El movimiento migratorio es uno de los fenómenos biopolíticos más importantes de la globalización de finales del siglo XX y principios del XXI. Sin embargo, tras la crisis planetaria de la COVID 19, el estado de la cuestión puede estar cambiando sustantivamente. El sistema económico y político mundial gobernado por las grandes corporaciones tecno-financieras quiere aumentar el control de los movimientos de población, entre ellos las migraciones. Se está generando un nuevo sistema capitalista global de impronta oriental-china con una naturaleza mucho más totalitaria, basado en un control profundo, cuantitativo y cualitativo, de la población. En este proceso está habiendo una convergencia entre el papel de las bioideologías capitalistas de inspiración nacionalsocialista y la revolución tecnológica nacida en California pero asumida y desarrollada exponencialmente por el régimen chino.
CONCENTRACIÓN EN MADRID 26 DE SEPTIEMBRE
—
El capitalismo
El capitalismo es un sistema integral, no solo económico, también cultural y político que se basa en la supeditación del trabajo humano, dimensión subjetiva del proceso productivo, al capital. La persona humana, el trabajador, es subordinado a la dimensión material, es decir, al dinero, a la tecnología, etc. Por tanto, es un desorden moral porque el ser humano nunca puede ser considerado un medio, un objeto, un instrumento… sino que todo ser humano, por el hecho de serlo, es siempre un fin; tiene una dignidad ontológica máxima inalienable que debe ser radicalmente respetada. El capital, que es trabajo acumulado, como factor productivo debe estar siempre supeditado a las necesidades de las personas y de la sociedad y no al revés. En consecuencia, podemos afirmar que tanto el modelo económico comunista, histórico y actual, como el modelo económico occidental son esencialmente capitalistas y por tanto moralmente invertidos.
La sociedad de la externalización
Nada más terminar la II Guerra Mundial los EEUU con tan solo el 6% de la población controlaba más del 50% de la riqueza mundial. Se hacía urgente por su parte una serie de decisiones ante el inminente conflicto por el poder mundial con el capitalismo comunista. Este se había consolidado como un gran campo de concentración que llegaría a provocar millones de muertos en el mundo. La inevitable descolonización de África y Asia de las metrópolis europeas y la subordinación de Iberoamérica, beneficiaba sin duda a EEUU como nueva potencia global sustituyendo a Gran Bretaña, pero debilitaba el interés común occidental frente al comunismo. Era necesario incorporar urgentemente a la destrozada Europa al carro del bienestar económico para que el movimiento obrero occidental no se radicalizara. Había integrar a la clase obrera y a la nueva clase media del sector servicios.
Este estado del bienestar occidental solo era sostenible si las antiguas colonias, es decir, el nuevo tercer mundo, subordinaba su economía a las necesidades del bienestar de los países neocapitalistas. Esta subordinación se traducía en la “externalización” hacia el tercer mundo de miseria, hambre, deterioro ambiental, guerras, dictaduras y corrupción. El comercio, las finanzas, la tecnología, etc… todo el entramado institucional y militar internacional posterior a II Guerra Mundial trabajaba para que las economías capitalistas fueran cada vez más ricas y las de los países del tercer mundo más pobres. Por ello, se imponía como estrategia fundamental un control demográfico implacable de los países empobrecidos que frenase el potencial revolucionario de esta injusticia planetaria. Al mismo tiempo, el movimiento obrero occidental debía ser ideológicamente neutralizado y para ello la forma más eficaz de hacerlo era corrompiéndolo haciendo que aceptara las formas de vida capitalistas: individualismo, consumismo y hedonismo. Aquí entran en juego las bioideologías.
La bioideologías del neocapitalismo y su ADN totalitario.
El control demográfico y cultural de los pueblos empobrecidos y de las sociedades enriquecidas exigía un aparato ideológico eficaz que justificase la pléyade de medidas biopolíticas que debían imponerse. Las esterilizaciones, la utilización masiva de anticonceptivos, el aborto, la agresión sistemática al matrimonio y a la familia solo se podrían llevar a cabo si se imponía una cultura nueva y para ello se diseñaron las bioideologías abundantemente financiadas desde los albores del siglo XX por las élites políticas y económicas de los países enriquecidos desde la “prehistoria” de los Rockefeller a los actuales “bio-tecno-filántropos” de los “Gates”.
La Ideología de Género, que relativiza con apariencia de diversidad la naturaleza humana para justificar su manipulación y erosionar su dignidad intrínseca, romper el matrimonio y la familia y debilitar a la sociedad frente al poder; la Ideología de la Salud que convierte la llamada “calidad de vida” de una minoría en un imperativo por encima de consideraciones morales; y el Ecocapitalismo, que se ha inventado la “sostenibilidad” para justificar y mantener un régimen económico depredador, son las tres principales ideologías biopolíticas que han ido evolucionando a lo largo de los últimos decenios integrando diferentes componentes biopolíticos que no tenían buena prensa después de la experiencia nacionalsocialista: la eugenesia, la eutanasia, el supremacismo, el eco-racismo etc. Actualmente todas estas ideologías convergen orgánicamente hacia la gran bioideología del transhumanismo/posthumanismo en la que se pretende una purificación y trasmutación elitista de la especie homo sapiens sapiens. La superinteligencia, la superlongevidad y el superbienestar son la trinidad biopolítica de la nueva especie posthumana. La manipulación del lenguaje, una buena estrategia de marketing y el control de los medios de comunicación han sido claves para entender este proceso. Y todo lubricado con inmensas cantidades de dinero. Es el nuevo liberalismo morfobiológico que subsume al económico.
Las bioideologías resurgen con fuerza tras la experiencia nacionalsocialista de una fusión de las ideologías anteriores de la modernidad, el liberalismo y el neo-marxismo cultural. El nazismo como régimen biopolítico paradigmático en apenas 10 años puso en funcionamiento una serie de medidas que han inspirado la biopolítica neocapitalista posterior a la II Guerra Mundial hasta llegar al momento actual, aunque esto no se quiera reconocer públicamente. Los nazis no fueron los primeros ni han sido los últimos en implantar una biopolítica supremacista. Las corrientes racistas de EEUU, que gobernaban no pocos estados, así como la socialdemocracia centro europea y escandinava fueron pioneros en implantar un control demográfico de enfermos mentales, pobres, delincuentes… y tampoco podemos olvidar en este sentido supremacista toda la política colonial especialmente desarrollada en África y en Asía; ni el desprecio tradicional del marxismo al lumpenproletariado; ni cualquiera de las versiones nacionalistas.
La biopolítica totalitaria consideraba al estado-sociedad como un organismo vivo que debe ser mantenido bio-políticamente sano y en ello la ciencia y la tecnología debían jugar un papel fundamental (imperativo científico-tecnológico). Era necesario garantizar el gobierno total de una raza superior para lo cual era imprescindible un control de población estricto en todos los sentidos. La “escandalosa” juventud de los líderes nazis no era un factor casual en esta mentalidad. Así podemos señalar algunas de las medidas impuestas y ver su semejanza con la biopolítica contemporánea que gobierna el planeta.
- TODO debía servir para la dominación política, cultural, social de una raza superior. El “empoderamiento” como expresión de la libertad humana es un concepto clave del totalitarismo.
- Eliminación de todos los elementos indeseables y no productivos que enferman el cuerpo social: judíos, gitanos, enfermos, deficientes, ancianos, disidentes… Y para ello abortos selectivos, eugenesia, eutanasia, campos de concentración y reeducación, etc. Habría que optimizar todos los recursos.
- Conquistar «un espacio vital» amplio y saludable donde la raza superior pueda vivir con todas las comodidades. Y para que este espacio sea «sostenible» conquistar al mismo tiempo otros espacios y poblaciones inferiores que sirvieran para proporcionar las materias primas, energía y trabajo esclavizado o precarizado y que al mismo tiempo asumiera todas las externalizaciones negativas producidas por este régimen como: los campos de concentración, el deterioro ambiental y el empobrecimiento.
- La raza superior, gobernada por una élite, debía ser cómplice directa de este régimen. La conciencia personal, siempre moral, debía ser eliminada y sustituida por la conciencia del régimen. El control del matrimonio, la familia, la educación, la juventud, la sexualidad, la religión eran fundamentales. La clase trabajadora y media de la raza superior debía tener una serie de beneficios sociales como vacaciones pagadas, seguridad social, educación gratuita y de calidad, disponer de buenos transportes, etc. a costa de la explotación hasta la muerte de otras poblaciones y territorios.
- La ciencia y la tecnología debían ser los instrumentos biopolíticos fundamentales tanto para el control cuantitativo y cualitativo de las poblaciones inferiores, así como para el «mejoramiento» total de la raza superior. El imperativo tecnocientífico se impone: todo lo que tecnológicamente pueda hacerse debe hacerse si proporciona beneficios o poder.
Inmigrante empobrecido. Homo sacer.
Como hemos querido demostrar, la biopolítica neocapitalista, inspirada en el modelo nacionalsocialista se basa en que una minoría tenga una “calidad de vida” a costa de la vida y de la muerte de una mayoría de poblaciones “inferiores”: empobrecidos, abortados, “eutanasiados”, precarizados… Esta tanato-política se basa en el principio de que hay seres humanos que pueden y deben morir impunemente; pueden y deben ser sacrificados (homo sacer) para que otros vivan y vivan bien. Los inmigrantes empobrecidos pertenecen a esta categoría de seres humanos. En el año 2050, la mediana de edad en Europa será de 50 años y se necesitarán 50 millones de inmigrantes empobrecidos para sostener su actual nivel de vida. Por ello toda la política migratoria obedece a las directrices biopolíticas del neocapitalismo que tiene que conjugar:
- La incorporación super-controlada de inmigrantes empobrecidos como mano de obra semi-esclava.
- La explotación de los recursos y poblaciones de los países empobrecidos.
- El control de la presión demográfica y revolucionaria en los países de origen.
- Una xenofobia nacionalista adecuadamente dosificada que sostenga la división entre las poblaciones inmigrantes y receptoras impidiendo la solidaridad social y política entre ambas.
El neocapitalismo, que actualmente está en pleno proceso de transformación bio-tecnológica (crisis covid-19) bajo la inspiración del neocomunismo totalitario chino, sigue sometiendo deliberadamente a los empobrecidos, mayoritariamente del tercer mundo, a déficits vitales para que su vida y sobre todo su muerte alimente la vida de las poblaciones enriquecidas. La utilización de las bioideologías para el control de todo este proceso ha sido y seguirá siendo fundamental sin embargo es seguro que habrá nuevos dinamismos bio-político-tecnológicos que en estos momentos se están implementando a los que deberemos enfrentarnos por fidelidad al Bien Común universal.
Carlos Llarandi y Alberto Mangas
Movimiento Cultural Cristiano
Profesionales por el Bien Común