Democracia y corrupción

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A comienzos de 2016, los casos judiciales relacionados con corrupción política en España eran en torno a 150. Hay un millar largo de políticos con causas abiertas por corrupción y tenemos la asombrosa cifra de 17.621 cargos públicos aforados que no pueden ser juzgados por los tribunales ordinarios y disponen de un blindaje judicial

Algunos cálculos que se han hecho señalan que la corrupción “ilegal” ha supuesto ya el equivalente a un robo de 5.000 euros por español. Y hablamos sólo de la corrupción “ilegal”. Ésta, junto al fraude, constituye la segunda preocupación de los españoles según el barómetro CIS. Está claro que con ella corre peligro “nuestra cartera”.

En esta revista, no obstante, no hemos dejado de decir que junto a la corrupción “ilegal” no podemos perder de vista la corrupción “legal”. Porque es evidente que desde un punto de vista moral, lo “legal” está amparando infinitas inmoralidades sólo perceptibles cuando nos situamos en la perspectiva de los más desfavorecidos. Corrupción legal son los sueldos y privilegios de los cargos electos y las élites económicas, las puertas giratorias, la precarización-explotación laboral amparada por las “reformas laborales”, las desigualdades abismales en los salarios, la fiscalidad practicada sobre las rentas del trabajo en contraste con la practicada sobre las rentas del capital, el fraude legal de las SICAVs y los paraísos fiscales, el blindaje de las fronteras a los empobrecidos mientras se negocian tratados que las abren a los negocios del capital, la penalización de la solidaridad con los inmigrantes pobres… Sí, también estamos ante una situación de corrupción legal.

Pero aún no hemos llegado al meollo fundamental. La alerta la ha lanzado también un barómetro del CIS. Entre la lista de los 39 principales problemas de España que ofrece esta encuesta, uno de los principales, que ponen de manifiesto el cariz más salvaje de la denominada “globalización”, es el problema de los refugiados. Y resulta que no recibe ni una sola consideración como tal por parte de los “encuestados”. Hoy existen más de 60 millones de refugiados por causa de las guerras en el mundo, más refugiados que después de la segunda Guerra Mundial. El problema no es baladí. En casi la misma consideración se encuentra el tema del racismo, el de la guerra, o incluso el de la violencia en las relaciones hombre-mujer… La corrupción en la que estamos instalados no afecta sólo a los “políticos”. El trabajo de las élites ha dado sus frutos en dimensiones fundamentales del ser humano: la cultural y la moral. Estamos, aunque no nos guste escucharlo, ante una situación de tremendo embrutecimiento social y moral. Los “problemas” son tales sólo en la medida en que afecten a mi “cartera” y a “mis derechos”. El reguero de víctimas del relativismo moral en el que nos hemos instalado no ha dejado de aumentar. Lo que premeditadamente se ha querido globalizar ha sido el individualismo insolidario y la indiferencia. Y parece que se ha conseguido. La apelación a los “Derechos Humanos” se ha vaciado de fundamento.

Y esto, cerrando el círculo de la corrupción, vuelve a traducirse en el plano político. El discurso político populista, excluyente y clasista no ha dejado de ganar terreno, lo que nos trae con pasmosa claridad la memoria de los más terribles totalitarismos vividos en Europa. Y con cada nueva elección local, regional o incluso nacional en Europa, aumenta su clientela. ¿Puede sobrevivir la democracia sin una moral que blinde la dignidad inalienable de todo ser humano, sin una moral que impida que se imponga “la ley del más fuerte”?

Editorial de la revista Autogestión