¿Qué hacen CC.OO y UGT?. Los escandalosos salarios de miseria y las penosas condiciones de trabajo generan tristeza y enfermedades crónicas entre la mano de obra del sector de la confección, compuesta en un 80% por jóvenes mujeres…
Revista Autogestión nº59
junio de 2005
Los escandalosos salarios de miseria y las penosas condiciones de trabajo generan tristeza y enfermedades crónicas entre la mano de obra del sector de la confección, compuesta en un 80% por jóvenes mujeres.
El sector de la confección es el pulmón de la economía de Bangladesh pero los trabajadores no pueden salir de la miseria: el salario mínimo de 930 takas (13 euros) no cambia desde1994. En Bangladesh, al igual que sucedería en cualquier otro país, no se puede vivir decentemente con tal salario. Los trabajadores buscan entonces hacer horas extraordinarias pero los empresarios a menudo hacen trampa al calcular sus salarios y optan por pagarles regularmente una suma fija inferior al pago doble de las horas extraordinarias estipulado por ley. Esta explotación se ve exacerbada por el hecho de que se reprime a los sindicatos.
Aysha, de 32 años, trabaja en una empresa que fabrica ropa para marcas tan conocidas como Levi’s y Docker. No se queja de sus condiciones de trabajo pero sí de la falta de derechos sindicales: “Somos unas 200 trabajadoras las que estamos afiliadas a un sindicato pero no nos atrevemos a hacerlo registrar oficialmente porque tenemos muchísimo miedo de que nos despidan o de que los empresarios nos hagan agredir por sus matones a sueldo. Y, sin embargo, contar con un sindicato sería muy útil porque nos pagan las horas extraordinarias solamente el 75% más que las horas normales, cuando la ley estipula que se deberían pagar 100% más. Nadie se atreve a llevar a cabo ninguna medida colectiva para quejarse”.
En diversas empresas, las trabajadoras explican que si pasan a ser militantes sindicales
ya no les concederán la posibilidad de hacer horas extraordinarias. Además, algunas trabajadoras apenas se atreven a reconocer que los ejecutivos masculinos “facilitan” las posibilidades de hacer horas extraordinarias si aceptan mantener relaciones sexuales con ellos. “No cabe duda de que las víctimas no se quejan abiertamente de tales abusos, explica Nazma Akter, Secretaria General del sindicato BIGUF, Bangladesh es un país de costumbres conservadoras y si una mujer se queja de acoso sexual, los hombres difunden falsos rumores sobre ellas por lo que terminará teniendo reputación de prostituta. Nadie querrá ya casarse con ella y quizás hasta sus padres la repudien”. Ese tipo de abusos es mucho menos frecuente en las poquísimas fábricas donde se pudo registrar oficialmente un sindicato.
A las grandes marcas que compran en países como Bangladesh les gusta hacer hincapié
en los códigos de conducta que obligan a acatar a sus proveedores, pero los plazos de entrega y los precios que les imponen hacen que a estos últimos les resulte casi imposible respetar esos códigos. Kulsum, de 20 años, comenzó a trabajar en fábricas de ropa a los 13 años, percibiendo salarios que fueron de los 600 takas (8 euros) en sus comienzos, a los 1.700 takas (22 euros) cuando ya había adquirido cierta experiencia. “El principal comprador de nuestros productos estaba siempre descontento con nuestros plazos de entrega por lo que nuestro patrón impuso a todo el personal dos horas extraordinarias diarias. Esas horas se pagaban igual que las horas normales y no nos daban nada para beber o comer cuando teníamos que quedarnos trabajando hasta las 22 o inclusive 24 horas. El comprador había planteado como condición que nuestra empresa trabajara solamente 6 días por semana pero eso no siempre se respetaba”.
Los salarios que perciben los trabajadores del textil hacen que las condiciones de vida de éstos sean horrorosas. “Con el escaso salario que gano no puedo encontrar una vivienda decente, señala Kulsum. Vivo entonces en un edificio donde los servicios y los utensilios de cocina se comparten entre todos los inquilinos. Todas las mañanas se hacen largas filas para poder utilizarlos. Tengo que levantarme a las 5, a veces a las 3, para poder lavarme y cocinar algo ya que después hay que comer (no se puede llevar comida a la fábrica, donde el trabajo comienza a las 8), ir a buscar agua potable, hacer algo de limpieza , etc. Es muy duro levantarse tan temprano cuando se trabajó todo el día anterior hasta las 22 o inclusive la medianoche, sobre todo cuando se suprime el día libre semanal y no se dispone ni de tiempo ni de dinero para comer adecuadamente”.
Graves problemas de salud
Kulsum, al igual que varios millones más de trabajadores de Bangladesh, perdió hace tiempo las esperanzas de poder hacer alguna actividad de esparcimiento además de trabajar. Todos los días trabaja hasta caer rendida. Como no puede descansar como es debido, ni costearse una alimentación ni atención médica adecuados, gran parte de la mano de obra se debilita o se enferma (y pierde eficacia), como quedó demostrado en un estudio llevado a cabo el año pasado por un instituto de Bangladesh (1): el 45% de las mujeres y el 36% de los hombres entrevistados declararon sentirse débiles, el 3% de las mujeres y el 4% de los hombres se habían desmayado en el curso del mes precedente a la entrevista que les hizo el instituto. Más de la tercera parte de las trabajadoras tenían enfermedades crónicas, como trastornos gastrointestinales, problemas urinarios, alta presión sanguínea, anemia, etc. La mayoría de esas trabajadoras no tenía esas enfermedades antes de comenzar a trabajar en el sector de la confección. La mala salud de buena parte de los trabajadores del sector de la confección origina una gran rotación de personal: como promedio, un trabajador solamente permanece unos cuatro años con el mismo empresario. Este último debe entonces contratar y formar a otro trabajador para reemplazar al que hubiera podido conservar si le hubiera brindado mejores condiciones. ¿Así esperan patrones de Bangladesh ser competitivos a partir de 2005?