AUTOGESTIÓN UNA NUEVA FORMA DE CULTURA

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Siendo nuestra vida personal, libertad y superación y no acumulación y repetición, la cultura no consiste, en ninguna esfera, en atiborrarse de saber, sino en una transformación profunda del sujeto, que lo dispone para mayores posibilidades por un acrecentamiento de los llamados interiores. Como se ha dicho, la cultura es lo que queda cuando ya no se sabe nada: es el hombre mismo.
El término cultura ha sido siempre un concepto cargado de connotaciones elitistas, que la convierten en coto cerrado de unos pocos grupos de privilegiados como los intelectuales, científicos, escritores, educadores…, al identificar cultura con saberes y conocimientos.

Esta deformación del término se debe a que ha habido una concepción idealista y una concepción antropológica de cultura.

La concepción idealista: Se nos ha impuesto ya, desde las sociedades griegas una concepción elitista y aristocrática de la cultura, según la cual cultura serían «las creaciones superiores del espíritu humano», entendiendo por estas creaciones la filosofía, la tragedia, la literatura, la escultura…. Desde este punto de vista, dentro de las respectivas comunidades unos pueden ser considerados cultos y otros incultos. Esta concepción aristocrática y elitista de la cultura culminó en la interpretación idealista que de la misma hizo el romanticismo alemán, adquiriendo máxima expresión en el idealismo filosófico que surgió del mismo.

Esta concepción de cultura quiere ser superada por la nueva concepción antropológica de la cultura, en el que la cultura está constituida por toda una serie de producciones mentales y materiales con que el hombre satisface sus necesidades. Llegamos a la conclusión que la cultura como forma de ver, sentir, comprender y actuar sobre la realidad, es un elemento constitutivo del hombre que lo define. Mounier dice:

La cultura no es un sector, sino una función global de la vida personal. Para un ser que se hace y se hace por despliegue, todo es cultura: el arreglo de una fábrica o la formación de un cuerpo, así como saber sostener una conversación o el aprovechamiento de la tierra. Es decir, que no hay una cultura respecto de la cual toda otra actividad sería inculta, sino tantas culturas diversas como actividades hay. Es necesario recordar esto con nuestra civilización libresca.
Siendo nuestra vida personal, libertad y superación y no acumulación y repetición, la cultura no consiste, en ninguna esfera, en atiborrarse de saber, sino en una transformación profunda del sujeto, que lo dispone para mayores posibilidades por un acrecentamiento de los llamados interiores. Como se ha dicho, la cultura es lo que queda cuando ya no se sabe nada: es el hombre mismo.

Según esta definición, todo hombre, por el hecho de serlo es culto. El hombre, en su dimensión social y comunitaria, es culto por naturaleza. La necesidad de relacionarse con su entorno físico y con el resto de los humanos y la forma de hacerlo, constituye el fondo cultural de todos los pueblos. Los conocimientos, los saberes que se adquieren en la universidad, escuelas, centros docentes… no son manifestación cultural. El grado de cultura de una persona nunca se mide por el número de títulos universitarios.

¿Por qué hablamos de Autogestión como una nueva forma de cultura?. ¿Qué está aportando la Autogestión a la sociedad en la que vivimos?. Para contestar a esta pregunta es necesario que nos planteemos la cultura ante la cual se presenta como diferente, como una cultura nueva, es decir, es necesario que nos planteemos el análisis de la cultura actual: la cultura dominante.

Para hacer un análisis completo de la cultura dominante, hay que remontarse a la filosofía que dio origen al primer capitalismo de los siglos XVIII y XIX, y que bajos nuevas formas, lo que se conoce como neocapitalismo ha llegado hasta el siglo XXI.

Lo que caracterizó lo que M. Weber llamó «espíritu del capitalismo» tenía sus fundamentos ideológicos en las ideas liberales aparecidas durante el siglo XVIII con la Ilustración, el iluminismo y los enciclopedistas franceses, cuyos principios adoptaron economistas ingleses como Adam Smith, David Ricardo u Stuart Mill, para la elaboración de sus teorías sobre el valor, la riqueza, el mercado, el juego de la oferta y la demanda o el conocido Laissez-faire.

De una sociedad tradicional se pasa a un modelo de sociedad moderna, en la que la estructuración económica se va a caracterizar por una economía de producción mediante la división científica del trabajo, por una economía de mercado, por una economía monetaria, en la que el productor y el consumidor ya no son la misma persona y por una economía, en la que el hombre hace uso de los bienes de la naturaleza por medio de la técnica.

La ideología imperante va a ser el liberalismo, que determina un tipo especial de relaciones sociales, que va a manifestarse en un modelo de instituciones, que encuentran su aprobación definitiva en la revolución burguesa de 1789. La «libertad, igualdad y fraternidad» por las que luchó el pueblo en 1789 no era la misma que por la que luchó la burguesía.

Asistimos a un proceso creciente de secularización, de predominio de la moral mundana. La ética de la Ilustración es la ética de la felicidad, entendida como la felicidad del bienestar dentro del mundo. Los bienes que producen esta felicidad serán la prosperidad, el enriquecimiento y la libertad.

La cultura neoliberal de nuestro siglo adopta el sistema de valores del liberalismo, con nuevas formas y manifestaciones debido al paso de la sociedad industrial a la sociedad postindustrial. Los cambios más sustanciales serían:
.- La idea central de trabajo, como generador de riqueza desaparece en su significado de trabajo corporal y manual y es sustituido por el saber, la información, el trabajo intelectual.
.- La persona como protagonista principal desaparece y va a dejar paso a las corporaciones y organizaciones cada vez más interdependientes, y se van a convertir en los sujetos de los sectores de la sociedad.
.- El Estado se convierte en la organización paternalista y proteccionista de sus ciudadanos, quienes dependen cada vez más de él para cualquiera de sus actividades.

La conclusión a la que llega G: Friedman es a la siguiente:

El hombre, en las sociedades opulentas…, es el hombre modelado por el medio técnico, condicionado por la cultura de masa de las que frecuentemente sólo recoge lo peor a falta de saber escoger lo mejor, el hombre replegado sobre su pequeño perseguimiento de bienestar, indiferente a los grandes problemas colectivos.

Esta sociedad opulenta, en expresión de Galbraith, crea y potencia un tipo de hombre, de grupo humano, cada vez más proclive y obligado a ingresar en el ciclo rígido de la producción-consumo. Confunde lo eficaz con lo bueno y útil; culto a las innovaciones tecnológicas, a la eficacia, al fetichismo del crecimiento económico continuo, aunque sea a costa de su propia libertad y dignidad humana.

La ciencia y la obligada razón a la eficacia genera un mundo fuertemente burocratizado, que ha logrado dominar la compleja realidad presente. De modo que se llaga a la confirmación de M. Weber de que el porvenir de la sociedad industrial reside en una administración severamente burocrática. La ciencia y la tecnología se unen en la insaciable búsqueda y consecución del bienestar por encima de cualquier teoría o crítica, que genere un conflicto entre futuro, ciencia, moral, poder…

La ciencia así entendida es fundada en los artículos siguientes:
1.- Es el único saber auténtico.
2.- Es capaz de dar respuesta a todas las cuestiones teóricas y resolver todos los problemas prácticos, cuya formulación correcta debe ser positiva y racional
3.- Lo legítimo y deseable es confiar a los expertos científicos el cuidado de dirigir todos los asuntos humanos.

Para A. Touraine, la nueva sociedad se llamará tecnocrática y se apellidará programada. A este modelo de sociedad le corresponde una determinada cultura, que los expertos hablan de cultura de masas:

1.- Se busca un futuro de bienestar, donde consumo y tiempo libre se conviertan en indicadores de triunfo, de cultura, de seguridad, sin riesgos. La pertenencia a una élite, clase o estrato viene dada por el nivel de consumo logrado.
2.- La dominación social adopta formas nuevas: adopta la forma de integración social, que se consigue a través de la manipulación de conciencia. Se logra a través de la dependencia absoluta que se establece entre el poder, el estado y el individuo, y la sociedad. Al mismo tiempo que el individuo recibe más del Estado, se le exige cada vez más, que haga dejación de su protagonismo personal y capacidad de oponerse a lo que cree injusto o innecesario.
Se crea de esta forma, un lazo de dependencia y servilismo que deja a la sociedad incapacitada para resolver por sí misma y sin ayudas gubernamentales sus propios problemas y necesidades. Esto provoca una cierta incapacidad social para el asociacionismo. Casi cabría decir que todo nos viene dado hasta la libertad de oponernos. Surge, así, un hombre alienado que le reconoce y administra la clase dirigente.
3.- Consecuencia de esto es la despolitización de la sociedad, la pérdida de conciencia colectiva del pueblo, como protagonista de la historia; se pierde el sentido de responsabilidad personal y comunitario de la situación de injusticia y explotación que a nivel internacional existe en las relaciones Norte-Sur. La política se ve como algo que es solo para los políticos, así es muy corriente oír frases como «yo no quiero saber nada de política», «a mí no me va la política», «yo soy apolítico», sin darse cuenta que como dice Mounier: Quien no hace política hace pasivamente la política del poder establecido»

Las personas siguen diciendo que no quieren saber nada de política, la lectura del periódico sigue considerándose como algo sin importancia, la mayoría desconoce lo que es el FMI, el BM, la Comisión Trilateral, lo que es una multinacional, la diferencia entre un proyecto de Ley y un Decreto de Ley. Se sigue confundiendo el voto en blanco con la abstención o el voto nulo ¿Qué está ocurriendo?

De nuevo nos encontramos con que el concepto de cultura ha sido vaciado de su auténtico contenido y su real significado. Se está intentando hacer que desaparezca la capacidad de las personas para que no puedan desarrollar una cultura diferente a la dominante, en el sentido de personas responsables, conscientes de la realidad en que viven.

La autogestión siempre hace referencia a la totalidad de la vida de la persona y los pueblos, es una forma de dar respuesta a los problemas y realización de las necesidades humanas, por ello podemos afirmar que la autogestión es una nueva forma de cultura diferente.

Alain Guillerm e Ivon Bourdet definían la Autogestión como:

Una transformación radical, no sólo económica sino también política, en el sentido en que destruye la noción común de política como gestión reservada a una casta de políticos, para crear otro sentido de esta palabra: a saber, la toma en sus manos, sin intermediarios y a todos los niveles, de todos sus asuntos por todos los hombres.
La autogestión en principio la gestión por parte de las comunidades de base-municipalidades y empresas, luego regiones de las tareas de naturaleza estatal que a su nivel le son propias. Pero es también el ejercicio permanente de los poderes de decisión política y de control de aquellos que los ejecutan.

Para nosotros , la autogestión es poder del pueblo, para el pueblo y por el pueblo.

Por tanto, el hombre es el protagonista de su existencia personal y social. Esta nueva cultura presenta unos valores que están en frente de la cultura dominante actual. Estos son:

.- promoción personal
.- Libertad responsable
.- conciencia colectiva y sentido de la historia.
.- transcendencia
.- conciencia crítica.
.- conciencia asociativa.
.-Universalidad-solidaridad
.- Justicia.

Se presenta así una nueva cultura que es por su carácter personalista y comunitario. Ahora bien, esto nada tiene que ver con el individualismo. El individualismo es la ideología y la estructura dominante de la sociedad burguesa, que preconiza un hombre abstracto, sin ataduras, negando la naturaleza social del hombre, es el dios soberano, dueño de una libertad sin dirección ni medida, que desde el primer momento establece con sus semejantes una relación de desconfianza, cálculo y reivindicación. Esto es justamente la antítesis del personalismo, como nos lo hace ver Mounier:

El primer cuidado del individualismo es centrar al individuo sobre sí; el primer cuidado del personalismo, descentrarlos para establecerlo en las perspectivas abiertas de la persona… La persona se nos aparece como una presencia dirigida hacia el mundo y las otras personas, sin límites, mezcladas con ellos, en perspectiva de universalidad. Las otras personas no la limitan, la hacen ser y desarrollarse. Ella no existe sino hacia los otros, no se conoce sino por los otros, no se encuentra sino en los otros. La experiencia primitiva de la persona es la experiencia de la segunda persona. El tú y en él, el nosotros preceden al YO o al menos le acompañan.

Es decir, nadie puede alcanzar su promoción personal, si no es con o hacia los otros: sólo cuando los demás se promocionan encuentro mi propia razón de ser. Mounier dice:
El despliegue de la persona implica como condición interna una desposesión de sí y de sus bienes que despolarice el egocentrismo. La persona sólo se encuentra perdiéndose.

Todo esto exige de la persona:
.- Salir de sí: La persona tiene que desposeerse, descentrarse para llegar a ser disponible para otros.
.- Comprender. Dejar de colocarse en mi propio punto de vista, para situarme en el punto de vista del otro.
.- Tomar sobre sí la tarea de los otros.
.- Ser fiel al ideal. Permanecer en la amistad, en la asociación, en la lucha por la justicia.

De ahí el significado comunitario y transcendente del personalismo:

La aspiración trascendente de la persona no es una agitación, sino la negación de sí mismo como mundo cerrado, suficiente, aislado en su propio surgimiento. La persona no es el ser, es movimiento de ser hacia el ser y sólo es consciente en el ser al que apunta.

Está claro que esta transcendencia de la persona en su relación con el otro, es uno de los pilares fundamentales del pensamiento cristiano, plasmado en el Mandamiento nuevo.

Para que sea posible este personalismo comunitario, la persona debe ser consciente de su libertad, una libertad responsable, asumida como condición total de la persona:

.- La libertad está constituida y determinada por unos valores y en el mundo. Está por regla general estrechamente condicionada y limitada por nuestra situación concreta. La libertad sólo progresa en el sacrificio.
.- La libertad está ordenada hacia la libertad de los demás.
.- La batalla de la libertad no conoce fin, por ello debemos tener una actitud de lucha permanente.

Podemos decir junto a Mounier: que el hombre libre es el hombre al que el mundo interroga y que responde: es el hombre responsable.

Otro de los valores imprescindibles, para que sea posible el hombre autogestinorio es el sentido de la historia o conciencia colectiva, la conciencia de mi parte de culpabilidad en lo que pasa a mi alrededor. Es el sentido de la solidaridad y el valor cristiano de la fraternidad, ambos desprestigiados hoy en día.

Se hace necesario recuperar la conciencia crítica. Don Felipe López decía:

Libre es aquel que decide su propio acto, su propia opción, su propia postura, es una autodecisión responsable. Por libertad hemos de entender una autodecisión consciente: supone, pues, un conocimiento, una conciencia, y la conciencia comprende: crítica de la realidad, perspectiva de los fines por los que lucha, orientación por los que lucha; convicción de cómo debe ser el hombre para servir a la finalidad que realmente le corresponde.

La conciencia tiene que abarcar una crítica de la realidad en que uno va a actuar, y ello requiere un conocimiento exhaustivo de la realidad histórica, sociopolítica y económica del mundo, de nuestra sociedad; en segundo lugar, la conciencia tiene que abarcar una perspectiva clara de los fines que se quiere perseguir, por lo que se lucha. En tercer lugar, hay que tener una orientación sobre los medios a utilizar para alcanzar ese fin y finalmente, un conocimiento muy claro y seguro de cómo debe ser el propio hombre.

Nada que se imponga desde arriba puede dar lugar a una auténtica Autogestión. La Autogestión, ahora más que nunca, parece ser la respuesta adecuada a los problemas de nuestra época. Se hace necesario un nuevo proyecto de sociedad, una nueva cultura que debe tener como fundamento al hombre autogestionario.