Hace años que se llevan escribiendo ríos de tinta acerca de la presencia china en África, de sus iniciativas de desarrollo y de la buena tajada que como contraparte está sacando también de los recursos minerales, naturales y oleíferos del continente.
Al contrario de lo que sucede en los proyectos financiados por otros países u organizaciones de desarrollo, que les falta tiempo para poner el cartel con el logo de USAID, AECID o la institución que toque, los chinos lo hacen casi todo sin apenas visibilidad externa, con apenas luz y taquígrafos, pero entrando de manera muy potente en el sector de las infraestructuras de un país. En Uganda, aparte de construir ciertos tramos fundamentales de la red viaria, se han embarcado en la construcción de varias presas, alguna tan ambiciosa como la de Karuma sobre el río Nilo que posiblemente estará terminada en un lustro o algo así. Cuando uno pasa por delante de los accesos que dan a la obra, apenas puede imaginar la magnitud de la construcción que se va uno a encontrar.
Así, tacita a tacita, la emergente superpotencia avanza y su amistad con los gobiernos africanos se afianza porque no hacen preguntas incómodas y porque en sus relaciones bilaterales han hecho callo y no tienen problemas para lidiar con líderes de toda clase, incluyendo personalidades tan controvertidas y polémicas como Mugabe, Bashir o Kagame que por razones obvias son total o parcialmente dejados de lado por otras potencias comerciales.
Dejemos que hablen las cifras: Mientras que en el año 2009 el volumen de comercio China-África era igual que el de EE.UU.-África, ahora mismo es el doble. Desde el año 2003, las inversiones chinas en el África subsahariana se han multiplicado… ¡¡por 40!!.. eso sí, todo esto tiene un gran precio: no es que los africanos estén adquiriendo nuevas habilidades profesionales porque la gran mayoría de las inversiones incluyen un gran número de mano de obra cualificada (capataces, ingenieros, etc.) que normalmente es china, dejando para la población local las labores menos especializadas y más duras.
A nivel del consumidor medio, he podido apreciar que estamos siendo testigos de un verdadero “desembarco” comercial en toda regla. Si desde hace varias décadas las herramientas, repuestos, bicicletas y otras mercancías de primera necesidad inundaban los mercados de los pueblos más pequeños, ahora comienza a ser el turno de las grandes superficies. En la cadena de supermercados Nakumatt (la más importante por volumen de ventas y por cantidad de supermercados en toda África Oriental) se acaban de presentar series de productos alimenticios chinos que ocupan estanterías y secciones enteras del supermercado. En la vida he visto –fuera de un supermercado exclusivamente chino– tantos productos asiáticos (todos ellos con su correspondiente traducción) en venta pública dentro de un mismo centro comercial. Después de años de visitar estos establecimientos, está claro que se acaba de abrir una nueva era, y que a partir de ahora la influencia económica y comercial del gigante asiático se va a hacer mucho más palpable si cabe.
La población china en Uganda –que es mucho menos visible que en España puesto que normalmente se agrupan en campamentos de empresas de construcción y no viven tanto mezclados con la población autóctona– ha llegado a ser tan considerable que incluso los periódicos, por ejemplo, incluyen ahora anuncios en chino de tarifas telefónicas especiales con el país. Yo creo que esto ya no tiene vuelta atrás… a los que eran los grandes de la cooperación y del desarrollo en el continente africano se les está pasando el arroz, y otros más astutos y más constantes en sus estrategias se están llevando el gato al agua…
Autor: Alberto Eisman