Que el jesuita Javier Arzalluz acuse a los inmigrantes de explotar el país de destino, es una canallada, cuando la vida enseña todo lo contrario. Tienes derecho, señor Arzalluz, a expresar tu nacional catolicismo un día y, otro, tu peneuvismo; pero ningún ser humano tiene derecho a mentir contra los pobres.La Unión Europea paso a paso va afirmándose como segundo poder económico del mundo y aspirante a ser el primero. Una de la exigencias que conlleva este hecho es la necesidad de ser competitivos en los mercados económicos; para conseguirlo, nada mejor que procurarse mano de obra inmigrante, obligada a vender su capacidad productiva, como aquella muchacha de la «Chanca» (Almería) que por prostituirse cobraba «lo que quiera el señorito». Así vienen hoy a España africanos, asiáticos y sudamericanos, por «lo que quiera el señorito»
Más de un millón de inmigrantes trabajan en España. Los órganos de opinión servidores del imperialismo, la inmensa mayoría, no se han preguntado ¿cuál es la razón de estas inmigraciones?. Huyen de los interrogantes porque tienen que servir a sus amos, a los que cumplen en la organización y en la sociedad con la triste función de hacernos ver que lo blanco es negro y lo negro blanco, para que no descubramos la verdad de la explotación del hombre por el hombre a través de sostener la precariedad salarial, solo sostenible si siguen llegando millares de inmigrantes en extrema necesidad a quienes se les de lo que no queramos porque ellos lo aceptarán sin discutir. Más de 4.000 inmigrantes mueren anualmente en el estrecho huyendo de la gran dictadura que es toda África.
Es evidente que las oleadas de inmigrantes que llegan a España lo hacen en las condiciones más favorables posibles para beneficio del empresariado español. Pésimas condiciones salariales, lo mismo en cuanto a la Seguridad Social, igual en vivienda, parecido en la escolarización, etc., etc. Y los sindicatos, mientras esto sucede, ¿qué hacen? Los grandes, los medianos y los pequeños, miran cómo los obreros inmigrantes, en todas las autonomías españolas, sufren la insolidaridad.
Sí, decimos insolidaridad. No sabernos de ninguna autonomía donde los sindicatos sean solidarios con los inmigrantes. El primer deber sindical es la solidaridad. Pero en España ningún sindicato lo es. Tienen ante sí una ocasión para llevarnos la contraria, pero no lo harán. Las burocracias que rigen la vida de estas instituciones y que han exterminado a la militancia sindicalista no pueden permitir la mínima atención a los inmigrantes.
Sindicatos y partidos políticos, unos y otros, no sólo permitís la explotación de los inmigrantes, sino que sois la tapadera que encubrís el bloqueo salarial para mayor satisfacción del empresariado.
Que esto lo haga la derecha tradicional, es la lógica histórica; que esto lo propugnen los partidos y sindicatos que se autocalifican de izquierdas, es la demostración palmaria de que se han pasado al enemigo y son derecha real.
Los inmigrantes vienen hoy como siempre a enriquecer las tierras a las que llegan. Ayer, Euskadi, Cataluña y Madrid, hoy, toda España y la Unión Europea. Que el jesuita Javier Arzalluz acuse a los inmigrantes de explotar el país de destino, es una canallada, cuando la vida enseña todo lo contrario. Señor Arzalluz: Todo inmigrante, en cualquier país del mundo, es un generador de riqueza al servicio de las oligarquías de la tierra que le recibe. Tienes derecho, señor Arzalluz, a expresar tu nacional catolicismo un día y, otro, tu peneuvismo; pero ningún ser humano tiene derecho a mentir contra los pobres. Eso son blasfemias políticas.
Un día, no lejano, miles de trabajadores españoles emigraron a Europa. Los sindicatos europeos se portaron mal, los obreros españoles lamentaban esto y se quejaban de esa situación. ¿Qué pasa ahora? ¿Hemos olvidado nuestro sufrimiento?.
Por eso, hoy más que nunca defendemos el internacionalismo obrero, aunque a nuestras burocracias sindicales no les guste o, precisamente, porque no les gusta que sirvamos a los oprimidos.