Discurso en la Zarzuela

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Extracto del discurso durante la entrega de la Gran Cruz de Oro de la Orden Civil de la Solidaridad Social en la Zarzuela (26 de mayo de 2011)

Me toca la
difícil tarea de hablar en nombre de todos los premiados, personalidades con
curriculums impecables que han dedicado sus vidas a luchar por un mundo mejor.

Mujeres y hombres
que combaten contra la exclusión de los más marginados y se enfrentan
diariamente a la incomprensión social. Mujeres y hombres que superponen el
sacrificio sobre la comodidad y que arriesgan sus vidas por salvar las de los
demás. Mujeres y hombres cuyos comportamientos impecables representan los
valores que dignifican a una sociedad.

Llevo más de la
mitad de mi vida viendo con mis propios ojos los desastres de las guerras.
Siempre cerca de la sal de la tierra donde se revuelcan los olvidados de este
inmenso barrizal de violencia y cinismo que soportamos. Viendo lo fácil que es
morir cuando no se ha tenido la suerte de nacer en nuestras sociedades
privilegiadas.

Sólo en el último
mes he visto tantas historias sobre el sufrimiento y la desgracia humana en
Afganistán que ni siquiera me queda espacio en la conciencia para guardarlas.

He visto a niños
condenados a la muerte por falta de un equipo de diálisis, cuyo coste es menor
que cualquier bomba inteligente.

He visto a
mujeres, incluso a niñas, condenadas a la violación permanente por culpa de
matrimonios forzosos. He visto a jóvenes inmoladas, deseosas de quitarse la vida
para liberarse de las tradiciones sociales que las aniquilan como seres humanos.

De nuevo he
conocido a decenas de afganos que desconocen cómo es un país sin guerra. Que,
como tantos millones de seres humanos en el mundo, nacieron en guerra y morirán
en guerra.

Hace dos décadas
vendimos armas a Sadam Hussein con las que gaseó y asesinó a la población civil
de su país. Hace menos, unos meses quizá, vendimos armas a Muammar el Gadafi con
las que aniquila a la población civil de su país.

Incluso algunas de
nuestras empresas multinacionales como Repsol ampliaron sus volúmenes de
negocios en Libia sin importarles el carácter criminal de su régimen.

Hace menos,
incluso, hoy mismo seguimos haciendo negocios de la muerte con gobiernos que
violan sistemáticamente los derechos humanos.

Se me ha
condecorado por mi «labor de sensibilización social y concienciación de la
opinión pública sobre el sufrimiento de la población civil, y especialmente los
niños, en los conflictos armados».

Majestad, por
estos valiosos principios me siento obligado a recordar al público que el
gobierno actual, liderado por el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, una de
las personas que más han usado, instrumentalizado, abusado y retorcido la
palabra paz en las dos últimas legislaturas, ha cuadriplicado la venta de armas
españolas desde 2004 y nos ha convertido en la sexta potencia del mundo.

Por estos
valiosos principios quiero recordar que los culpables por acción son los que
ordenan matar y los que matan en el campo de batalla.

Pero también
existen unos culpables por omisión, aquellos que permiten los crímenes,
aquellos que los silencian o los excusan.  Aquellos que negocian tramposamente
los contratos bélicos, violando las propias leyes parlamentarias de control de
armas.

Nuestro
país ocupa un lugar estelar en la órbita de la violencia. Es muy desolador saber
que batimos records anuales en venta de armas.

Preferiría como
ciudadano español que nuestros gobernantes se dedicasen a la labor de
sensibilización y concienciación de la opinión pública mundial y de los
gobernantes más belicistas en aras de reducir el gran negocio que es la guerra y
de poner fin al sufrimiento de la población civil y, especialmente los niños,
atrapados en tantos conflictos armados mediáticos y olvidados.

Muchas gracias