Del reino de Carlomagno a la Eurozona (I)

2518

Nadie puede decir hoy que no se sabía entonces lo que se hacía: las hemerotecas están llenas de advertencias de los economistas en los años 1990 contra la inclusión de los países mediterráneos.

Punto de partida: una crisis programada

Europa del sur está pasando por una crisis programada por los grandes poderes financieros y políticos. Desde tiempos inmemoriales, los países mediterráneos han tapado las tensiones sociales y económicas imprimiendo más dinero, aumentando por unos meses el aparente poder adquisitivo interno hasta que la inflación lo volviera a alcanzar. Paralelamente, devaluaban sus monedas para mantener su competitividad exterior y favorecer el consumo de la producción nacional sobre los bienes importados. Algo totalmente contrario a los principios de libre comercio de la UE.

Durante los años de creación del euro, en los noventa, los economistas monetarios hablaban mucho del despropósito que sería el euro para «las economías de la devaluación», pero en las grandes discusiones políticas previas al lanzamiento del euro se barajaron dos modelos:

  1. Empezar con un núcleo homogéneo de países y economías ya sincronizadas, es decir «Fralemania» y valles limítrofes. Los «países periféricos» se podrían incorporar una vez cumplidas las condiciones mínimas fijadas por el núcleo duro.

  2. Empezar a admitir desde el principio a todos los países que quisieran estar. Los economistas advirtieron de que esto crearía unas crisis que tarde o temprano estallarían.

La decisión de aplicar el «engaño consentido» y de meter a todos los países que quisieran en el euro fue una decisión política estratégica, no tecnocrática. El exitoso ejemplo de la unión monetaria alemana en base a quintuplicar en términos reales el valor del marco oriental, medida que a fecha de hoy se sigue pagando mediante un impuesto especial «solidario» del que nadie se queja, predispuso la «locomotora alemana» a aplicar la experiencia al resto de Europa.

Nadie puede decir hoy que no se sabía entonces lo que se hacía: las hemerotecas están llenas de advertencias de los economistas en los años 1990 contra la inclusión de los países mediterráneos. Ya entonces los impulsores del «euro para todos» concedían que, tarde o temprano, las economías «débiles» incapaces de auto-imponerse las estructuras necesarias para la estabilidad antes de la entrada al euro, se verían forzadas por futuras crisis y circunstancias externas a adaptarse a las estructuras dominantes dentro de la UE. No predecían ni cuándo ni cómo, pero tenían plena confianza en las dinámicas del libre mercado y de los flujos financieros libres.

Estas «economías de la devaluación» eran principalmente los países mediterráneos, con su cultura política, económica y financiera bien distinta a la de los «países centrales de Europa»: aquí la política reacciona cuando las tensiones sociales, económicas y políticas le fuerzan a hacerlo, allí se planifica con anticipación. La disciplina, la previsión y la planificación forman parte de la cultura del norte; la improvisación, el proverbial «no poner el parche antes de que salga el grano» y la aversión a afrontar decisiones duras antes de no tener más remedio son parte de la cultura política del sur. El frío y la ausencia de alimento en la naturaleza durante ocho meses al año han obligado a desarrollar milenarias costumbres de ahorro, la planificación y del consenso social mientras que el clima suave ha llevado a un estilo de vida que confía más en la providencia de la naturaleza y una menor dependencia de la cooperación para la supervivencia, a pesar de la aparente mayor sociabilidad de la gente.

La crisis programada finalmente llegó. Y tanto…

Expresándolo de un modo simple, la percepción que tiene la opinión pública alemana, moldeada por unos medios de comunicación de corte liberal-nacionalista, es que la situación de los hermanos pobres del sur se parece a la parábola del hijo pródigo. El padre (Alemania) dotó a sus hijos de unos buenos recursos (fondos de cohesión) para que estudiaran y montaran su propio negocio. Pero se lo gastaron en comilonas y malas mujeres (burbuja inmobiliaria) y ahora vuelven al padre con el rabo entre las piernas. Pero como en economía no existe la misericordia evangélica, el padre (deseoso de ocultar su propia tendencia a emborracharse) no los recibe con los brazos abiertos sino los manda a cara de perro al cuarto de los capataces, para que se reformen y empiecen a ser un miembro útil y productivo de la familia y no vuelvan a presentarse en la mansión familiar hasta que no estén limpios, aseados y demuestren estar económicamente a la altura del padre.

Parábola aparte, la crisis de los desequilibrios creados a consciencia por la introducción del euro a gran parte de Europa está produciendo exactamente lo que los economistas políticos, ante el horror de los monetaristas, previeron hace 15 años: la germanización forzada de las estructuras, primero económicas, luego políticas, de todos los países del euro.

Es difícil de saber si alguien dio un pistoletazo de salida consciente a la crisis o si el castillo de naipes cayó simplemente cuando su peso ya no se correspondía a su estructura. Pero no se trata de buscar oscuras teorías de la conspiración, sino de ver cómo los análisis de sistemas dinámicos y complejos permitieron prever hace 15 años lo que iba a suceder ahora.

Es cierto que muchas variables han cambiado durante estos años. Posiblemente era difícil de prever con qué velocidad el mundo se alejaría de la monopolaridad del «fin de la historia» proclamado después del fin de la guerra fría hacia la realidad multipolar actual, la cual añade nuevas variables e incertidumbres a los procesos. Pero en lo esencial, está pasando lo que se dijo que pasaría, al menos en la discusión interna en Alemania cuando al final se optó políticamente por el «euro para todos», a pesar de las advertencias de muchos economistas.

Ahora, viendo los resultados y la exposición de la banca alemana e internacional, desde luego no cuesta imaginarse de que el euro es la gran trampa que se armó para cazar a los ratones desprevenidos. Pusieron un trozo de queso tentador y los ratones, en lugar de montar su propia fábrica de quesos, acudieron en tropel para darse un banquete… hasta que la trampa se cerró y los desnucó. Ahora, los cazadores, se los llevan cogidos por el rabo, incapaces ya de morder la mano y, encima les aprietan por la barriga porque quieren recuperar el queso que se han tragado.

La crisis actual tiene una profundidad de tal calibre, y estamos lejos de tocar fondo si Alemania se impone, que los países mediterráneos se verán forzados a cambiar su cultura política basada en la dialéctica entre las fuerzas sociales a la del consenso impuesto al estilo nórdico. Como intenté explicar en la primera parte, las raíces de las diferentes culturas políticas son muy profundas y aquí apenas se vislumbra las consecuencias que tendrán para la economía nacional y familiar, así como para la cultura política y la capacidad del ejercicio democrático de la ciudadanía. Es una crisis del crecimiento del euro, en detrimento de las libertades políticas.

Objetivo cumpliéndose… con beneficios colaterales para Alemania.

No sé si alguien dio el pistoletazo de salida, pero, desde luego, a Alemania le vino en el mejor momento posible, posiblemente en el único momento imposible ya que también tenía que garantizar a su propia banca la rápida repatriación de los capitales con los que financió la burbuja española (oficialmente despreciada ahora, pero quien va al prostíbulo con los amiguetes de marcha raras veces lo admite…). Alemania consigue con la crisis no sólo el objetivo a largo plazo de intervenir las economías díscolas y de «ponerlas en el buen camino: la letra, con sangre entra», sino saca una serie de beneficios inmediatos. Todos los grandes imperios hacen pagar a los países conquistados el coste de la guerra y todos los grandes imperios se disponen a invadir países cuando acechan problemas internos. Ahí estamos.

Los beneficios inmediatos de la crisis mediterránea para Alemania son inmensos:

  • Gracias a la fuga de capitales del sur, Alemania, con sus propios problemas de déficit, se financia ahora al 0% y con acceso a una enorme liquidez.

  • Gracias a la crisis, Alemania, país exportador con un gran superávit comercial, se beneficia de la depreciación del euro frente al dólar. Esto abarata sus exportaciones y garantiza un alto nivel de empleo.

  • Los grandes inversores podrán encontrar empresas y activos españoles a precios de ganga; los fondos buitres ya están llegando. Ya hay «sangre en las calles» – palabras de un importante inversor americano a la hora de definir dónde hay buenas oportunidades de ganar mucho dinero.

  • El puñetazo en la mesa de Alemania y la negociación a cara de perro de Merkel tiene asustadas a todas las sociedades del sur, lo que permite implementar los cambios que le interesan a Alemania sin grandes costes ni concesiones políticas

Todavía no he escuchado ninguna razón de peso por la que Alemania debería aflojar el puño de acero de la crisis hasta que no haya exprimido todo lo que pueda exprimir ni quede ni resto de unas estructuras políticas y sociales que puedan oponerse seriamente al dominio de su sistema político y económico. Ojo, hablamos de estructuras y sistemas, invisibles cuando no se mira desde un análisis consciente y adecuado. Cuando pase la crisis, a simple vista puede parecer que al final todo vuelve a ser igual que antes. Descuiden, no lo será.

Del reino de Carlomagno a la Eurozona (II)

Del reino de Carlomagno a la Eurozona (y III)