«Yo nací en un gulag»

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La bota de hierro soviética en el corazón del Báltico. Sandra Kalniete Ha recogido la experiencia de sus primeros años bajo la tiranía comunista en el libro «Con las zapatillas de ballet sobre la nieve»,

Sandra Kalniete nació el 2 de diciembre de 1952 en Togur, en la región de Tomsk, en Siberia, donde sus padres, Ligita y Aivars, fueron deportados en 1941, después de la primera invasión soviética de los países bálticos. Hasta 1957 no pudieron volver a Letonia, su país de origen. En 1989, Sandra se unió al movimiento Frente Popular, que luchaba por la independencia de Letonia con respecto a la Unión Soviética. Tras conseguirlo, fue nombrada embajadora en la UNESCO y en Francia; en el año 2002 fue elegida ministra de Asuntos Exteriores, y dos años más tarde se convirtió en miembro de la Comisión Europea. Ha recogido la experiencia de sus primeros años bajo la tiranía comunista en el libro «Con las zapatillas de ballet sobre la nieve», que acaba de presentar en la Feria del Libro de Turín. Ofrecemos aquí una entrevista que ha concedido al diario italiano «Avvenire»:

¿Qué sentimientos ha querido expresar con su libro?

Cuando tomé posesión de mi cargo como embajadora de mi país en Francia, lo que más me impresionó fue lo poco que se conocía acerca de Letonia y el resto de repúblicas bálticas en aquel país. Esto era, en parte, comprensible porque el Báltico fue borrado del mapa espiritual de Europa durante cincuenta años. Ya entonces decidí escribir un libro en el que, a través de mi historia personal y la de mi familia, contase también la historia de mi país.

¿Por qué ese título para su libro: Con las zapatillas de ballet sobre la nieve?

En la víspera del 14 de junio de 1941, la fecha de la gran deportación de los letones, a mi madre le habían regalado un par de zapatillas de ballet; tenía en aquel entonces 14 años y medio, y al día siguiente iba a dar su primer baile. Cuando los agentes soviéticos fueron a arrestar a su familia, estas zapatilas eran el único calzado que pudo llevar consigo, y fueron también el único que llevó durante su primer año en Siberia. Esas zapatillas representan también un símbolo de fragilidad, de delicadeza. Subrayan el contraste con la brutalidad de las condiciones en las que eran obligados a vivir en Siberia.

¿Cuántas fueron las víctimas de aquellas deportaciones?

Antes de hablar de cifras, debo decir que nosotros, los tres pueblos bálticos –letones, estonios y lituanos– estamos profundamente traumatizados por la experiencia soviética; no hay prácticamente ninguna familia en los tres países que no tenga, al menos, un pariente próximo entre las víctimas de la represión soviética, de alguna u otra manera. Entre los deportados, algunos sobrevivieron, como mi familia, pero otros murieron. También están aquellos que fueron fusilados: militares, funcionarios del Estado, etc. Entre todos, se habla de una cifra de 150.000 personas.

Cuándo fueron arrestados aquellos que luego serían sus padres, ¿cuál fue el motivo oficial?

No hubo ningún motivo oficial. La familia de mi madre pertenecía a la clase media, y ésta fue la única razón por la que fue deportada. La mayor parte de los deportados eran de la clase alta: intelectuales, oficiales del Ejército…, de los cuales dos tercios fueron fusilados. Con esto se puede ver cuál era la forma de pensar de los soviéticos.

Usted vivió en Siberia poco tiempo, pero, por lo que puede recordar y por la experiencia de sus padres, ¿cuál fue la reacción de la población local ante la llegada de los deportados del Báltico?

Por lo pronto, debo decir que las personas que se encontraban allí eran, en su mayor parte, deportados, víctimas de las purgas de Stalin en los años treinta. Su situación era más trágica que la de aquellos que llegaron después de la guerra. Estaban abandonados a sí mismos en medio de la taiga, la foresta siberiana, sin ningún medio de mantenimiento. Aquellos que lograron sobrevivir construyeron pequeños pueblos, y así los letones, los estonios y los lituanos encontramos, de algún modo, un refugio. Pero entre los deportados no había nada para compartir, así que para sobrevivir había que arreglárselas.

¿Qué enseñanza ha extraído de su experiencia en la Comisión europea? ¿Cómo ve el futuro de la Unión Europea y cuál es el significado de la adhesión de Letonia?

No hay duda de que la integración en Europa es un acontecimiento esencial para mi país, hasta el punto de que adquiere una dimensión histórica. Finalmente, Europa está reunificada después de la segunda guerra mundial. Las últimas consecuencias del Telón de Acero han sido borradas. Para Letonia, pertenecer a la Unión Europea es una afirmación de nuestra vocación europea.

Por Giovanni Bensi
Alfa y Omega 30-06-2005