‘Carta a una niña china’
Querida Yasmín:
He leído la carta que metiste en el bolsillo del pantalón vaquero que me compré hace un momento y quería contestarte lo antes posible, pues quedé aturdida.
Dices que te marchaste de casa hace cuatro meses, que vivías en el campo, con tus padres, en una provincia campesina al norte de China. Por lo que cuentas, la vida allí tiene que ser muy monótona: levantarse cuando amanece, labrar la tierra mientras haya un rayo de sol que ilumine los sembrados y volver al atardecer. Estás agradecida a tus padres porque tuvieron la generosidad de traerte al mundo, a pesar de que ya tenían una hija. Eso (tener más de un hijo) ¿no está prohibido y castigado en China? Ellos fueron muy valientes, y arriesgaron mucho para que tú existieras.
Has tenido que emigrar a la ciudad para ayudarles económicamente, porque el campo no da para mucho. Dices que son más de 130 millones de chinos los que abandonan el campo para ir a la ciudad en busca de trabajo… y tú eres una de ellos. Para tener sólo catorce años, has tenido mucho arrojo. Yo también tengo esa edad, y voy al instituto. Vivo con mis padres y los fines de semana salgo con mis amigos, a gastar la paga semanal que me dan. Nos lo pasamos muy bien en las discotecas de por aquí. Mis padres dicen que tengo que estudiar para ganarme la vida el día de mañana, pero yo estudio sólo a veces, porque es muy aburrido. Prefiero ver la tele o jugar en el ordenador, o salir de compras con mis amigas, sobre todo cuando hay rebajas.
Ahora estás viviendo en una fábrica, en una ciudad de la provincia de Cantón. Empiezas a trabajar a las ocho de la mañana y no terminas hasta las ¡¡dos de la madrugada!!. En teoría, tu jornada laboral debería terminar a las siete de la tarde, pero a partir de esa hora comienzan las horas extra, hasta las dos de la madrugada, para poder terminar todo el trabajo. Lo que más me sorprendió es que además, esas horas no os las pagan y que, para colmo, el primer sueldo que ganaste no te lo pagaron, para retenerte en la fábrica, como una especie de «fianza». ¡ Pero si trabajaste como una burra, cómo no te van a pagar!.
Eres cortadora de hilos. Se tarda media hora en cortar los hilos de unos vaqueros. Tienes que cepillar los hilos del interior y del exterior, cortar los hilos sueltos, mirar si quedan piedras en los bolsillos…y dices que en una hora ganas más o menos medio yuan. (0’05 céntimos de euro). No me lo puedo creer… Tú ganas 30 € al mes trabajando todo el día… y yo me quejo porque creo que es insuficiente la paga que me dan mis padres para el fin de semana, que es precisamente esa cantidad, Jasmine, 30€…. Me da vergüenza.
Tus compañeras se dedican también a coser pantalones vaqueros. Tienen más o menos tu edad. Mis amigas no trabajan, dicen que a lo mejor a los 18 se buscan un trabajo en verano para pagar «sus gastos».
Dices que hace poco unos señores visitaron vuestra fábrica con el objetivo de observar las posibles irregularidades que pudieran existir, pero que los jefes os obligaron a ocultar la verdad: que sólo podéis ir al baño dos veces en todo el turno, que no podéis hablar con los compañeros mientras trabajáis, ni reír, que os multan por fichar un minuto tarde y por salir de la fábrica, que los guardias de seguridad fichan con tarjetas falsas para mentir sobre vuestro horario, que dormís cuatro horas de media y que para manteneros en pie tenéis que consumir bebidas energéticas que os descuentan del mísero sueldo…Todo eso está prohibido, en el Estatuto de los Trabajadores que os enseñan en el instituto, ¿verdad?. En España también está prohibido, pero igualmente, las empresas y particulares explotan a los trabajadores con salarios miserables y jornadas laborales eternas. Además, tenemos más de cinco millones de personas en paro.
Tú sabes, Yasmín, que los inspectores solo van para hacer controles de calidad del trabajo, para ver si la ropa que coséis es de buena calidad. Porque luego esa ropa se exporta a América, Europa, Australia…. No se queda en China. Ahora, amiga, me explico por qué me costaron tan poco los vaqueros que compré esta mañana: porque los hacen tus manitas, porque a vosotros os pagan 0’05 céntimos por pieza, porque os están exprimiendo hasta la última gota de juventud. Sí, nuestro consumo barato es vuestra explotación. Necesitamos que estéis ahí, sufriendo, llorando, lejos de vuestras familias, cayéndoos de cansancio para que nosotros podamos vestir a la moda y podamos presumir ante los demás…. Demasiado barato para nosotros, demasiado caro para vosotros.
Pero a las empresas que os hacen eso son conocidas; se llaman Levi’s, Inditex, Nike, Addidas, Vigaze jeans… Son multimillonarias y están explotando Asia, África y Sudamérica, sobre todo.
Por lo que cuentas en tu carta, vuestros sindicatos están prohibidos, es decir, los trabajadores no se pueden asociar para conseguir mejoras laborales y están prohibidas las huelgas y las manifestaciones. Si encuentran un sindicalista lo envían a campos de concentración para «reeducarlos». Reeducarlos, ¿en qué ideología? ¿en una que postule por la explotación de las personas? No lo entiendo.
En España sí que existen los sindicatos, pero los trabajadores se sienten defraudados, porque hace mucho tiempo que aquellos dejaron de defenderlos para defender al mercado y sus agentes: los políticos. No sirven para nada, bueno si que sirven para algo, para que los gobiernos se laven un poco la conciencia ante la ciudadanía y parezca que se está haciendo algo. Creo que tanto en China como aquí, la fuerza está en manos de los trabajadores que, asociados, conseguirían la justicia que demandan, como nos ha enseñado la historia del movimiento obrero.
Pero claro, existen obstáculos para ello: allí tenéis miedo a la represión y aquí tenemos fútbol y otros temas que nos distraen y nos hacen personas indiferentes e individualistas. Habría que romper esas cadenas, ¿no crees?
Jasmine, siento mucho que eches de menos a tus padres, a tu hermana, a tu abuela…. Preguntabas en ese papelito, que tuviste la valentía de meter en un bolsillo de vaquero, que te gustaría saber quién se pondría esos pantalones que tú confeccionaste, pues soy yo, amiga, y ante todo esto sólo puede salir de mis labios una palabra: perdón.