A pesar de su gravedad, de las decenas de miles de muertos al año por el mal de Chagas, del conocimiento que se tiene de la enfermedad, de lo sencillo que es encontrar medicinas que lo curen, del hecho de que esté localizado el agente que la produce no hay voluntad política para erradicar una enfermedad de los empobrecidos… La vinchuca sobrevive entre la paja y el barro, entre los materiales con los que se construyen las casas de los más pobres, y se desarrolla en las peores condiciones de salubridad. Esto circunscribe la enfermedad, y quienes la padecen, a una clase social pobre, desfavorecida, aislada y sin voz. Y resta interés a la hora de eliminarla, por sencillo que fuese. Se ha convertido en una enfermedad de pobres, en una enfermedad que dura ya un siglo, que no interesa diagnosticar porque es más rentable hacer como si no existiese. Y, como decía el escritor uruguayo Eduardo Galeano respecto a las enfermedades, el mal de Chagas «no estalla como las bombas, ni suena como los tiros. Como el hambre, mata callando. Como el hambre, mata a los callados: a los que viven condenados al silencio y mueren condenados al olvido".
La vinchuca o chinche selvático, también conocido por los doctores y científicos como «triotoma», es un minúsculo insecto de tres milímetros de longitud, que vive de noche y se alimenta de la sangre de hombres y animales. Su existencia y la de la enfermedad que transmite, el mal de Chagas, fue descubierta hace casi un siglo (1909) por el doctor que le da nombre, Carlos Chagas, ante la suspicacia y la desconfianza de la comunidad internacional. La incredulidad inicial hacia el descubrimiento de este doctor brasileño y los posteriores avances de Salvador Mazza (doctor argentino que terminó de definir la enfermedad, su forma de contagio y su posible carácter endémico) se ha transformado ahora en indiferencia.
En la actualidad, según la ONG Médicos Sin Fronteras, esta enfermedad mata a 43.000 personas al año en América Latina y se ha convertido en una endemia en importantes zonas del continente. Además, 18 millones de personas son portadoras del virus.
Conocida como la hermana pequeña de la malaria, el mal de Chagas es una enfermedad parasitaria transmitida por las deyecciones del triotoma cuando pica sobre la piel de un ser humano. Esta vía es la responsable del 80 por ciento de las infecciones. El resto, se transmite por vía materna, a través de la leche de una madre infectada. La transmisión de persona a persona no existe, lo que facilita la lucha para su eliminación.
En caso de desarrollarse, la enfermedad ataca a los órganos vitales del cuerpo infectado (corazón, intestinos o sistema nervioso) y provoca, entre quienes la sufren en grado agudo o crónico, lesiones invalidantes y un lento deterioro que conduce a la muerte. Una quinta parte de los afectados muere prematuramente por alguna dolencia (generalmente cardiaca) relacionada con la enfermedad de Chagas.
Sin embargo, casi un siglo después de haber sido descubierta, en la mayoría de los casos la enfermedad sigue sin ser diagnosticada. Esto supone un problema adicional puesto que los dos medicamentos que existen (el nifutimox y el benznidozol) son eficaces sobre todo durante los primeros años de la enfermedad. Además, estos medicamentos, que datan de la década de los sesenta y que tienen fuertes efectos secundarios, se han quedado obsoletos.
Dada la falta de prevención y la escasa voluntad de los gobiernos por acabar con esta enfermedad, el mal de Chagas se ha extendido desde Estados Unidos hasta Tierra de Fuego. Sin embargo, su propagación es desigual y sólo en determinadas regiones de ciertos países la enfermedad ha alcanzado el grado de endémica. Por endemia entendemos una enfermedad que afecta a un número importante de personas, durante un periodo de tiempo fijo o permanente y en un territorio concreto. De ahí que se hable de enfermedad endémica en un país o en determinadas regiones del mismo. Así ocurre, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en regiones de El Salvador, México, Guatemala, Honduras, Costa Rica, Panamá, Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador y Paraguay.
Pero la enfermedad está especialmente presente en el Cono Sur. Según la Iniciativa del Cono Sur para controlar y eliminar la Enfermedad de Chagas (INCOSUR-Chagas), 50 millones de habitantes de esta región están expuestos a la enfermedad y seis millones están infectados. Destacan Argentina (2 millones de portadores de la enfermedad), Brasil (1,9) y Bolivia (1,3 millones). En el país andino la situación es especialmente grave: según el Ministerio de Salud y Prevención Social, la enfermedad de Chagas es responsable del 13 por ciento de las defunciones de las personas entre 15 y 75 años; 3,5 millones de personas–casi la mitad de la población boliviana–están en riesgo de contraer la enfermedad; y 300.000 niños menores de 12 años están ya infectados.
A pesar de su gravedad, de las decenas de miles de muertos al año por el mal de Chagas, del conocimiento que se tiene de la enfermedad, de lo sencillo que es encontrar medicinas que lo curen, del hecho de que esté localizado el agente que la produce y de los esfuerzos de ciertas iniciativas regionales y de la Organización Mundial de la Salud, por el momento la batalla se pierde.
La vinchuca sobrevive entre la paja y el barro, entre los materiales con los que se construyen las casas de los más pobres, y se desarrolla en las peores condiciones de salubridad. Esto circunscribe la enfermedad, y quienes la padecen, a una clase social pobre, desfavorecida, aislada y sin voz. Y resta interés a la hora de eliminarla, por sencillo que fuese. Se ha convertido en una enfermedad de pobres, en una enfermedad que dura ya un siglo, que no interesa diagnosticar porque es más rentable hacer como si no existiese. Y, como decía el escritor uruguayo Eduardo Galeano respecto a las enfermedades, el mal de Chagas «no estalla como las bombas, ni suena como los tiros. Como el hambre, mata callando. Como el hambre, mata a los callados: a los que viven condenados al silencio y mueren condenados al olvido».
Fecha Publicación: 14/04/2005
Juan Carlos Galindo
Periodista
Agencia AIS