Este cristiano converso de 25 años se ha convertido en la primera persona en demandar al Estado egipcio por no reconocer legalmente su nueva confesión religiosa, y el reto le ha salido muy caro.
Desde hace unos días, Mohamed Higazi duerme cada noche en un lugar distinto y cambia de número de teléfono cada semana. Este cristiano converso de 25 años se ha convertido en la primera persona en demandar al Estado egipcio por no reconocer legalmente su nueva confesión religiosa, y el reto le ha salido muy caro. Desde que su caso se dio a conocer a la conservadora sociedad egipcia, Higazi ha recibido amenazas de muerte y sus abogados han sido detenidos o han tenido que abandonar el caso, superados por las presiones sociales y por el miedo. Higazi lleva desde entonces una vida clandestina. Es el precio que ha tenido que pagar por exigir un derecho que reconoce
Higazi se convirtió al cristianismo con 16 años. Entonces cambió secretamente su nombre de pila por el de Bishoy, ya que el suyo, Mohamed, es el del profeta Mahoma. Ahora que su mujer, también conversa, está embarazada de cuatro meses, Higazi quiere cambiar su documentación oficial para que conste en la partida de nacimiento de su hijo, pero las autoridades egipcias han rechazado su solicitud. Y demandar al Estado se ha convertido en una peligrosa odisea para él.
«Higazi está escondido, porque la situación se ha vuelto muy peligrosa», relató a este periódico Mamduh Najla, el abogado que hasta la semana pasada defendía su causa. En una rueda de prensa, Najla anunció que abandonaba el caso, alegando para ello motivos de unidad nacional, y para «no ofender a sus hermanos musulmanes». El abogado, que dirige el Centro Al Kalema para los Derechos Humanos, alegó asimismo que Higazi no le había proporcionado los documentos que probaban que las autoridades egipcias habían rechazado su solicitud. Sin embargo, muchos consideran la ofensa al Islam una mera excusa que encubre las presiones que ha recibido el abogado para retirarse del caso. Y algunos medios incluso señalan que Najla recibió amenazas de muerte de la policía secreta. «Tengo una hija y yo también estoy en peligro», reconoció angustiado en una conversación telefónica.
Pero, ante las adversidades, Higazi decidió no darse por vencido. «No quiero que la gente se lleve la impresión de que me he echado atrás. Voy a seguir adelante», explicó el converso, periodista de profesión, al diario «Daily News». Y encontró otro abogado.
Sin embargo, apenas un día después de que Najla se retirara, su relevo, Adel Fawzi Faltas, fue arrestado por
Otro abogado, Ramses al Nagal, que trabaja con casos de cristianos que se convirtieron al islam y luego decidieron volver al cristianismo, reconoció que Higazi no cuenta con abogado alguno actualmente. «Para él es difícil encontrar letrado ya que la mayoría son musulmanes y no quieren aceptar un caso así», señaló.
El «caso del cristiano converso» ha abierto un profundo debate en la sociedad egipcia, especialmente entre sus intelectuales más liberales, que consideran que ha llegado el momento de un cambio. A pesar de que la libertad religiosa está reconocida en Egipto, el artículo 2 de
«La realidad de nuestra sociedad no se ajusta a
Higazi se ha convertido en un símbolo para los defensores de los derechos personales en Egipto, pero también en blanco de los odios de los más extremistas. El jeque Yussef el Badri ha emitido una «fatua» (decreto religioso) que aprueba el derramamiento de la sangre del «apóstata» Higazi. «Se le debe pedir que se arrepienta, si no lo hace se le debe golpear en el cuello y si persiste se le debe aplicar la pena de muerte», señaló el jeque al diario «Daily News».
Aunque, realmente, el caso de Higazi, no es el primero. «En Egipto ha habido cientos de casos de musulmanes que han decidido cambiar de fe, pero hasta ahora siempre lo habían hecho en secreto para evitar problemas. Higazi es el primero que lo ha hecho público», explica Yussef Sidhom, editor del semanario copto «Watani». Los coptos pertenecen a una antigua rama ortodoxa del cristianismo, y componen el diez por ciento de la población egipcia. «En cualquier sociedad saludable la gente se cambia de una fe a otra sin problemas«, señala el editor, «pero esto es Egipto».