstamos a los países que aplicaran planes de control de la natalidad. En una conferencia en 1977 afirmaba:
“Los gobiernos debe mejorar el acceso a los medios de control de la fecundidad tanto cualitativamente como cuantitativamente, es decir, deben proporcionar mas y mejores servicios a un mayor número de personas. En la práctica esto exige:
Proporcionar una amplia selección de anticonceptivos actuales: píldoras, preservativos y dipositivos intrauterinos, así como la esterilización y, donde la sociedad así lo desee, el aborto provocado…”