DE CÓMO LA TEORÍA DEL CAOS HABLA SOBRE LA GRANDEZA DE LO PEQUEÑO.

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«La teoría del caos parece decirnos que lo que hace al sistema ser lo que es (eso grande que nos impresiona) se esconde en cada una de sus partes más pequeñas, y por ello el cambio en éstas hace posible la transformación total del sistema». » Un pequeño David frente a un Goliat fuerte es capaz de desviar completamente la fuerza del gigante».
DE CÓMO LA TEORÍA DEL CAOS HABLA SOBRE LA GRANDEZA DE LO PEQUEÑO.Por José Antonio LangaDoctor en Ciencias ExactasProfesor de la Universidad de SevillaMilitante del Movimiento Cultural Cristiano «El sentido común no es más que un depósito de prejuicios establecidos en la mente antes de cumplir dieciocho años». (A. Einstein, 1952). «Sólo allí donde el mundo está » lleno de todo lo posible» puede la esperanza actuar en el amor». (J.Moltmann, 1989). Una de las aspiraciones fundamentales del hombre en todas las civilizaciones y culturas ha sido la de entender el mundo de lo real. Pensadores de todos los tiempos han ido dando forma y ordenando muy diversas concepciones sobre lo que era la realidad en la que se desenvolvían nuestras vidas. Sin duda la concepción del mundo que forma parte de nuestra conciencia condicionará esencialmente nuestra visión del hombre y la sociedad; y viceversa. Pero lo importante es que también nuestras formas de vida personales y sociales son en gran medida fruto de nuestra cosmovisión del mundo, así como no es menos cierto que nuestra forma de vivir nos hace pensar de una determinada manera. De estos condicionantes son expertos los grandes comerciantes y los medios de comunicación. En Europa, especialmente a partir del siglo XVII, el conocimiento científico se constituye en el elemento por excelencia para desentrañar «las verdades» de la esfera de lo real. Hasta principios del siglo XX existe un optimismo generalizado en la ciencia, pues se espera que el método científico será capaz de descubrir todas las leyes y mecanismos que conforman un mundo, en palabras de Galileo, «escrito en lenguaje matemático». Aunque este optimismo científico parece haber sido derrumbado por los avances de este conocimiento a lo largo de este último siglo, vamos, no obstante, a continuar en estas páginas mirando qué es lo que dice acerca del mundo una rama de la ciencia conocida como teoría del caos. No olvidemos que actualmente la ciencia sigue siendo el conocimiento más valorado en Occidente y que, por ello, continúa produciendo cosmovisión del mundo, del hombre y hasta de Dios. Llamaremos sistema a un conjunto de elementos en relación en un determinado entorno. Prácticamente la totalidad de los fenómenos del mundo real pueden ser descritos como sistemas; más bien como sistemas dinámicos, debido al constante movimiento y cambio que experimenta nuestra realidad, desde el nivel físico o químico al sociológico. Cuando queremos conocer un fenómeno cualquiera debemos previamente seleccionar los factores o elementos que intervienen en el sistema y describir, de alguna manera, las relaciones a las que están sometidos. Así, conocidos los elementos del sistema y cómo interaccionan entre sí, esperamos haber desentrañado lo esencial del sistema, su estructura interna y, por consiguiente, creemos poder explicar el fenómeno en su totalidad. Fijémonos en que éste es un método de acceso a la realidad muy característico y particular del método científico: se trata de dividir las partes en que se compone el fenómeno y estudiar particularmente cada una de ellas. La idea parte de Descartes y hoy una parte importante de la investigación emplea esta lógica. Esta metodología nos conducirá a modelos de la realidad, es decir, a representaciones abstractas y simplificadas de los fenómenos, generalmente expresadas en lenguaje matemático, que nos describen el sistema real. El modelo sería algo así como la descripción de la estructura interna del sistema, aquello que explica que éste tenga un determinado comportamiento. Así, tenemos modelos en Astronomía que nos hablan del movimiento de los planetas ; en Física, que describen el movimiento de los fluidos ; en Química, para representar la evolución de ciertas reacciones ; en Biología, donde se modela el comportamiento de ecosistemas; también los hay en Economía, en Sociología y, en general, en múltiples facetas del saber científico. Los modelos representando a sistemas dinámicos son, en síntesis, una de las interpretaciones de la ciencia que explican la dinámica del mundo real. Un buen modelo dice y predice correctamente el comportamiento de los sistemas. En el fondo, algunos pensarán que una multitud de «buenos» modelos nos devolvería el optimismo científico de siglos pasados. Posiblemente sea fruto de este pensamiento el deseo de lo grande que tanto ha acompañado a las estrategias de cambio social: para derrumbar un fuerte sistema (por estar fundamentado en unas leyes poderosas) hace falta una oposición grande e igualmente fuerte. La teoría del caos nos muestra la fragilidad de esta metodología de descripción de los fenómenos para aprehender la realidad. Imaginemos un fenómeno simple consistente en una mesa de billar cuadrada con un objeto circular en su centro . Si golpeamos dos bolas desde un mismo punto con direcciones muy próximas, apreciaremos que el objeto central hace que las dos trayectorias de las bolas se alejen y sean completamente diferentes después de algunos rebotes . En este modelo tan sencillo las leyes del movimiento de la bola de billar se conocen perfectamente, aunque en la práctica sea imposible saber con antelación la trayectoria que va a seguir la bola a partir de un tiempo en adelante. En gran cantidad de modelos científicos, y en disciplinas como la Física o la Química, ocurre que un pequeño cambio de magnitud en alguno de los elementos del modelo produce grandes errores a medida que pasa el tiempo y el sistema evoluciona. Dicho de otra forma, una perturbación casi imperceptible en la estructura del modelo, produce un comportamiento exageradamente distinto al que tendríamos si no hay perturbación. Es como si la estructura del modelo del sistema, esa que nos está hablando de la esencia de lo real del fenómeno, fuese especialmente sensible a los pequeños cambios. El meteorólogo norteamericano E. Lorenz simbolizó este comportamiento con el ejemplo de que el batido de las alas de una mariposa en el cono sur de América podría causar, pasado un tiempo, un gran huracán en Norteamérica. Un pequeño David frente a un Goliat fuerte es capaz de desviar completamente la fuerza del gigante. No olvidemos que seguimos hablando de campos tan aparentemente deterministas como la Física o la Química. Un modelo que se comporte de esta forma va a producir una dinámica prácticamente impredecible (recordemos que el modelo se ha construido precisamente para predecir la dinámica del sistema). Si seguimos recorriendo la línea que va dibujando la bola de billar de nuestro ejemplo llegaríamos, suponiendo que ésta no se parara nunca, a rellenar todo el espacio de la mesa de billar entre vaivenes desordenados de nuestra bola. Estamos produciendo un movimiento caótico y la rama del conocimiento científico que lo estudiará constituye la denominada teoría del caos. Resumamos: para hablar del mundo de lo real hemos construido una representación simplificada a la que hemos llamado modelo, pero éste, aun habiéndose quedado con la «esencia» del sistema dinámico, se nos presenta fuertemente sensible a las pequeñas acciones sobre él. Evidentemente, los modelos en Economía y Sociología son, o debieran serlo, mucho más complejos que de los que estamos hablando, por lo que parece razonable pensar que éstos gocen de esta misma fuerte sensibilidad a los pequeños cambios, a las pequeñas acciones. Sin embargo, aún podemos avanzar un poco más. Podemos decir que lo que falla es el modelo, que se comporta así porque no es correcto; que el modelo es caótico porque no hemos expresado bien las relaciones entre los elementos o, mejor aún, que hemos olvidado algunas variables esenciales del sistema y por eso nuestro modelo no nos da realmente la estructura del fenómeno. Esto pensaron los primeros científicos que empezaron a observar a principios de los años 70 cómo sus modelos se desenvolvían una y otra vez con un comportamiento aparentemente aleatorio. Pero a medida que trataban de eliminar el error, más se daban cuenta de que la inexactitud, la imprecisión, la incertidumbre y la impredecibilidad debían pasar a formar parte de las herramientas conceptuales de su saber científico. ¿Por qué? Porque lo real se mostraba cambiante y las estructuras que los modelos describían, a veces incluso extremadamente simples, tenían la posibilidad de adoptar formas diversas, plurales, dependiendo del delicado equilibrio de «fuerzas» que los constituyen. De esta forma, la teoría del caos nos muestra un mundo potencialmente rico en pluralidad, con posibilidad de manifestar caras diversas, hasta radicalmente opuestas, dependiendo del cambiante juego de relaciones entre los elementos de los sistemas: un pequeño cambio en la situación presente de un fenómeno puede hacerlo evolucionar hacia lugares insospechados a priori. Por tanto, el sistema tiene la potencialidad de tomar distintas manifestaciones dependiendo, en muchos casos, de acciones pequeñas sobre él. Volviendo a la mentalidad ensimismada de lo grande y que menosprecia lo pequeño, observemos que la teoría del caos parece decirnos que lo que hace al sistema ser lo que es (eso grande que nos impresiona) se esconde en cada una de sus partes más pequeñas, y por ello el cambio en éstas hace posible la transformación total del sistema; cada pequeña porción del sistema encierra en sí mismo a la totalidad. Pareciera como si actuar en lo pequeño fuese buena estrategia para influir en la marcha de lo grande, que pierde así su halo poderoso y muestra sus pies de barro. Fijémonos en que esto apunta a una nueva concepción en la comprensión del mundo, pues elimina la idea de las explicaciones únicas (tan propias de un pensamiento positivista) para el comportamiento de las distintas realidades (pienso ahora en la gran cantidad de afirmaciones y decisiones, y el sufrimiento que causan, tomadas, por ejemplo, por «necesidades técnico-científicas» de la Economía – Maastrich y la convergencia con Europa son buena prueba de ello); es como si la ciencia siguiera creyendo de ella misma que es el único conocimiento que desentraña la estructura esencial que determina a los fenómenos. La teoría del caos hace una llamada fuerte a superar el determinismo simple y simplificante que arrastramos desde hace más de tres siglos.