MITOS POLÍTICOS

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El poder real del pueblo exige el protagonismo de éste sobre su proyecto común de convivencia, la gestión directa en sus asuntos, su plan de ordenamiento para la vida en sociedad. Gestión del pueblo no tiene nada que ver con representación ni con participar…


Por Nayra Pérez Hernández
Las Palmas de G.C.

El lenguaje es un arma, no es novedad, ensuciada, utilizada… No hay que tener miedo a la verdad, es necesaria para la justicia y la convivencia. No hay que tener miedo al lenguaje, debemos llamar a las cosas por su nombre. Enfrentarnos a la mentira de la «democracia» en que vivimos y que hemos aceptado es una tarea fundamental que debemos entablar como ciudadanos, como miembros de una sociedad, seres políticos de esta «ciudad» en la que ningún problema nos es indiferente, más en estos días de campaña.

Una de las mentiras más falaces de nuestro tiempo es la de la existencia de democracia. Sólo basta una ojeada al diccionario: «gobierno del pueblo». Que no nos engañen, no hay democracia, aunque se ha impuesto el convencimiento de que sí, y que, por tanto, no es necesaria ninguna acción por un nuevo orden social.

En primer lugar, «democracia» no es un concepto acabado, como si bastase tener una constitución y elecciones cada 4 años… se construye día a día, tiene unos fundamentos irrenunciables (protagonismo del pueblo, diálogo, igualdad…). Más mitos:

  • No es un regalo, caído del cielo de la Transición, (¿traición?), hay que «sudarla».
  • No existe democracia si no igualdad de derechos y oportunidades, si no se responde a las necesidades de todos y si no la hay en todos los planos.
  • Las elecciones no garantizan que haya democracia (Hitler subió al poder desde las urnas), más si tenemos en cuenta al 60% de abstención, el cachondeo de los pactos, el sistema electoral, las listas cerradas…
  • La democracia, como poder real del pueblo, nunca ha podido ser bien vista por los poderosos, que nos dejan sólo el papel de participar, y se pelean por representarnos (qué generosidad).

Debemos empezar a hablar de democracia formal. El poder real del pueblo exige el protagonismo de éste sobre su proyecto común de convivencia, la gestión directa en sus asuntos, su plan de ordenamiento para la vida en sociedad. Gestión del pueblo no tiene nada que ver con representación ni con participar. Pero se impone la mentalidad de que es imposible la democracia, que el pueblo es incapaz de decidir sobre lo que es suyo, (educación, sanidad… por tanto, vivimos en totalitarismo, los listos mandan a la mayoría.

Para ello, no sólo deben ponerse en marcha cauces para la gestión directa de todos, se hace necesario educación para la democracia, lo que exige la promoción real, integral, personal y colectiva. Es posible la democracia, como lo demuestran diversas experiencias en la historia, aunque se oculten y nieguen. Con sus contradicciones y fallos, los atenienses, sin tecnología, lograron democracia real. El término «idiota» se usaba en la antigua Grecia para designar a los que no participaban en la vida pública, el apolítico, porque negaba su esencia social, en definitiva, política.

Es posible, es necesaria la democracia. Ya es hora de que los ciudadanos la exijamos, pues no lo harán los políticos, más, cuando los partidos se han convertido en santuarios de impunidad, en que nadie responde ni debe responder por nada (sueldos, ingresos-financiación, gastos en organización, subvenciones, tratos de favor, alianza con la banca, no dar cuenta de lo prometido…) ¿Cuántos partidos cuestionan, son algo «críticos», nuestra democracia? ¿Por qué?