Del caso Banca Catalana a la consulta

2651

En 1984 estalló el caso Banca Catalana cuando los fiscales de Barcelona se querellaron contra Jordi Pujol por estafa, apropiación indebida y falsedad.

El astuto político banquero se envolvió en la senyera, se alió con la derecha tradicional española y con el felipismo y todos los poderes fácticos presionaron hasta lograr el archivo de la querella y el pago por todos los españoles del agujero del pufo bancario.

Luego vinieron los años en los que Pujol actuaba como moderador de la política nacional a la vez que reinaba plácidamente en Cataluña. Cuando vio confirmada la impunidad, su familia (la política y la de sangre) se lanzó con alegría a enriquecerse con el cobro de comisiones. La corrupción se incrustó en Cataluña y todos hicieron la vista gorda a cambio del apoyo de CiU en el parlamento español.

Voz de los Sin Voz nunca se cansó de denunciar aquel pacto que se ha convertido en uno de los hechos más calamitosos de la historia política española. El pujolismo enfangó la vida política española entera y no solo la de Cataluña. A la vez que era nombrado “español del año” por el periódico ABC, Pujol y sus círculos familiares tejían un entramado nacionalista controlador de los hilos del poder impidiendo el protagonismo de la sociedad. Su poder crecía a costa de las comisiones de obras concedidas por la Generalitat. La incógnita del famoso porcentaje ha sido despejada recientemente por un antiguo dirigente de ERC quien lo cuantificó en el 5%. ¿A cuánto asciende el 5% de las obras de la Barcelona Olímpica de 1992, de las obras públicas que han transformado la ciudad de Barcelona, de las autopistas…? Las cifras pueden ser mareantes y nos revelan la magnitud del problema.

El pujolismo se inventó el España nos roba. Y, efectivamente, ahora todos hemos comprobado que, en efecto, Cataluña estaba siendo saqueada. Pero no era España quien robaba sino que desde las entrañas del catalanismo se ha instalado uno de los agujeros negros de corrupción más salvajes de nuestra historia reciente. El llamado derecho a decidir no es más que un intento de las élites catalanas de seguir acaparando beneficios, posición social y monopolio del poder. La consulta convocada por Artur Mas no es sino un capítulo más de la historia que se inicia con Banca Catalana. ¿Es la consulta un chantaje al estado de derecho que ha puesto a sus sabuesos a rastrear el destino del 5% y solo cederá si logra su impunidad?. ¿Será por el miedo a que los Pérez y García (apellidos mayoritarios en Cataluña) empiecen a cansarse de que unos caciques traten a Cataluña como su finca particular?.

Las estructuras de Estado que prometen CiU y ERC tienen las raíces podridas. Su valor no va más allá de sus cuentas en paraísos fiscales. Pujol fue al Parlamento catalán y no explicó el origen de su fortuna, se permitió reñir a los diputados por preguntarle y hasta dio lecciones de ética. Un Estado que naciera de ese Parlamento sería un estado fallido. El grupo político mayoritario de Cataluña se ha declarado heredero del proyecto político creado por Pujol por lo que los libros de Historia de ese hipotético Estado deberían homenajear a su fundador orgulloso de ser un delincuente. ¿Sería Pujol un ejemplo para la juventud?.

Evitemos otro caso Banca Catalana. Mariano Rajoy y Pedro Sánchez serán cómplices de los corruptos si repiten el error cometido hace quince años de pactar para evitar la entrada en la cárcel de un banquero ladrón. El problema de la consulta en Cataluña no es solo la insolidaridad que implica crear una nueva frontera que divida y clasifique a las personas sino también el intento de hacer de la corrupción el estado natural de la vida política.

Editorial de la revista Autogestión