PRESTA ATENCIÓN: Nuevo libro de Ed. Voz de los sin Voz

Detrás de la atención también se encuentran  las grandes preguntas a la que nos aboca nuestra existencia

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“¡Socorro! ¡Están secuestrando mi atención!”

 Un padre va de paseo con un niño de pocos meses, suficientes como para que el niño vaya incorporado, sentado, no tumbado. Es primavera, hace buen tiempo y el niño ya no va tapado. Se le ve despierto, moviéndose, mirando hacia un lado y hacia otro impulsivamente, pataleando suavemente, manoteando,  curioseando acá y allá. Sus ojos se hallan en plena persecución de estímulos nuevos. Todo normal, natural, como tiene que ser. Es lo propio de un niño que no recibe de momento señales internas que le indiquen algún malestar por los que tenga necesidad de protestar, gritar o llorar. Va tranquilo, satisfecho, seguro, incluso sonriendo. Hace pruebas variadas con el sonido que emite su garganta y articulan sus labios en su ansioso deseo de comunicarse. Su atención se está ejercitando, entrenando. Se encuentra en pleno proceso de aprendizaje, en pleno desarrollo del cableado neuronal que permita un funcionamiento adecuado de todos los sistemas propioperceptivos y perceptivos.

El padre, sin embargo, presenta otra estampa. Va con auriculares de casco, conectado al móvil. Con gafas de sol. Embebido en las notificaciones de ese “ladrón” de la atención que llevamos pegado a la piel dentro del bolsillo del pantalón. El niño al que pasea, que no reclama de momento ningún cuidado, no existe para él. La calle, los coches, las casas y las personas que pasan a su lado, no existen. De reojo debe ir pendiente de que ni él ni el carro tropiecen. Esa es la escasa atención periférica que ejerce, una atención débil semiautomática, que apenas le consume energía.

Se para en una terraza a tomar una cerveza. El niño da ahora muestras de nerviosismo, no está a gusto, lloriquea, protesta a su manera. El padre, que sin dejar los cascos a un lado, se da cuenta, tiene la solución perfecta para que “el robo de su atención” que se está perpetrando no tenga ningún contratiempo. Le saca una tablet con dibujos, eso sí, de niños pequeños. Y se la conecta frente a sus ojos con una inclinación perfecta para la que las solapas de su tapa están preparadas. Puedo imaginar el grito sordo del cerebro del niño: “¡Socorro! ¡Están secuestrando mi atención!.”. Pero nadie le escucha. Y menos el padre. El niño poco a poco calla, se queda con la mirada fija, embobado, frente a su pantalla (él no puede aún tomar cerveza). El movimiento cesa, paralizándose poco a poco. Además de embobado se queda embotado. Ninguna pastilla tiene un efecto tan rápido y eficaz.

La imagen, que es real, es muy elocuente y tiene, a mi entender, una fuerte potencia simbólica para explicar todo lo que ocurre en torno a la atención. Este es el esfuerzo que te voy a pedir después de leer este trabajo. Qué puedas explicar las consecuencias de esta imagen, demasiado habitual ya. De fondo, la pregunta: ¿Qué está ocurriendo con la atención? O lo que es lo mismo: ¿Qué consecuencias de todo tipo implica esto que está ocurriendo con la atención?

 La atención en la encrucijada de nuestro cambio de época

 La atención es un tema que ha pasado a tener plena actualidad por lo que deducimos de la cantidad de estudios y reflexiones que está suscitando. Aunque, según algunos de los autores que aquí mencionamos, el tema no ha empezado a preocupar ahora. Los problemas de atención vienen de lejos.

Para nosotros, militantes del Movimiento Cultural Cristiano que formamos parte de un grupo de reflexión profesional en el ámbito educativo, se puso en el punto de mira por contundentes razones prácticas: de un tiempo a esta parte no hay profesor  con el que hables – sea del nivel que sea- que no te describa entre los principales obstáculos para dar una clase ya no la falta de atención sino la incapacidad manifiesta para ejercer, llamémosla así, esta facultad. Nos habíamos adentrado en el mundo de las pantallas y su incidencia en las nuevas generaciones, aquellas que han nacido ligadas a la era digital. Estábamos perfilando las diferentes caras de ese tema y, como no podía ser de otra manera, se puso de manifiesto la sedicente relación existente entre la inmersión en el mundo digital de las pantallas y la atención. Y lo que iba destinado a ser un capítulo más de un tema de por sí controvertido, acabó manifestándose como una piedra angular.

Por la evidente complejidad que tiene cualquier tema y también la perentoria necesidad de que lo que reflexionemos llegue de forma sencilla (sin que sea superficial) a todos los que se topan con esta problemática, ofrecemos estos apuntes de consulta rápida. No teníamos la intención de escribir, por tanto, un trabajo doctoral, sino más bien un trabajo práctico y divulgativo. Hemos manejado un número de libros y artículos lo suficientemente relevantes como para atrevernos a compartir estos “apuntes” con vosotros.

En uno de los libros de los que nos hemos servido, El eclipse de la atención, recopilación coordinada por Amador Fernández-Savater y Oier Etxeberría, se centraba muy bien el tema:

“Disminución de la capacidad de concentración, trastornos de hiperactividad en la infancia, percepción generalizada de un tiempo que se acelera, relaciones ansiosas con las nuevas tecnologías, recurso a pastillas y a todo tipo de terapias para «parar la cabeza» y aprender a vivir como sea aquí y ahora… ¿Qué está pasando? ¿De qué nos hablan estos «desórdenes de la atención»?

El colapso atencional se encuentra en la encrucijada entre algunas tendencias clave del mundo actual: la economía que convierte la visibilidad en la mercancía más valorada, las formas de trabajo precarias y multitarea, el zapping y el scroll como modos de relación con las cosas, el horror vacui contemporáneo. La crisis de la atención es, seguramente, la que puede revelar con mayor precisión de qué está hecha la sociedad en que vivimos”

 Tratar de orientarnos en la complejidad del asunto implica un esfuerzo didáctico importante para que aparezcan al menos bien esbozadas las principales caras de esta poliédrica cuestión tal y como pone de manifiesto la cita destacada. La atención tiene una obvia dimensión personal (que no individual) en la que habrá que dejar hablar a los enfoques neurocientíficos, tan en boga también, pero no sólo.

En la dimensión personal ya es muy difícil atribuir a una “especialidad científica” ningún tema. Podemos ciertamente destacar en la atención su referencia a la psicología cognitiva, tratando de explicar el cómo del funcionamiento de esta facultad y los procesos neurocerebrales que implica (eso será el objeto del primer capítulo). Pero hasta para este objetivo la propia psicología no puede prescindir de abordar nuestras dimensiones afectivas, relacionales, ambientales, y hasta políticas. No hemos aterrizado el tema en su enfoque  psicoanalítico. Lo tenemos pendiente y estamos en ello. Según este último enfoque cabe, por ejemplo, indagar en las consecuencias de un “yo- consciente” y un “inconsciente” incapaz de autogenerar, por ausencia de atención- que tanto tiene que ver con la memoria y la identidad-  un auto-relato que nos identifique, que haga plausible relatar nuestras propias memorias biográficas.

Pronto se ponen de manifiesto, por lo tanto, dimensiones del abordaje de la atención que tienen que ver con la organización de la vida social. Y nos percatamos que el ámbito de las relaciones primarias, es decir, el de la primera socialización (la familia) es fundamental para entender cualquier desarrollo bio-orgánico personal y para entender el devenir del proceso de desarrollo cognitivo. Y, en consecuencia, si queremos analizar bien qué está pasando en este proceso aún primario del desarrollo de la atención,  tampoco podemos prescindir del andamiaje estructural tanto socioeconómico como sociopolítico. El robo, el eclipse, el colapso, la hiperestimulación de la atención (o cómo sea necesario describirlo) tiene que ver con “el capitalismo de la atención”, con la precariedad del empleo, con las condiciones de la vivienda… y tiene que ver con la fragilidad y la debilidad en la que se encuentra el bien común y la solidaridad en la vida política, en nuestras democracias. De ello vamos a hablar aquí: de la acaparación de la atención como materia prima lucrativa y de la desatención controlada -que es la otra cara de la moneda- como condición, no sólo para el negocio de las alienaciones y las adicciones sino para un ejercicio de un poder totalitario y autocrático. Una organización política de la convivencia  que no cuenta con personas de mirada atenta, de mirada crítica y, por tanto, de pensamiento crítico, nunca podrá ser democrática. Los apuntes sobre este aspecto están en el capítulo segundo.

En el fondo, en lo más profundo, abordar la atención es abordar ciertamente una de las claves más importantes para poder cuestionar lo específico de nuestra naturaleza humana. Detrás de la atención también se encuentran  las grandes preguntas a la que nos aboca nuestra existencia. Sin atención, en este sentido visceralmente filosófico, la persona no es capaz de entenderse o, en sintonía postmoderna, no pasa de ser más que un torbellino de vivencias desarboladas y desgajadas que conducen irremediablemente al suicidio existencial (metafórico o literal). Sin atención seremos incapaces de generar los vínculos necesarios que den sentido a las acciones. Mi voluntad, desbocada, hiperactiva, elevada a categoría absoluta (hacer, hacer, hacer… no parar, producir, estar a la altura, ganar, llegar a tiempo y a ser posible el primero,… porque es mi derecho), sin mi atención (pararse, distanciarse, mirar a los ojos, permanecer, persistir,… para poder ver, entender, contemplar, embeberse de la belleza y llorar con la tristeza, cuidar,…) me aniquila. Os pedimos una especial sensibilidad a este penúltimo capítulo del trabajo. De la mano de algunos “filósofos” de nuestro tiempo, que recogen tradiciones y corrientes de pensamiento amplias de la historia de la filosofía, nos detenemos en la importancia que tiene este tema para que toda la vida cobre sentido, que es en definitiva el anhelo más profundo que nos mueve.

Concluimos de la mano de Simone Weil, la gran filósofa de la atención. De la atención y de la espera. De la espera atenta. Y con ella, aunque ya nos ha preparado el capítulo anterior, nos asomamos a la atención como contemplación que es, nada más y nada menos, lo que para muchos constituye la “actividad” primordial a la que estamos vocacionalmente llamados. No hemos querido- todo lo contrario- prescindir de esta dimensión trascendente, incluso religiosa, de la atención. De forma contundente, proclamamos con Josep María Esquirol- otro de los filósofos aludidos, al que hemos tenido la oportunidad de conocer, y con el que hemos podido dialogar- : ¡Felices los que prestan atención! 

Manuel Araus

 

Libro nº 847 – Colaboración económica 1,5 euros

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