Preservativo o no preservativo, ese no es el problema

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Se publicó este brillante artículo en el periódico panameño, La Prensa. Es un testimonio del trabajo diario de un médico y análisis paralelo de la realidad.

Enrique A. Alemán A.  13-4-07

Fuente: La Prensa (Panamá). 3 de Abril 2007

Tengo más de 20 años trabajando como médico urólogo y, por lo tanto, he tenido la oportunidad de conversar con mucho de mis pacientes, entre otras cosas, sobre realidades de su vida sexual y, además, tratar a niños y adultos con enfermedades de transmisión sexual. Mi convicción tallada en estas décadas de aprendizaje es que no nos equivocaremos nunca si aprendemos a limitar nuestras relaciones sexuales al ámbito del matrimonio. Hemos caído en la trampa de los mass media al permitir que parte importante de la polémica sobre la sexualidad, las enfermedades de transmisión sexual, principalmente el sida, recaigan sobre el uso o no uso del condón.

El problema no es el uso o el no uso del condón. Lo fundamental del asunto es la concepción que tengamos del hombre y de su sexualidad. Si el sexo es solo placer o pasión, entonces no tenemos nada que discutir. Usen todos los preservativos que quieran. Hemos destruido el significado del sexo y nuestra actual sociedad, al decidir vender actualmente el sexo como producto del hedonismo y del mercantilismo, está pagando un precio terrible, tan evidente, que nadie sensato y honesto puede discutir: aumento de las enfermedades de transmisión sexual, de embarazos no deseados, de abortos; inicio de vida sexual en edades tempranas de la adolescencia, uniones a prueba no comprometidas y egoístas, ausencia de matrimonios, irrespeto a la feminidad, a la maternidad y disminución de la fertilidad; incremento de la pornografía, de la prostitución, de la violencia doméstica, y de las infidelidades. Esto no se resuelve con el condón.

Hay muchos que entendemos la relación sexual como algo maravilloso, como una extraordinaria experiencia, enriquecedora, y que lleva a una vida plena y madura, pero, cuando la realizamos en el marco de un compromiso serio, maduro, responsable como es el matrimonio. Nos permite llevar una vida matrimonial y, por lo tanto, familiar más rica, más tolerante, más generosa. Muchas personas, que están de acuerdo y no de acuerdo con estas últimas líneas, objetarán diciendo que esto es una quimera, que es imposible, que es muy difícil, que la naturaleza humana no está hecha para estos conceptos. Solo puedo responder diciéndoles que estoy de acuerdo con que es difícil, es una lucha, pero que no es imposible, que vale la pena ese esfuerzo. También es difícil trabajar duro y honradamente para llevar adelante una profesión y una familia; que también es difícil decir la verdad siempre; que también es difícil saber olvidar y perdonar; que también es difícil alegrarse del éxito de los demás a pesar del fracaso profesional o económico de uno; que también es difícil levantarse una y otra vez, no importa cuántas veces nos hayamos equivocado o caído. Vivir valores y una vida digna es difícil.

La tragedia que vive la sociedad mundial con la presencia el SIDA y otros flagelos no es causado, ni es problema de condón o no condón. Estas realidades se han agravado por las desigualdades económicas y sociales, por los bajos niveles de educación, por el ataque frontal, altamente lucrativo, contra las mujeres y su dignidad, por la promiscuidad sexual, por la degradación del matrimonio, por la homosexualidad y por la promoción del hedonismo y del consumismo.

Soy un convencido de que las campañas masivas de repartir condones, no resuelve el problema que todos los involucrados en el tema queremos solucionar de buena fe. Más bien agrava la situación, pues el mensaje queda claramente enunciado: «muchachos y muchachas tengan sexo, cuando quieran y con quien quieran, que eso no es problema, tienen derecho a darte ese placer; lo malo, lo irresponsable es no usar el condón y así evitar el embarazo y una enfermedad de transmisión sexual». Este mensaje es falso, equivocado. El uso del condón no es sexo seguro. Sigue siendo un sexo inseguro y al destruir la voz de la conciencia (que sin duda existe), desbocamos sin control el fuerte instinto sexual que se despierta en nuestra adolescencia, aumentando la promiscuidad sexual con todas las consecuencias ya descritas.

El objetivo preventivo del condón es destruido con creces por esa otra realidad científica que son las consecuencias del aumento de relaciones sexuales irresponsables e inmaduras. No es asunto de mojigatería. La mojigatería es seguir pensando que tener relaciones sexuales cuando y con quien el instinto nos invite, con condón o sin condón, no tiene consecuencias nefastas en la vida de esas personas, en el matrimonio, en la familia y en la sociedad.