Conocer a Van Gogh: Buscador de la belleza. Páginas de la historia

1949

Un artista rechazado por la sociedad burguesa.

 

Sabemos que cada persona es un misterio, única e irrepetible en el mundo, en búsqueda constante de su vocación para que su vida adquiera pleno sentido. Así era Van Gogh, un misterio y un hombre vocacionado, cuya búsqueda de la belleza hizo que traspasara su locura, su precariedad, vida de miseria y crisis espirituales.

No es posible desligar la obra de Van Gogh  de su personalidad, de las vicisitudes que han marcado su existencia, que han influido en su manera de pensar, de sentir, de enfrentarse al mundo.

Fue un artista perseguidor de la belleza, un espíritu sensible casi hasta la enfermedad. Dotado de un talento natural que le permitió mostrarnos su visión del mundo a través de su mirada. Buscó la belleza y la llegó a encontrar incluso en lugares, momentos y personas donde los demás podríamos ver  indiferencia e incluso fealdad.

Van Gogh nos concedió un precioso regalo: sus cartas a su hermano Theo. Vincent tuvo cinco hermanos, pero fue con Theo con el que mantuvo una relación fraternal e intensa. De hecho, gracias al apoyo económico y anímico de éste, consiguió dedicar su corta vida a pintar sin tener que preocuparse por cuestiones domésticas. Cuando nace el primer hijo de Theo, Van Gohg le dedicó su obra Almendros en flor (1890): un canto a la vida. Los colores blancos, rosas pálidos, azules suaves inspiran alegría, optimismo y permiten al pintor componer una escena que simboliza el nacimiento de una nueva vida. Theo escribe una carta a su hermano pintor refiriéndose a su hijo, en la que le dice :“…deseo que pueda ser tan determinado y valiente como tú”.

A través de esta correspondencia podemos asomarnos a una experiencia vital tan fascinante como sobrecogedora. En estas cartas están sus crisis personales y espirituales, esperanzas, decepciones, sus apuros económicos y la huella que va dejando en él su inestable salud física y mental. Nos acercan a la vida de un artista, la de un hombre de una sensibilidad aplastante, que se revela como alguien con un espíritu libre y frágil, al que hiere la belleza del mundo y que es difícil imaginar realizando otro trabajo.

A través de su pintura expresa el amor al ser humano y a la  naturaleza: “Siento que Dios es naturaleza y naturaleza es belleza”.  Van Gogh sufre el rechazo de la sociedad burguesa. Se siente más cómodo en la naturaleza y entre la vida de los campesinos: “Pintar la vida de un campesino es un asunto serio y me sentiría culpable si no procurase hacer cuadros que despierten serias reflexiones”.

El valor de su obra fue reconocido solo después de su muerte, en una exposición retrospectiva en 1890. Vendió un solo cuadro y, sin embargo, hoy sus obras están máximamente cotizadas. Es uno de los grandes maestros de la historia de la pintura, que influyó de manera decisiva en el arte del siglo XX.

El artista vive una relación peculiar con la belleza. En un sentido muy real puede decirse que la belleza es la vocación a la que el Creador le llama con el Don del talento artístico: “Estoy siempre inclinado a creer que el medio de conocer a Dios es amarlo mucho. Ama a tal amigo, tal persona, tal cosa, lo que tú quieras, y estarás en el buen camino para saber más después, he aquí lo que me digo. Pero hay que amar desde una alta y seria simpatía íntima, con voluntad, con inteligencia, y hay que tratar de saber siempre más y mejor. Esto conduce a Dios, esto lleva a la fe inquebrantable. Alguien, para citar un ejemplo, amará a Rembrandt, pero seriamente sabrá que hay un Dios y creerá en él”.

“Es bueno amar tanto como se pueda, porque aquí radica la verdadera fuerza, y el que mucho amo realiza grandes cosas.”.

La obra de Vicent resulta imposible separarla de sus ideas estéticas, sociales y filosóficas. De Millet, al que admiraba, hace suya una frase: “El arte es un combate; en el arte es necesario jugarse la vida”.

Hijo de un pastor calvinista, Van Gogh, eligió en un principio ser predicador entre los mineros belgas del Borinage, una experiencia que lo marcaría por el resto de su vida, influido por la Biblia y al mismo tiempo por las ideas socialistas de su época. Esto sería clave en su quehacer artístico. Entre sus libros tenía una copia de la Biblia, la Revolución Francesa de Michelet, obras de Dickens, Víctor Hugo y Emile Zola. No es de extrañar que se sintiera atraído por la obra de Jean François Millet, Gustave Corbet, Camile Corot, Eugene Delacroix y que se inclinara por una pintura de mayor carácter social, representando campesinos, gente de pueblo, obreros.

Los radiantes girasoles hicieron mundialmente famoso a Vincent Van Gogh. Pero su primera gran obra fue muy diferente: Los comedores de patatas (1885). Escribió a su hermana Guillermina diciéndole: “Este es mi mejor trabajo”. Van Gogh había pintado a cinco personas de una familia de campesinos, cenando a la luz de una lámpara de aceite. Quería representar la dura realidad de la vida campesina, una vida que él mismo admiraba. Mostró deliberadamente a los personajes con rostros toscos y manos de trabajo huesudas. Los colores eran terrosos, oscuros como la tierra.

Se decepcionó con algunos colegas porque sentía que sus compañeros artistas no estaban comprometidos con la sociedad. En muchas ocasiones se mostró triste porque pensaba que para triunfar se necesitaba ambición y la ambición le resultaba totalmente absurda.

A través del dominio de la pintura, Van Gogh se purificará y salvará en muchas ocasiones. Veía en el color una función más allá de la mera impresión de luz. Llevaría el recurso del color mucho más lejos que sus compañeros impresionistas, dotándolo de autonomía y haciendo de éste su mayor soporte expresivo.

El arte final de la obra de Van Gogh no es prueba de su locura, sino todo lo contrario, es el intento diario por mantener su enfermedad a raya. Su desequilibrio mental destruye su vida en un camino de perfección espiritual.

La carta número 652 que escribe a su hermano Theo, fue la última. Esta carta no llegó a ser enviada. La encontraron en el bolsillo de la chaqueta de Vicent el día de su muerte, el 29 de julio de 1890. El pintor agonizó a lo largo de dos días en la habitación de una posada, tras haberse disparado en el costado, dando tiempo a que su hermano Theo viajará desde París para consolarlo durante sus últimas horas de vida. Theo murió un año después, aproximadamente, de pena y lleno de deudas y de dudas, sin ver el ascenso de la obra de su hermano.

Si el mal y el horror no dejan de hacerse presentes en el mundo, tampoco deja de hacerlo la belleza. Una belleza distinta de aquella que invita al consumo.

Los artistas dotados de un talento especial están llamados a poner, ante los ojos del mundo, lo que Juan Pablo II llama la belleza que salva. Están llamados a ayudar a los demás a asombrarse, al poner al descubierto el don divino en las realidades que acompañan la vida humana. Los artistas deben permitir que su intuición revele a otros el sentido de la vida. Para ello, bastaría con que supieran corresponder a la grandeza de su vocación.

Esa vocación es el amor y ser amado.