De viejos y jóvenes

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No debe un hombre verdaderamente libre malgastar sus energías en acomodarse así como así al espíritu ambiente.

Lo propio del animal es acomodarse pasivamente al medio; lo propio del hombre adaptar el medio a sí, hacerse el mundo, manera la más noble de hacerse al mundo. Recíbanos el ambiente si quiere, y si no lo quiere, es que ni somos nosotros dignos de él, ni él lo es de nosotros. La suerte, no nuestra libre voluntad, nos ha hecho nacer en tal o cual pueblo y balbucir esta o la otra lengua en la cuna. El hombre que dobla la cerviz a la suerte sin luchar con ella, no es verdadero hombre, no es de los que aspiran a hombre.

¿Por qué hemos de malgastar los bríos de nuestra alma para que corra en el mercado? El alma no se vende, y si por ventura fuese de oro ella se gozará en serlo…

¿Qué sólo te entiende una docena de personas? ¡Basta! Si tienes algo que decir y se lo dices, ellos lo traducirán de doce maneras diferentes, y como la luz una y blanca, refractada en el prisma en los colores varios de la irisación, se reconstituye de nuevo en su blancura en el espíritu colectivo, y dejarás tu gota en el inmenso océano de la vida. Dé cada cual su nota propia, según su propia y peculiar estructura; lo que de ella concuerde con la dominante melodía, en está se perderá reforzándola, y lo que no, irá al fondo inexhausto de los armónicos, discordantes entre sí muchos. ¡Nada de canto monofónico!

De lo que hay que huir es de la insinceridad y de la mentira. Si sientes que algo te escarabajea dentro pidiéndote libertad, abre el chorro y déjalo correr tal y como brote. Que hagan de filtro los que te escuchen o te lean. Y si alguien te atribuyere a pose, o creyere que no eres dueño de ti mismo, ten piedad de él, porque tienen ojos y no ven.