La alimentación es una condición que toca el fundamental derecho a la vida.
Benedicto XVI
recibió a los participantes en la 37ª Conferencia de la Organización de las
Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
En su mensaje
el Papa les dijo: “El momento de crisis que afecta ahora todos los aspectos de
la realidad económica y social pide, en efecto, todo esfuerzo para contribuir a
eliminar la pobreza, primer paso para liberar del hambre a millones de hombres,
mujeres y niños que carecen del pan cotidiano. Pero una reflexión completa
impone buscar las causas de tal situación, no limitándose a los niveles de
producción, a la creciente demanda de alimentos o a la volatilidad de los
precios: factores que, si bien son importantes, hacen que se corra el riesgo
de hacer leer el drama del hambre en clave exclusivamente técnica”.
El Santo Padre
no dudó en afirmar que “la pobreza, el subdesarrollo y, por tanto, el hambre son
con frecuencia el resultado de actitudes egoístas que partiendo del corazón del
hombre se manifiestan en su actuación social, en los intercambios económicos, en
las condiciones de mercado, en el frustrado acceso al alimento, y se traducen en
la negación del derecho primario de cada persona a alimentarse y, por tanto, a
estar libre del hambre”.
Y agregó:
“¿Cómo podemos callar el hecho de
que también el alimento se convirtió en objeto de especulaciones o está ligado
al curso de un mercado financiero que, privado de reglas ciertas y pobre de
principios morales, aparece anclado al único objetivo del beneficio? La
alimentación es una condición que toca el fundamental derecho a la vida.
Garantizarla significa también obrar directamente y sin demora sobre aquellos
factores que en el sector agrícola pesan de modo negativo sobre la capacidad
de producción, sobre los mecanismos de la distribución y sobre el mercado
internacional. Y esto, aun en presencia de una producción alimentaria global
que, según la FAO y autorizados expertos, es capaz de dar de comer a la
población mundial”.
El Santo Padre
pidió a la FAO liberarse de los obstáculos que la alejan de su objetivo y actuar
en sintonía con los Gobiernos para orientar y sostener las iniciativas,
especialmente en la coyuntura actual, que ve la reducción de la disponibilidad
de los recursos económico-financieros, mientras el número de hambrientos en el
mundo no diminuye según los objetivos esperados.
“Mi pensamiento
se dirige ahora a la situación de millones de niños, que son las primeras
víctimas de esta tragedia, condenados a una muerte precoz, a un retraso en su
desarrollo físico y psíquico, o constreñidos a formas de explotación con tal de
recibir un mínimo de nutrición. La atención hacia las jóvenes generaciones puede
ser un modo para contrastar el abandono de las áreas rurales y del trabajo
agrícola, de modo que se permita a enteras comunidades, cuya supervivencia está
amenazada por el hambre, mirar con mayor confianza a su futuro”.
Recordó el
Santo Padre que "la seguridad
alimentaria es una exigencia auténticamente humana. Garantizarla para las
generaciones actuales y futuras también significa proteger los recursos
naturales de una explotación frenética ya que la carrera al consumo y al
derroche parece hacer caso omiso de la atención por el patrimonio genético y la
diversidad biológica, que son tan importantes para la actividad agrícola".
"En este
momento en que los muchos problemas que afectan a la actividad agrícola están
acompañados por nuevas oportunidades que contribuirían a mitigar el drama del
hambre, ustedes pueden trabajar para que, garantizando una alimentación que
responda a las necesidades, cada persona crezca según su verdadera dimensión de
criatura hecha a semejanza de Dios", dijo finalmente el pontífice a los
representantes de la FAO.