Una selección de parábolas y relatos que quiere contribuir a que más padres y educadores se planteen una educación solidaria… Visita nuestra sección de "Parábolas de vida y esperanza" en esta web, con cientos de relatos pensados para nuestra escuela autogestionaria Iqbal Masih. Te animamos a que nos envíes aquellos relatos, cuentos, parábolas que sean interesantes para publicar en esta sección…LA VOLUNTAD DE UN HOMBRE
Guillaumet era piloto de una línea aérea en los tiempos gloriosos del comienzo de la aviación comercial. Cuenta cómo salió adelante, perdido a seis mil metros de altura en los Andes a consecuencia de un fallo en su avión, del que salió ileso milagrosamente. Caminó y caminó durante muchos días, extenuado y sin alimentos ni ropa de abrigo, subiendo y bajando por aquellos montes de hielo, hasta que -casi más muerto que vivo- lo encontró un pastor, que lo puso a salvo. Al recordar más adelante esa experiencia, reconoce: “Entre la nieve se pierde todo instinto de conservación. Después de dos, de tres días de marcha, lo único que se desea es dormir. También yo lo deseaba. Pero me decía: mi mujer cree que estoy vivo, que camino. Mis amigos piensan igualmente que sigo andando. Todos ellos confían en mí. Seré un canalla si no lo hago…”. Y añade: “lo que yo hice, estoy seguro, ningún animal sería capaz de hacerlo”.
(Saint-Exupéry, Terre des hommes)
UN RELATO DE ALBERT EINSTEIN
Había dos niños que patinaban sobre una laguna congelada. Era una tarde nublada y fría, pero los niños jugaban sin preocupación. Cuando de pronto, el hielo se reventó y uno de los niños cayó al agua.
El otro niño viendo que su amiguito se ahogaba debajo del hielo, tomó una piedra y empezó a golpear con todas sus fuerzas hasta que logró quebrarlo y así salvar a su amigo.
Cuando llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido, se preguntaron: ¿Cómo lo hizo?
El hielo está muy grueso, es imposible que lo haya podido quebrar, con esa piedra y sus manos ¡¡¡tan pequeñas!!!
En ese instante apareció un anciano y dijo: “Yo sé cómo lo hizo”…
¿Cómo? – Le preguntaron al anciano y él contestó: “No había nadie a su alrededor que le dijera que no se podía hacer”.
Si lo puedes imaginar, lo puedes lograr.
Albert Einstein.
LA FALSA APARIENCIA
Un día, por encargo de su abuelita, Adela fue al bosque en busca de setas para la comida. Encontró unas muy bellas, grandes y de hermosos colores llenó con ellas su cestillo.
-Mira abuelita -dijo al llegar a casa-, he traído las más hermosas…
¡mira qué bonito es su color escarlata!
Había otras más arrugadas, pero las he dejado.
-Hija mía -repuso la anciana- esas arrugadas son las que yo siempre he recogido. Te has dejado guiar por las y apariencias engañosas y has traído a casa hongos que contienen veneno. Si los comiéramos, enfermaríamos; quizás algo peor…
Adela comprendió entonces que no debía dejarse guiar por el bello aspecto de las cosas, que a veces ocultan un mal desconocido.
ALGO PARA PENSAR:
Dos hombres, ambos muy enfermos, ocupaban la misma habitación de un hospital. A uno se le permitía sentarse en su cama cada tarde, durante una hora, para ayudarle a drenar el liquido de sus pulmones. Su cama daba a la única ventana de la habitación. El otro hombre tenia que estar todo el tiempo boca arriba. Los dos charlaban durante horas. Hablaban de sus mujeres y sus familias, sus hogares, sus trabajos, su estancia en el servicio militar, donde habían estado de vacaciones…. Y cada tarde, cuando el hombre de la cama junto a la ventana podía sentarse, pasaba el tiempo describiendo a su vecino todas las cosas que podía ver desde la ventana.
El hombre de la otra cama empezó a desear que llegaran esas horas, en que su mundo se ensanchaba y cobraba vida con todas las actividades y colores del mundo exterior. La ventana daba a un parque con un precioso lago, patos y cisnes jugaba en el agua, mientras los niños lo hacían con sus cometas. Los jóvenes enamorados paseaban de la mano, entre flores de todos los colores del arco iris. Grandes árboles adornaban el paisaje, y se podía ver en la distancia una bella vista de la línea de la ciudad.
Según el hombre de la ventana describa todo esto con detalle exquisito, el del otro lado de la habitación cerraba los ojos e imaginaba la idílica escena.
Una tarde calurosa, el hombre de la ventana describió un desfile que estaba pasando. Aunque el otro hombre no podía oír a la banda, podía verlo, con los ojos de su mente, exactamente como lo describía el hombre de la ventana con sus mágicas palabras.
Pasaron días y semanas. Una mañana, la enfermera de día entro con el agua para bañarles, encontrándose el cuerpo sin vida del hombre de la ventana, que había muerto placidamente mientras dormía. Se lleno de pesar y llamo a los ayudantes del hospital, para llevarse el cuerpo. Tan pronto como lo considero apropiado, el otro hombre pidió ser trasladado la cama al lado de la ventana. La enfermera le cambio encantada y, tras asegurarse de que estaba cómodo, salió de la habitación. Lentamente, y con dificultad, el hombre se irguió sobre el codo, para lanzar su primera mirada al mundo exterior; por fin tendría la alegría de verlo el mismo. Se esforzó para girarse despacio y mirar por la ventana al lado de la cama…y se encontró con una pared blanca.
El hombre pregunto a la enfermera que podría haber motivado a su compañero muerto para describir cosas tan maravillosas a través de la ventana.
La enfermera le dijo que el hombre era ciego y que no habría podido ver ni la pared, y le indico:
“Quizas solo quería animarle a usted”.
DAR DE LO QUE CUESTA
Poca gente sabe que Gaudí tuvo que salir a la calle a pedir dinero para poder proseguir las obras del templo de la Sagrada Familia. En una de esas visitas, exitosa, ocurrió lo siguiente:
—Muchas gracias, dijo Gaudí.
—No, no me de las gracias. En realidad no me supone sacrificio.
—Entonces, añadió el arquitecto con gracia, no sirve. Mejor dicho, no le sirve a usted. Vea de aumentarlo hasta sacrificarse… ¡Le será más agradable a Dios! Porque la caridad que no tiene el sacrificio como base no es verdadera y tal vez no sea más que vanidad.
El caballero se quedó boquiabierto. Reflexionó. Buen cristiano, comprendió y entregó un donativo mucho mayor.
—Ahora soy yo quien le da a usted las gracias, señor Gaudí.
Tomado de Álvarez Izquierdo, “Gaudí”, p. 181.
EL ANILLO DEL PAPA
De visita por una de las chavolas de la Favela de Vidigal, en Brasil, Juan Pablo II besó a un niño, se coló de repente en una de las barracas y, ante el asombro de los que le rodeaban, se quitó el anillo pontificio y se lo dio a aquellas gentes para que lo vendiesen. Por supuesto que el anillo no quisieron subastarlo y se guarda allí, en la parroquia de San Antonio, como el tesoro más precioso de la humilde barriada.
UN TIPO CON SUERTE
Recuerdo que conocí a Javi el verano pasado en un campo de trabajo con toxicómanos en rehabilitación. Cuando me preguntó que por qué empleaba mis vacaciones de verano en una cosa así, hinché el pecho y me enorgullecí de mi mismo y de lo bueno que era. Pero no me duró mas de 10 segundos, el tiempo que tardé en devolverle la pregunta y me contestó que le reventaba ver a gente sola, que la soledad hay que “mamarla”.
Pensé que Javi había sufrido mucho, más todavía cuando me dijo que a él lo abandonaron en un contenedor a los pocos días de nacer. La congoja que me entró no fue nada comparado con el océano que se abrió a continuación ante mi conciencia. Le dije que lo sentía, que vaya faena, y me respondió que si estaba tonto, que se sentía un afortunado… Debí poner la misma cara que un pingüino en un garaje, pues rápidamente me dio la mejor lección que han dado en la vida.
“Soy un tío con suerte -me espetó-, pues está claro que fui un embarazo no deseado, si llega a ser ahora, por 50.000 pesetas me cortan el cuello.”
Y siguió recogiendo patatas del suelo, como si nada. Siguió con su vida, ayudando a los demás. El valor de la vida humana y la dignidad del ser humano como tal, desde su comienzo hasta su fin natural, está por encima de cualquier situación adversa que se presente en el transcurso de la misma. Y si no, que se lo digan a Javi, un tipo con suerte.
(Jesús García Sánchez-Colomer. Publicado en ABC, 19.VI.01).