El señor Stalin preguntó en una ocasión cuantas divisiones acorazadas tenía el Papa; y antes de terminar el siglo XX los pueblos que él pretendía salvar con su doctrina totalitaria bailaban de alegría sobre los restos de su estatua.
Poco imaginaba que iba a ser vencido por la resistencia pacífica de millones de creyentes que no amaban tanto su vida que temieran la muerte, a la que él y sus correligionarios de todo el mundo condenaron a más de cien millones de personas.
Juan Pablo II, luchador desde la defensa de la verdad y con la mansedumbre del Evangelio contra el nazismo, el comunismo y el imperialismo capitalista, pidió que no terminara el siglo sin que se hiciera en cada Iglesia local un nuevo martirologio con los testigos que habían vencido a la Bestia derramando su sangre. Y es que el siglo pasado ha sido el de más mártires de la historia: más que sumando los diecinueve siglos anteriores.
Las masacres perpetradas para acabar con la Iglesia y hacer paraísos en la tierra son incontables: México, Rusia, España, Alemania, Camboya, Salvador, Guatemala, Sudán, Arabia, Pakistán, Polonia, India, China,… También es evidente que los verdugos han sido juzgados por su misma barbarie y ha quedado claro para la historia cuál es el camino de la esperanza y del amor para liberar a la humanidad.
Escucha: Un siglo de mártires, por Jose Ramón Peláez. |
Jose Ramón Peláez,
sacerdote diocesano de Valladolid