En África, cada 48 segundos muere una persona por hambre

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Aumenta el proteccionismo y la restricción a la exportación de alimentos.

Una persona muere cada 48 segundos en la región del Cuerno de África por hambre, según denuncian las ONG Oxfam Intermón y Save the Children en su último informe, Dangerous Delay 2, en el que alertan además que más de cinco millones y medio de niños se encuentran en riesgo de hambre extrema y 350 mil niños pueden morir por esa causa este verano si la comunidad internacional no actúa.

Desde solidaridad.net venimos denunciando muchos años, desde la Campaña por la Justicia en las Relaciones Norte-Sur, las causas del hambre. La primera es la denuncia del robo sistemático a los empobrecidos. La economía y la política han de cambiar 180º en su orientación si realmente se quiere acabar con la principal guerra que sufre la humanidad: el hambre.

En estos dos meses (desde el comienzo de la invasión de Ucrania) se ha producido una subida desbocada del precio de los alimentos, pero la tendencia venía de antes:

  1. Primero fue el colapso del transporte marítimo (oligopolio de facto) y de las rutas comerciales a causa de la pandemia de coronavirus.
  2. Después, el aumento de precios y el temor al desabastecimiento por la invasión rusa de Ucrania.
  3. Ahora, el último episodio del caos en el que viven inmersos los mercados alimentarios mundiales desde hace varios meses está relacionado con las restricciones a la exportación que varios países han impuesto sobre alimentos esenciales como los cereales, los aceites o las legumbres.

De acuerdo a las cifras que publica de forma periódica el International Food Policy Research Institute (IFPRI), hasta 19 Estados han aplicado algún tipo de medida proteccionista sobre el comercio de alimentos desde marzo de 2022, poco después del comienzo de la guerra en Ucrania. Muchos de estos países son grandes productores y exportadores de alimentos a escala global, incluidos los dos actores implicados en el conflicto, Moscú y Kiev: juntos acaparan un cuarto de las exportaciones mundiales de trigo y dos terceras partes del comercio internacional de aceite de girasol.

Indonesia, el mayor exportador de aceite vegetal del mundo, o Argentina, el tercer país con más peso en el mercado internacional de la soja, son otros de los Estados que han impuesto algún tipo de restricción —más o menos laxa— a la exportación de alimentos. India, por su parte, ha prohibido por completo la exportación de trigo.

En total, el IFPRI asegura que el 16,9% del comercio global de alimentos (medido en calorías) se está viendo afectado por estas limitaciones sobre las exportaciones. Es una cifra prácticamente igual a la que se registró en la crisis alimentaria de 2008 (17,2%) y mucho más alta (7,8%) de la que se alcanzó en el peor momento de la pandemia de coronavirus. Y a diferencia de las dos anteriores, que tuvieron picos más o menos rápidos, la crisis actual amenaza con alargarse en el tiempo y disparar el precio de los alimentos durante varios meses consecutivos.

En este sentido, hay varias regiones —como el Magreb, Oriente Próximo y Asia Central— que se están viendo especialmente golpeadas por las medidas proteccionistas impuestas a raíz del conflicto ucraniano y por su fuerte dependencia del comercio internacional. En Siria, Egipto e India, por ejemplo, más de un 50% de las importaciones de alimentos están afectadas por las restricciones que se han impuesto en las últimas semanas, y en Uzbekistán y Azerbaiyán el porcentaje ronda el 70%.

Pese a esto, el IFPRI precisa que la mayoría de las medidas no consisten en una prohibición total de las exportaciones, sino que más bien se basan en tasas, impuestos y costes de transacción cuyo principal efecto es el aumento del precio de productos básicos que ya llevaban varios meses experimentando fuertes subidas.

De hecho, durante marzo de 2022 el índice de precios de los alimentos que publica la FAO de forma mensual batió su récord histórico, con 166 puntos, superando ampliamente los 138 puntos que se registraron durante la crisis alimenticia de 2011, el último gran punto álgido en el seguimiento que realiza el organismo de Naciones Unidas desde 1990.