Brexit: «El nacionalismo conduce al desastre»

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El Brexit era la promesa de recuperar el control de las fronteras —take back control, el eslogan utilizado en inglés— y preservar los trabajos y los beneficios sociales para los británicos. Frente al desastre político de largas colas de conductores en las gasolineras o de estanterías vacías en los supermercados, el primer ministro Boris Johnson ha optado por aparcar por un tiempo la ideología nacionalista y apostar por el pragmatismo, aunque suponga pasar algo de vergüenza.

Johnson ha dado su visto bueno a la concesión temporal de 5.000 visados para que los camioneros de la UE puedan trabajar en el Reino Unido. Y otros 5.500 para que la industria cárnica británica pueda volver a contratar a trabajadores comunitarios —principalmente, del este de Europa— y poner a pleno rendimiento sus plantas procesadoras.

Hace cinco años, el primer ministro británico en aquel entonces, David Cameron, lanzó la convocatoria para el referéndum en el que la población decidiría si el Reino Unido permanecería como miembro integrante de la Unión Europea o la abandonaría.

El nacionalismo se impuso en una contienda (referendum) sumamente competida, en el que los jóvenes, sumidos más en la abstención, no supieron o no quisieron defender continuar en la Unión Europea, y el Reino Unido tuvo que negociar su salida que finalmente se concretó el 31 de enero de 2020. Londres, Escocia e Irlanda del Norte votaron claramente por la permanencia, pero una ligera mayoría se impuso.

A 20 meses de la salida, se puede comprobar la magnitud del desastre que esa decisión ‘patriótica’ implicó para el país. ¿Esta debacle es atribuible solo al Brexit o a una pésima gestión de la política de salud y económica del primer ministro Boris Johnson?  Quizás tiene de las dos, pero la primera pesa sobremanera.

Hoy la economía se está apenas recuperando de la peor contracción en su historia el año pasado, del -6.0 por ciento anual en el PIB, pero tiene varios problemas: una tercera ola de fuertes contagios del Covid-19 delta, alta inflación, carestía de combustibles, insuficiencia de trabajadores en distintos sectores, desabasto en medicamentos y alimentos, baja actividad económica.

El gobierno de Boris Johnson decidió imponer medidas más estrictas para dar visas de trabajo y para la inmigración, y el resultado es que se estima que faltan más de 2.500 choferes de camiones pesados, con lo que ahora se tiene una crisis energética, no hay gasolina en las estaciones, y el precio del gas se ha triplicado, disparando la quiebra de las fábricas, y la inflación, con el consecuente desabasto en miles de mercancías y medicinas. El déficit comercial está en máximos históricos, a pesar de los engorrosos trámites burocráticos de las aduanas.

Pero más allá de la crisis económica y sanitaria actual, el mayor daño está hecho en la parte estructural. El centro financiero de Londres, por ejemplo, ha sido desplazado por el fortalecimiento de otros centros financieros como Ámsterdam que está operando ya mayores volúmenes de transacciones financieras en acciones, bonos y swaps que Londres. Diversas empresas e instituciones financieras han cambiado sus oficinas generales o sus plantas a Dublín o a Lyon, Luxemburgo, Fráncfort o a Madrid y Lisboa. La caída de los ingresos fiscales ha tenido que compensarse con recortes de salarios y del gasto, deprimiendo aún más a la actividad económica.

En Escocia y en Irlanda del Norte no se descarta que se gesten nuevos referéndums en donde la población vote por la separación del Reino Unido. En el caso de Escocia, buscarán convertirse en un Estado independiente y solicitar su ingreso a la Unión Europea. En el caso de Irlanda del Norte, podría votarse por la unificación con Irlanda, quien sigue formando parte de la Unión Europea.

Los británicos están desesperados tratando de entrar a acuerdos comerciales regionales ya establecidos, en lugar de iniciar negociaciones de acuerdos bilaterales con todos los países. De aquí la manifestación reciente de Johnson de querer entrar al TMEC o al Acuerdo Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP).

Aunque la democracia sigue siendo, sin duda alguna, el mejor régimen político que se ha ideado hasta ahora, aquí se tiene un claro ejemplo de que la democracia participativa puede no ser mejor que la democracia representativa. Las encuestas antes y después muestran que considerando a los jóvenes, en el Reino (aún) Unido, hay un respaldo mayoritario hacia la permanencia con la Unión Europea, pero esto no es lo que se reflejó claramente en las urnas.

La decisión del Brexit es contraria a la tendencia natural de la evolución de las sociedades, que debe orientarse en la creación de estructuras sociales cada vez más complejas, y más amplias.