El coltán y la guerra del congo

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Para muchas personas la palabra coltán es tan extraña como incomprensible. No es en sí un nuevo vocablo. Es la combinación de dos palabras, que corresponden a sendos minerales: la columbita y la tantalita, de los que se extraen dos metales más apetecidos que el oro. Si tenemos en cuenta que estos metales están considerados altamente estratégicos y añadimos que el 80 por ciento se encuentran en la República Democrática de Congo, empezaremos a vislumbrar por qué hay una guerra en este país desde el 2 de agosto de 1998, por qué dos países africanos, como Ruanda y Uganda, ocupan militarmente parte del territorio congoleño y por qué, a la postre, han muerto ya más de dos millones de personas.

Y es que el coltan es un metal esencial para el desarrollo de las nuevas tecnologías, las estaciones espaciales, las naves tripuladas que se lanzan al espacio y las armas más sofisticadas.

No hace falta tener muchos conocimientos de derecho internacional para afirmar que esta guerra constituye la mayor injusticia, a escala planetaria, que se está cometiendo contra un Estado soberano. En las últimas décadas la historia nos ha deparado tristes ejemplos de asalto y hasta de ocupación militar de un país independiente. Irak invadió Kuwait y Estados Unidos hizo lo propio en Granada, aunque con resultados distintos. Se han bombardeado países, como Afganistán e Irak, amparados en un dudoso respaldo de la ONU. Pero lo que no se había hecho, desde la invasión de países europeos por la Alemania de Hitler, era la ocupación pura y dura de un territorio, para aniquilar a miles de ciudadanos y explotar, al mismo tiempo, los recursos minerales del país ocupado. Esto es lo que está ocurriendo en la República Democrática de Congo. Lo que añade gravedad a esta piratería es la pasividad de la comunidad internacional. A quienes nos duelen todas las opresiones, nos sobrecoge este desprecio a una parcela de la humanidad, doblemente ultrajada.

Ya nadie puede ignorar que la guerra que padece la República Democrática de Congo tiene como causa la depredación de metales preciosos y recursos estratégicos. Con ellos se enriquecen unos cuantos y se financia la propia guerra. Los culpables son muchos. Según un grupo de expertos de Naciones Unidas, que elaboró un informe sobre la guerra en este país, el Ejército Patriótico Ruandés (APR) ha montado una estructura ad hoc para supervisar la actividad minera en Congo y facilitar los contactos con los empresarios y clientes occidentales. Se han creado varias empresas mixtas entre los negociadores europeos del coltan y miembros del APR y del círculo de personas cercanas al presidente ruandés Paul Kagame.

UN MILLÓN DE DÓLARES AL MES

El Ejército ruandés traslada en camiones el mineral a Kigali, capital de Ruanda, donde es tratado en las instalaciones de la Somirwa (Sociedad Minera de Ruanda), antes de ser exportado. Los últimos destinatarios son Estados Unidos, Alemania, Holanda, Bélgica y Kazajstán. La compañía Somigl (Sociedad Minera de los Grandes Lagos), tiene el monopolio en el sector; es una empresa mixta de tres sociedades: Africom (belga), Promeco (ruandesa) y Cogecom (surafricana). Entrega 10 dólares por cada kilo de coltan exportado al movimiento rebelde Reagrupación Congoleña para la Democracia (RCD), que cuenta con unos 40.000 soldados, apoyados por Ruanda. «Con la venta de diamantes –ha declarado el mismo Adolphe Onusumba, presidente de la RCD– ganábamos unos 200.000 dólares al mes. Con el coltan llegamos a ganar más de un millón de dólares al mes».

La mestiza pakistaní-burundesa Azazi Gulamani Kulsum, una famosa contrabandista en la región de los Grandes Lagos, es la gestora de Somigl. Esta mujer empezó su carrera en Bunia, vendiendo tabaco de contrabando. Muy próxima al dirigente hutu burundés Léonard Nyangoma, era considerada hace poco como el principal abastecedor de armas a los rebeldes ruandeses hutus. Hoy, gracias a la Somigl, trabaja con el ejército ruandés, que en principio se encuentra en Kivu para perseguir a los hutus.

En la zona controlada por los ugandeses –ha señalado la periodista Marina Rini después de visitar el noreste de la República Democrática de Congo– no existe monopolio. Asegura que en Butembo operan seis grandes compradores extranjeros, oficialmente en competencia entre ellos. Los empleados extranjeros, aparte de un ugandés, son todos ex soviéticos: rusos o kazakos tal vez. Sin revelar su identidad han confesado a Marina Rini: “Vivíamos desde hace varios años en Suráfrica y ahora hemos venido a comerciar con el coltán”. A ellos les compra Kazajstán. Informaciones reservadas de las Naciones Unidas revelan que el tráfico lo organiza la hija del presidente kazako, Nursultan Nazarbaev, a través de sociedades mixtas belgas. La hija de Nazarbaev está casada con Vassili Mette, director general de Ulba, la empresa kazaka que extrae y refina uranio, coltan y otros minerales estratégicos. Al parecer, Salim Saleh, hermano del presidente ugandés, Yoweri Museveni, no está al margen de este floreciente negocio.

LAS COMPAÑÍAS OCCIDENTALES EN LA EXPLOTACIÓN DEL COLTÁN

Ésta es, a grandes rasgos, la sutil tela de araña de un negocio internacional que está alimentando una guerra en el corazón de África y empobreciendo a los ciudadanos de uno de los países más ricos de la tierra. Pero hay más. El IPIS (Servicio de Información para la Paz Internacional) ha realizado un minucioso estudio sobre las vinculaciones de empresas occidentales con el coltan y, por tanto, con la financiación de la guerra en la República Democrática de Congo.

Los documentos reunidos por esta organización establecen que la compañía belga Cogecom sprl ha sido un socio clave en el monopolio instaurado por los rebeldes congoleños. Las transacciones entre Somigl y Cogecom supusieron 600.000 dólares para la RCD sólo en el mes de diciembre de 2000. Otras transacciones similares han tenido lugar entre Somigl y Cogear, una compañía con una dirección ficticia en Bélgica.

La investigación sobre las actividades del grupo alemán Masingiro GMBH revela tres transacciones comerciales realizadas entre junio y septiembre de 2001 y que cubrían la exportación de 75 toneladas de coltan. Las cantidades en juego hacen pensar que el coltan exportado por la compañía alemana procede de stocks acumulados por el monopolio de la RCD (la Somigl). Este coltan ha sido enviado a Alemania a través del aeropuerto de Ostende y el puerto de Amberes por las compañías de transporte TMK (vinculada a la RCD), A.B.A.C y NV Steinvweg (Bélgica). El coltan estaba destinado sin duda a la fábrica de tratamiento de tántalo en manos de H.C. Starck, filial de Bayer y líder mundial en la materia.

El hombre de negocios suizo Chris Huber parece jugar un papel primordial en la financiación del esfuerzo de guerra de Ruanda. La investigación demuestra que sus compañías Finmining y Raremet compran el coltan de Rwanda Metals, una compañía que actúa en nombre del ejército ruandés y lo revende a la fábrica de transformación Ulba en Kazajstán. Se sabe que existen transacciones entre Finmining y la compañía kazaka de fletes Ulba Aviakomapnia/Irtysh Avia para los envíos de coltan de Kigali a Kazajstán. Chris Huber podría estar ligado a Victor Bout, un conocido traficante de armas, suministrador de diferentes grupos rebeldes y armados en África.

Eagle Wings Resources (EWR) es una joint-venture (empresa de riesgo compartido) entre la americana Trinitech y la holandesa Chemi Pharmacie Holland. El representante local de EWR en Kigali es Alfred Rwigema, el cuñado del presidente Paul Kagame. El informe de las Naciones Unidas acusa al presidente ruandés de jugar un papel motor en la explotación de los recursos naturales de la República Democrática de Congo. La dirección de EWR afirma haber rechazado propuestas comerciales de Grands Lacs Metals, otra compañía del coltan controlada por el ejército ruandés. .

Alcatel, Compaq, Dell, Ericsson, HP, IBM, Lucent, Motorola, Nokia, Siemens y otras compañías punteras utilizan condensadores y otros componentes que contienen tántalo, así como las compañías que fabrican estos componentes como AMD, AVX, Epcos, Hitachi, Intel, Kemet, NEC.

OBJETIVO: DIVIDIR EL CONGO

Hay que subrayarlo una vez más: estos oscuros negocios son, en primera instancia, los culpables de una guerra no por olvidada menos dramática y bochornosa. Con un agravante: se teme que sobre el mismo territorio de la República Democrática de Congo pesa la amenaza de la fragmentación. Es decir, la división en varios estados, lo que facilitaría aún más la explotación de los recursos. Ya lo presintió y denunció –y por eso lo asesinó el ejército ruandés– Mons. Christophe Munzihirwa, arzobispo de Bukavu.

Más recientemente, el obispo congoleño de Kamina, Mons. Jean-Anatole Kalala Kaseba durante un encuentro con el Comité de Solidaridad con el África Negra en Madrid: “Creemos que los que han creado esta situación pueden ponerle fin, especialmente los americanos. La ONU está allí, incluso en mi diócesis. Son observadores, pero ¿qué es ser observador? Tienen un programa que no quieren decirnos. Aseguraron que venían para ponerse entre los beligerantes, pero vienen a confirmar la partición del país. Nosotros hubiéramos preferido que estuvieran en todas las ciudades, pero resulta que no están presentes ni en Uganda ni en Ruanda. Tenemos razones para creer que estos observadores han sido enviados por las multinacionales. El ex presidente de Botsuana Kett Masire –el mediador en el conflicto congoleño– ha dicho claramente que si fracasa el diálogo intercongoleño, la ONU tomará de nuevo el país en sus manos. No es nuevo. Esta guerra ha sido provocada para esto. La ONU quiere que fracase el diálogo intercongoleño para dirigir el país como un protectorado. Creo que la ONU está hoy al servicio de una gran potencia y hace lo que ella quiere”.

Esto no es sólo un temor. A mediados de marzo de 2002, el Gobierno de Ruanda, que ha convertido parte de Kivu en una extensión de su territorio, se apropió de todos los servicios telefónicos nacionales de Bukavu: instaló el código 250 de Rwandatel con un equipo completo para habilitar 3.000 líneas telefónicas, telefax y e-mail. De esta manera, todo el servicio de Internet está controlado desde Kigali, capital de Ruanda.

Comité de Solidaridad con el África Negra
Madrid