Nota de la Comisón Episcopal de Migraciones
Nota de la Comisón Episcopal de Migraciones – 11/10/2005
La muerte de varios inmigrantes subsaharianos en su intento de entrar en la ciudad de Ceuta, supuso un significativo agravamiento en la ya de por sí dramática situación de miles de inmigrantes africanos que venían intentando desde hace tiempo saltar las vallas que marcan las fronteras entre las ciudades españolas de Ceuta y Melilla y el territorio de Marruecos.
Se suman estas muertes al trágico balance de muertos en los naufragios de pateras en el Estrecho o en la travesía hacia las Islas Canarias. Varios muertos y numerosos desaparecidos en estos días, cerca de Fuerteventura. Más muertos en los últimos días en territorio de Marruecos
Oramos por los fallecidos y por sus familiares. Queremos hacer llegar nuestros sentimientos de comunión a las diócesis hermanas de Cádiz y Ceuta, de Málaga, de Canarias y de Tenerife, con sus Pastores, que han expresado públicamente en ésta y en otras ocasiones su «más honda consternación y pesar» por estas muertes. Al mismo tiempo, les manifestamos nuestra solidaridad y apoyo en su trabajo constante y generoso a favor de los inmigrantes, que llegan o intentan llegar a territorio español, con alto riesgo para sus vidas.
Consideramos que la vida de toda persona, independientemente de su condición social o de su estatuto legal, es sagrada y nada puede justificar la muerte de quienes intentan pasar una frontera. Necesariamente ha de haber otros modos legítimos y proporcionados para impedirlo, en el caso de que sean infringidas leyes justas. Solamente con impedir, aunque fuera siempre con medios legítimos, que los inmigrantes traspasen nuestras fronteras o con devolverlos, si lo consiguen, no se solucionan los problemas de los inmigrantes.
Reconocemos que los grandes problemas que originan los movimientos migratorios son generalmente de carácter económico y tienen su raíz en la injusta distribución de las riquezas, del desarrollo y del bienestar. Que las soluciones, nada fáciles, han de comenzar por intentar erradicar las causas. Ello exige una mayor cooperación entre los diversos países y una alta generosidad por parte de los países ricos y desarrollados. Las Naciones Unidas y sus Organismos, así como la Unión Europea tienen en ello un importante papel. También España y Marruecos, en el caso que nos ocupa.
Mientras no se acometa la solución de estos problemas en su raíz, seguirá habiendo movimientos migratorios, unas veces regulados, otras espontáneos y otras «a la desesperada», como en los últimos intentos, con trágicos resultados.
Manteniendo firme el doble principio básico en la Doctrina Social de la Iglesia del derecho a emigrar y a no tener que emigrar, comprendemos que los movimientos migratorios han de someterse a una justa regulación, que garantice el respeto a la vida, a la dignidad y a los derechos fundamentales de todas las personas.