La llegada de la divisa europea en 2002, que trajo de la mano el efecto redondeo, marcó el punto de arranque de la escalada inflacionista.
La vida es cada vez más cara. Nada escapa al aumento de los precios: la cesta de la compra, la vivienda o los carburantes, protagonistas tradicionales de la alarma, son sólo la punta del iceberg.
Los productos y servicios básicos que consumen los españoles frecuentemente han subido más de un 60% de media desde la entrada del euro, en el año 2002. Mientras, el incremento salarial acumulado en ese mismo periodo, según los datos oficiales, apenas alcanza el 20%. Si se cruzan las variables, el resultado de esta ecuación no deja lugar a dudas: el coste de vida en España se ha incrementado a un ritmo tres veces superior al de los sueldos.
La llegada de la divisa europea en 2002, que trajo de la mano el efecto redondeo, marcó el punto de arranque de la escalada inflacionista. Del resto del camino se ha encargado la europeización, el acercamiento del nivel de vida de España –aunque casi nunca de los sueldos– a la de sus socios comunitarios.
Hasta los actos más cotidianos vacían el bolsillo de los españoles, que ya pagan un Big Mac más caro que sus vecinos alemanes y el alquiler de un piso a un precio superior al de la cosmopolita Bélgica. Las subidas abarcan desde tomarse un café –cuesta el doble que en 2002– hasta comprar el pan–un 60% más caro– o ir al cine–un 33%–.
Y pasando por labores tan rutinarias como hacer la compra, donde algunos productos frescos –como el tomate– se han encarecido hasta un 155% en tan sólo cinco años. Carnes y pescados no se quedan atrás: el pollo sube un 131% y el salmón, casi un 85%.
Mientras, los alimentos elaborados, que acaban sintiendo la subida de los frescos a medio y largo plazo, no tienen nada que envidiar. Un pack de cuatro yogures cuesta hoy 0,92 euros, un 318% más que hace un año.
A todos estos aumentos hay que sumar las derivadas del petróleo, cuya escalada del 288% desde 2002 se ha dejado de sentir pronto en el bolsillo. Las gasolinas se han incrementado, por lo general, por encima del 50%, mientras que para viajar en AVE de Madrid a Sevilla hay que pagar un 36% más que en 2002. En cualquier caso, parece más rentable que el vehículo particular, pues al combustible habría que sumarle la hora de parking, un 56% más cara que con la peseta.