Dentro de los dogmas de fe más contundentes de nuestra moderna sociedad del conocimiento, el primer mandamiento es, por extraño que parezca, la concepción del desarrollo humano como el enemigo potencial de todos los animales (incluido el hombre), de todas las plantas y, en definitiva, de todo el planeta.
Extracto
Esto no es algo nuevo: se trata de un proceso intelectual que hunde sus raíces en los albores del siglo XX; por aquel entonces empezaba a circular en los ámbitos intelectuales, científicos, académicos y políticos occidentales la concepción del hombre como mero animal, despojado de la dignidad que le es intrínseca, y que le sitúa por encima del resto de los animales.
Varios estados de Norteamérica aprobaban por aquel entonces diversas leyes que promovían la eugenesia (es decir, la eliminación, mediante la esterilización forzosa, de las razas inferiores). Esos esfuerzos legislativos no hubieran podido prosperar de no ser por el apoyo explícito de tres importantes entidades académicas y científicas norteamericanas:
La Academia Nacional de Ciencias (National Academy of Sciences), la Asociación Médica Americana (American Medical Association) y el Consejo Nacional de Investigación.
Ahora bien: ¿quién financiaba y dirigía esas entidades científicas? Pues nada menos que las fundaciones Carnegie y Rockefeller, de manera preferente. Bajo la tutela y promoción directa de estas dos fundaciones, las teorías eugenésicas pronto fueron aceptadas en Europa y más concretamente en Alemania, siendo financiadas hasta 1939, pocos meses antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Los eugenistas alemanes llegaron a progresar tanto que, a partir de 1920, el liderazgo mundial del movimiento pro eugenesia correspondió por completo al Gobierno de Alemania.
Después de la derrota nazi, los eugenistas desaparecieron, pero sólo aparentemente: en realidad tan sólo habían cambiado su denominación, comenzando ellos mismos a denominarse «darwinistas sociales» en honor y memoria de Charles Darwin. Este había hallado una explicación que, según él, probaba la existencia de la evolución como una ley natural. La llamó la «supervivencia de los más aptos». Sin embargo, la explicación darwiniana se basaba en una falacia lógica llamada razonamiento circular: «¿Quiénes son los más aptos? Los que sobreviven. Y, ¿quiénes son los que sobreviven? Los más aptos». A pesar de esta falacia evidente, el principio darwinista pronto generó toda una estructura ideológica que le vino como caído del cielo al clan Rockefeller, que halló en la fórmula darwinista de la supervivencia de los más aptos la justificación moral que necesitaba para llevar a cabo sus actividades encaminadas a eliminar la competencia.
Los Rockefeller y sus socios de la banca internacional aunaron su poder y sus fortunas con el propósito de promover el darwinismo y otras ideologías similares, y a tal fin crearon dos organizaciones que les servirían como centro de mando para coordinar sus esfuerzos en América y Europa: el Council of Foreign Affairs (Nueva York) y el Royal Institute for International Affairs (Londres)
Ambas organizaciones integradas al parecer en otra estructura más antigua y denominada «El Grupo de la Tabla Redonda» (The Round Table Group) .
Por extraño que pueda parecer, las organizaciones filantrópicas que dependen del clan Rockefeller están fundamentadas en un mismo propósito: Un somero estudio de hacia dónde canalizan sus fondos evidencia que la mayor parte de sus esfuerzos está dedicada a financiar a terceras organizaciones cuyo fin tanto directo como indirecto o encubierto, es el control del crecimiento de la población. No en vano, en un estudio publicado por el Club de Roma (una de las muchas organizaciones vinculadas a los Rockefeller) se afirma explícitamente esto que transcribimos a continuación:
«Si la lucha contra un nuevo enemigo nos une, hemos concebido la idea de que la contaminación, el calentamiento global, la escasez de agua y el hambre, son el enemigo perfecto. Y todos esos peligros son causados por la intervención humana. Por tanto, el verdadero enemigo es la propia humanidad.».
Para llevar a cabo su plan de reducción de la población mundial, los Rockefeller y sus socios parten de esta idea madre:
«Mejor que hacer uso de un proceso violento que pueda antojarse inaceptable y generar una rebelión incontrolable, es mejor hacer uso de un proceso gradual, presentándolo de una manera tan atractiva que lo haga aceptable para la mayoría de la población».
Se hace evidente por qué todos los grandes temas promovidos por los Rockefeller a partir de 1960 conducen de una u otra forma a lograr ese resultado. A saber:
a) La legalización del aborto y de los anticonceptivos
b) La promoción y difusión de la ideología de género
c) La financiación de los grupos ecologistas-humanófobos
No obstante, después de haber dedicado sus esfuerzos y su dinero a tal fin durante largas décadas, los Rockefeller y sus socios han acabado concluyendo que el crecimiento de la población del planeta es incontrolable, a no ser que se tomen medidas drásticas para detenerlo. Y la única forma de lograrlo pasa por la implantación de un sistema político y económico de alcance global que han convenido en denominar como «New World Order», esto es, Nuevo Orden Mundial.
Es por esto por lo que cada vez se van percibiendo más síntomas de que existe un proceso intelectual diseñado para destruir el cristianismo y sustituirlo por un nuevo sistema ético universal que consagre la ecología como la nueva religión universal.
Desde luego, nada que tenga que ver con la promoción y defensa de la vida humana, la familia, y la dignidad del ser humano.