Hambre, paro y esclavitud infantil son genocidios que nos retrotraen a los ocurridos en el siglo XX. Siempre aparece la pregunta en nuestra conciencia como sociedad ¿qué has hecho de tu hermano?
El papa Francisco denunciaba recientemente con motivo del centenario de la masacre de más de un millón de armenios:
«En varias ocasiones he definido este tiempo como un tiempo de guerra, como una tercera guerra mundial “por partes”, en la que asistimos cotidianamente a crímenes atroces, a sangrientas masacres y a la locura de la destrucción.
«Desgraciadamente todavía hoy oímos el grito angustiado y desamparado de muchos hermanos y hermanas indefensos, que a causa de su fe en Cristo o de su etnia son pública y cruelmente asesinados –decapitados, crucificados, quemados vivos–, o bien obligados a abandonar su tierra»
«También hoy estamos viviendo una especie de genocidio causado por la indiferencia general y colectiva, por el silencio cómplice de Caín que clama»:
«¿A mí qué me importa?», «¿Soy yo el guardián de mi hermano?»
Esto nos hace recordar las características que han facilitado los genocidios del siglo XX:
Las motivaciones económicas y de dominio, de raza o religión, o de afirmación de una ideología totalitaria. Muchas veces se combinan todas ellas haciendo una mezcla destructiva para los pueblos.
Diría Soljenitzin (Autor «Archipiélago Gulag») que el siglo XX es más cruel que sus predecesores.
Por eso «el hombre» ha de afirmar al propio hombre en la vida política, frente a la demencia o la impostura, que hacen de una mentira «coherente» un acto de «autodefensa» que aniquila al otro.
Dos herramientas de los genocidios en el siglo XX: La técnica y la burocracia.
La técnica ha facilitado el control totalitario y el exterminio masivo, como ejemplo el exterminio de judíos y gitanos por parte de los nazis durante la II guerra mundial.
Es necesario, por tanto, afirmar que la técnica no es neutra, bajo ningún concepto, y debe servir al hombre en su orientación primera y última.
La segunda, la burocracia, vigila el desarrollo de las etapas genocidas, más que un cuerpo del estado, es una mentalidad que es capaz de mirar al otro lado cuando se trata de cumplir el «deber» de proteger mi «status quo», por encima de la verdad o la solidaridad. La burocracia cataliza y se convierte en puente, en obediencia voluntaria de los agentes del genocidio. Mucho más si el aparato del estado funciona como una máquina destructora.
Ahora en el siglo XXI con las lacras del hambre, del paro, de la esclavitud infantil o del aborto…que mata diariamente a miles de personas la situación no es muy distinta. Ideologías, como en el siglo XX, sostienen un totalitarismo que sigue sirviendo al capital, aplastando a los inocentes.
Seguimos siendo cómplices si no nos hacemos la pregunta que plantea el papa Francisco; ¿qué has hecho de tu hermano?… y respondemos.
Autor: Luis Antúnez