El ejercicio del poder mediante la mentira en las democracias

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El ejercicio del poder mediante la mentira y la creación de relatos paralelos: cuando los intereses económicos condicionan la política, la cultura y la ciencia

The exercise of power through lies and the creation of parallel stories: when economic interests determine politics, culture and science

JOSÉ LUIS LÓPEZ GONZÁLEZ (1)

RESUMEN:

La desinformación generada a través de noticias falsificadas no es algo nuevo en la historia, pero sí lo es su exponencial amplificación a través de las redes sociales lo que redunda de manera espectacular en su capacidad de difusión e impacto. Las noticias falsificadas están destruyendo el espacio público y alterando gravemente las condiciones estructurales de los procesos democráticos. Favorecen el desarrollo de la fragmentación y radicalización así como el acceso al poder de movimientos populistas y extremistas, de uno u otro signo, escasamente respetuosos con las reglas democráticas.

PALABRAS CLAVE: partidos políticos,desinformación, mentira, noticias falsas, redes sociales, espacio público, radicalización, medios de comunicación.

ABSTRACT:

The disinformation generated through counterfeit news is not something new in history, but its exponential amplification through social networks is, which dramatically results in its capacity for dissemination and impact. Counterfeit news is destroying public space and seriously altering the structural conditions of democratic processes. They favor the development of fragmentation and radicalization, as well as the access to power of populist and extremist movements, of one kind or another, that are barely respectful of democratic rules.

KEY WORDS: political parties,disinformation, lies, fake news, social networks, public space, radicalization, the media.

 

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(1). Profesor Titular de Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma de Madrid.

josel.lopez@uam.es  ORCID0000-0002-9717-8272

Saber que no se sabe constituye tal vez el más difícil y delicado saber

José ORTEGA y GASSET

 Todos sabemos que, por una especie de automatismo verbaly mental que no nos deja ver la cruda desnudez de los hechos, seguimos hablando de la democracia como si se tratase de algo vivo y actuante, cuando de ella nos queda poco más que un conjunto de formas ritualizadas, los inocuos pasos y los gestos de una especie de misa laica

José SARAMAGO

 Debemos alegrarnos de la atención y publicidad que tiene hoy la política. La globalización de las noticias (a pesar del riesgo de deformación) permite el conocimiento, la valoración y la crítica de las decisiones de los gobernantes de cualquier Estado, dificultando la impunidad y fomentando la necesidad de que estas decisiones estén cada vez más justificadas, más explicadas para evitar la reacción del público, incluso la reacción internacional ante la decisión equivocada, injusta o arbitraria

Antonio ROVIRA VIÑAS

 

La Democracia es un bien tan precioso como delicado. A veces basta un pequeño cúmulo de decisiones o actuaciones equivocadas, aun sin mala intención, para que lo que parecía sólido, acabe desvaneciéndose como un suspiro en medio del huracán. Por eso, nuestra responsabilidad, como ciudadanos, es estar muy atentos para que algo así no suceda

Antonio ARROYO GIL

 La democracia moderna descansa, puede decirse, sobre los partidos políticos, cuya significación crece, con el fortalecimiento progresivo del poder democrático (…) sólo por ofuscación o dolo, puede sostenerse la posibilidad de la democracia sin partidos políticos: la democracia, necesaria e inevitablemente, requiere de un Estado de Partidos

La elección de los dirigentes es el problema eje de la democracia real

La educación para la democracia es una de las principales exigencias de la democracia misma

Hans KELSEN

 La democracia es un régimen que incita al vicio, pero que está condenada a la virtud si no quiere desaparecer

Jean DANIEL

 La crisis de la Covid-19 se ha llevado por delante miles de vidas, negocios, sueños y proyectos. Pero el ser humano, como nos enseñaba Viktor Frankl, tiene en sí mismo una fuerza interior que, a través del sentido, le hace superar toda adversidad y le aporta la resiliencia necesaria para, a pesar de todo, comenzar de nuevo. Dar sentido a la vida, desde la libertad, es, así pues, nuestra más poderosa arma frente a la adversidad.

Manuel VILLORIA MENDIETA

  1. La mentira al servicio de un poder político que escapa a los controles del Estado democrático de Derecho.

La creación, desde los poderes públicos, de relatos dispares sobre la trágica realidad de crisis económica, que tuvo su punto álgido con la caída de Lehman Brothers, en agosto de 2008, o la pandemia Covid-19, desatada a finales de 2019, sólo resultan explicables por el color del gobierno autonómico o estatal identificable como autor de estos, ha vuelto a marcar la actualidad política. Lo que se acaba de comentar, se materializa finalmente en una sucesión de narraciones de lo que sucede en el espacio público de muy difícil contraste y asimilación por la ciudadanía.

Este predominio de la mentira, o la creación de argumentos y comunicados alejados de la realidad, bien merece una mirada crítica. El político de hoy ya no miente, sencillamente construye realidades alternativas para el consumo de una ciudadanía de baja intensidad democrática: escasamente formada e informada.

Pero la mentira ni ha sido, ni es ni deberá ser disculpada por los electores. Como oportunamente nos recuerda el Profesor Antonio Colomer Viadel (De la crisis del Estado a su tentación totalitaria (…), Periódico Digital La Hora de Mañana, 07.05.2020), Democracia en América, Alexis de Tocqueville, que escribía tras visitar aquella joven democracia de EEUU, en sus primeros años, apuntaba que la garantía de la vitalidad y continuidad de aquel régimen político se encontraba en la capacidad de aquella sociedad de autoorganizarse y generar, espontáneamente, pequeñas comunidades promotoras de la defensa de sus derechos. Por ello en ese país la mayor exigencia a sus políticos es que digan la verdad a su pueblo, y por lo tanto lo que no se perdona es la mentira y el engaño de quien desempeña un cargo público.Resulta también significativo que John Fitzgerald Kennedy escribiera en 1954-1956 la obra Perfiles del coraje, reflejando los actos de valor e integridad de ocho senadores, de distintas épocas, que se arriesgaron a la impopularidad por decir lo que consideraban la verdad y necesario para el pueblo norteamericano, en vez de caer en la adulación servil, atribuyéndose el papel de servidores del bienestar pretendido, envuelto en falsedades”.

En efecto, no debemos limitarnos a buscar un acercamiento al “deber ser” de la democracia. El objetivo se centra, antes, al contrario, en construir un análisis, abierto y en ocasiones claramente escéptico, sobre “cómo es” en este momento la “práctica de la democracia”. Más allá del diagnóstico, se trata, en realidad, de incentivar la recuperación de la condición de ciudadano partícipe y responsable, esto es, una persona que no circunscriba su “libertad” a tantas opiniones absurdas, carentes de fundamentación, y en muchos casos portadoras de noticias falsas (el lector disculpará que no quiera emplear, por respeto a mi lengua materna, la totalmente innecesaria expresión inglesa), localizadas en el entorno de la inmediatez de las redes sociales.

En realidad, el problema radica en que “no existe una nítida frontera que separe el “interés nacional del interés político del gobernante” (p. 18). Un interés, me parece, basado en el rédito electoral y en el favorecimiento de posiciones de partido. En definitiva, al político le cuesta encontrar, al menos, espacios de intersección entre el interés general y el interés del partido que apoya al gobierno.

Como escribe Fernando Vallespín, “la política se ha visto siempre como una esfera especialmente propicia para la mendacidad, la simulación y el engaño” (p. 20). También es cierto que “la hipocresía, las medias verdades y el ocultamiento germinan mejor allí donde se aceptan como algo normal por la sociedad civil” (Vallespín Oña, p. 27). Si se toma en consideración lo anterior, no resulta difícil concluir que “la asociación casi automática entre política y mentira ha hecho que el umbral a partir del cual conseguimos escandalizarnos haya bajado a unos niveles casi inalcanzables” (Vallespín Oña, p. 29).

De tanto desenmascarar falsedades y convivir con la hipocresía,“hemos acabado por asimilar la mentira a una opinión más del espacio público. Al final se extiende un horizonte de desconfianza generalizado que todo lo empapa”. En una situación así, a nadie puede extrañar que finalmente domine la escena “el hartazgo y el descreimiento general ante todo lo político” (Vallespín Oña, p. 31). Como pone de relieve el autor, “los filósofos no nos ayudan en nada enfrascados como están desde hace décadas en contribuir a sembrar el escepticismo respecto a la existencia de la verdad” (Vallespín Oña, p. 34).

Es cierto, no obstante, que los filósofos del lenguaje nos enseñaron que los términos escogidos para describir la realidad no constituyen una mera etiqueta para describir la realidad, pues los hechos se objetivan al ser nombrados y aquel que «se arrogue más eficazmente el poder de nombrar, de dotar de expresividad a lo que ocurre, será también quien acabe por imponer la visión que se tenga de la realidad» (Vallespín Oña, p. 35).

¿Cómo se transmite lo que sucede en el ámbito público desde el poder político? No es aventurado afirmar que, en una apreciable cantidad de situaciones, la realidad es manipulada sistemáticamente, construida y reconstruida, para que se ajuste a los intereses de cada cual. Así las cosas, la verdad se convierte en un conjunto de informaciones que resulta imposible contrastar.

Un buen ejemplo lo constituyen el silencio y la mentira sobre el Covid 19 y la responsabilidad de China. Así, el 16 de mayo se podía leer en la web todomercado.com, de Liberta Digital: “a finales del 2019, el médico chino Li Wenliang intentó avisar al mundo sobre el brote de un nuevo virus que causaba la muerte y que podía convertirse en pandemia. De nada le valió. Fue apresado por los funcionarios del Partido Comunista Chino y murió a los pocos días. A partir de este momento, el régimen de Xi Jinping ocultó durante casi un mes los estragos que el coronavirus estaba provocando. Médicos chinos o periodistas como Liwei Fu (represalida por el régimen del Partido Comunista Chino y entrevistada en Libertad Digital TV), han desvelado que el drama del coronavirus fue ocultado por el régimen comunista, permitiendo el tráfico aéreo y marítimo a países de Occidente cuando ya había miles de contagiados”.

El efecto, el caso del médico chino de Wuhan, Li Wenliang, resulta especialmente significativo. Él fue uno de los primeros en detectar la infección. A finales de diciembre de 2019, decidió enviar a un chat de colegas médicos una alerta refiriéndose a la nueva enfermedad. Fue acusado de difundir rumores y llamado al orden por las autoridades, que le obligaron a confesar que había lanzado “afirmaciones falsas”. Su advertencia no fue escuchada y, a principios de febrero, Wenliang murió por el virus. “La verdad se trata en China como algo subversivo. El régimen atemorizó e hizo desaparecer a los que dijeron la verdad sobre la infección. Todavía lo hace. Los ciudadanos chinos que cuentan la verdad son verdaderos héroes”, explica Edward Friedman (Profesor Emérito del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de la Wisconsin-Madison). En definitiva, de haber existido información veraz sobre lo que realmente estaba ocurriendo en China y transparencia en relación con la opinión de los expertos en Medicina, gran parte de los efectos de la pandemia se hubieran evitado(López González, 2020,La faz neoliberal del virus).

 

  1. Política democrática subordinada a un capitalismo voraz que no conoce límites

Estamos en una sociedad de marcado carácter individualista. Uno de los corolarios de esa condición es que la libertad de expresión se concibe, ante todo y sobre todo, como la emisión de opiniones sobre asuntos de los que, en muchos casos, se carece del imprescindible conocimiento. Así las cosas, demasiadas veces brillan por su ausencia tanto la identidad cierta del autor como las argumentaciones, más o menos documentadas y sensatas, que en otro tiempo acompañaban, por lo común, a esas opiniones.

De este modo, y simultáneamente, la política real es dominada por la tecnocracia que genera un pensamiento único. Tal pensamiento es el que impulsa gran parte de las decisiones públicas. Determinados hechos como, a modo de ejemplo, la reducción del gasto público, no se pueden cuestionar. O, al menos, eso se sostiene. Se precisaría, en una visión más sensata, un mayor diálogo entre la percepción tecnocrática de la realidad y la propia de la gente común que se ve afectada por esa adopción, casi robotizada, de decisiones. Hoy en día, en muchos casos, la prejubilación de un trabajador la marca un mero logaritmo, de tal suerte que los recursos humanos son cada vez más “recursos” y menos “humanos”.

La democracia es, por lo común entre nosotros, el cruce entre la complejidad derivada de opiniones diversas, no siempre suficientemente fundamentadas, y esa gestión, de dirección única y de naturaleza casi siempre económica, que es la que realmente se acaba imponiendo en la escena pública. La conexión entre política y economía se encuentra, ya desde hace mucho tiempo, en el centro del debate intelectual.

Un ejemplo de gran relevancia histórica en el contexto europeo es el de Grecia: la histórica elección de Gueoryos Andreas Papandréu, Presidente del Movimiento Socialista Panhelénico, como Primer Ministro de Grecia (6 de octubre de 2009-11 de noviembre de 2011), no evitó que este país fuera gobernado por el directorio de los países centrales del euro. De nada sirvió su programa electoral, ni la libre participación del pueblo griego en las elecciones. Los líderes de Grecia, en definitiva, habían perdido la autonomía para hacer la política que les pudiera reclamar su pueblo. La crisis griega puso en primer plano el condicionamiento de la política por la economía. No ha de olvidarse que la deuda genera una espiral diabólica muy difícil de contrarrestar: a mayor deuda, mayores tipos de interés, mayor desconfianza de los mercados y, en el caso de la Zona Euro, mayores presiones para el ahorro por parte de los socios de la Unión Monetaria Europea. La gran cuestión reside en dilucidar quiénes deben financiar la salida de la crisis. Si algo genera una crisis como la soportada en Grecia es miedo, al poner en serio peligro casi todos los logros de nuestro Estado de Bienestar.

En mi criterio, es tan cierto que democracia y capitalismo han caminado siempre de la mano cuanto que los mejores momentos de esa relación se produjeron en el último cuarto del siglo XX. El motivo es que en ese período se alcanzaron las mayores dosis de equilibrio entre forma de Estado y modo de organizar la economía. Lo que sucede ahora no es otra cosa, a mi modo de ver, que lo contrario. Una sucesión de ataques del estricto neocapitalismo en el que estamos instalados cuyo destinatario es la democracia. Un neocapitalismo que se encuentra realimentado ahora por los efectos del Covid-19 con los mismos síntomas que en la recesión de 2008: crisis económica, destrucción progresiva de las clases medias, grave deterioro del tejido productivo, caída alarmante del consumo y miedo generalizado en la sociedad.

En España, como apunta José Tudela Aranda,“la crisis ha puesto de manifiesto, en ocasiones de forma dramática, la escasez, si no directamente inexistencia, de eficaces resortes de coordinación entre el Estado y las Comunidades Autónomas y entres éstas. Durante muchos años, se ha denunciado el déficit de instrumentos de colaboración y coordinación como uno de los males más serios de nuestro modelo territorial. Y también se ha contra-argumentado señalando que existía mucha más cooperación de la que normalmente se decía y que la situación no era diferente a otros Estados federales. Bien, creo que hoy es ya imposible no compartir la idea de que se trata de un déficit estructural. La crisis ha puesto de manifiesto que no hay instrumentos para una coordinación efectiva ni siquiera en un supuesto de máxima gravedad. El ejemplo de las compras sanitarias en el exterior es bien elocuente al respecto. Un déficit, creo, que si no se corrige satisfactoriamente y en tiempo breve, puede provocar consecuencias muy graves sobre la apreciación ciudadana del modelo territorial” (Tudela Aranda. Reflexiones territoriales –federales- alrededor de la crisis del Covid 19. Agenda Pública / Diario EL PAÍS, sábado 23 de mayo de 2020).

Con carácter general, en las sociedades actuales se va imponiendo progresivamente una suerte de pensamiento único materializado en una posición que tiende a la conservación de lo que ya tenemos más que tratar de proyectarnos hacia mayores cotas de progreso. Como ha puesto de manifiesto García Laguardia, en muchas ocasiones, la oposición y el gobierno son lo mismo. Las diferencias entre partidos desaparecen y sus programas, cuando los hay, y sus prácticas, se asemejan mucho. Se produce un patrimonialismo de la actividad política que se orienta a ocupar el poder como botín a repartir, un mercado de prebendas, un auténtico mercado político”. Eso sí, siempre hay un momento inicial de virtud y entusiasmo: el momento de la aprobación de la Constitución. En efecto, prosigue el autor, “en los primeros años de las transiciones, el entusiasmo por el fin de los regímenes autoritarios, hizo que el cuerpo electoral se volcara a las urnas y a las calles, en apoyo a los nuevos gobiernos. Pero después del optimismo inicial, se produce un desencanto, por la ineficacia para solucionar los problemas de la mayoría de la población” (García Laguardia, pp. 541-542).

Se va perdiendo la ilusión y la iniciativa por la consecución de una sociedad de mayor desarrollo y se acepta incluso que el futuro será peor que el presente. Así las cosas, las posiciones conservadoras tratan de combatir los miedos “en y desde” el interior de las fronteras de los Estados.

Desafíos globales, como el cambio climático, requieren, sin embargo, una más decidida y eficaz cooperación trasnacional. Si bien lo más probable es que a medio plazo el Estado siga siendo el protagonista de este tipo de acciones, es imprescindible que sea capaz de asumir e interiorizar esta otra acción exterior cooperativa imprescindible en mundo definido por la interdependencia.

En este mundo globalizado, los verdaderos centros de decisión, en gran parte de los casos ajenos e incluso opuestos a la legitimidad democrática, tienden a adquirir una dimensión continental e incluso planetaria. En el Capítulo 11 (pp. 265-313),de su extraordinaria e imprescindible Teoría del Estado: desde el origen a la globalización se ofrece un análisis completo y de gran calidad en estos nuevos y muy potentes centros de poder. A modo de ejemplo, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Club Bilderberg (Bilderberg Conference, o Bilderberg Club).El nombre de este club procede de una circunstancia bastante prosaica: se trata del nombre del hotel en el que tuvo lugar la primera reunión de este curioso y potente grupo en territorio de los Países Bajos. Se trata de una potentísima alianza de poder que se crea durante la Guerra Fría, tras la Segunda Guerra Mundial, formada por las élites del poder político, financiero, de medios de comunicación, servicios secretos y algunos miembros de las realezas europeas con la finalidad de, si llegara una tercera guerra mundial (que se contempla como un medio eficaz, aunque drástico, de operar una muy notable reducción de la población que entienden imprescindible), constituir un nuevo orden mundial.

Sobre este célebre y a la vez prosaico Club, escribe el Profesor Zapater Espí en la obra antes mencionada: “Cada año el evento reúne de 120 a 150 invitados; entre ellos, reyes, aristócratas, políticos, jefes y funcionarios de Estado, banqueros, propietarios y consejeros delegados de las principales corporaciones globales multinacionales (…)Los problemas más generales que el Club reconoce analizar son el desarrollo político y económico mundial, las relaciones transatlánticas y los problemas de la globalización. La composición del Club es cada vez renovada a la mitad. Sin embargo, hay miembros inalterables como los mismos magnates hereditarios: el ex secretario de Estado de EE. UU., Alan Greenspan. Personalidades como Bill Clinton, Angela Merkel, Gordon Bronwn, Ben Bernanke, George Soros, Donald Ramsfield, Rupert Murdoch, fueron sólo invitados en una o varias conferencias del grupo. De los españoles invitados al foro en 2015 el conocido masón y presidente del mediático Grupo Prisa, Juan Luis Cebrián, fue cooptado inmediatamente al Comité Directivo. Con posterioridad lo ha sustituido en esta junta de elegidos otra invitada de la misma quinta: Ana Patricia Botín, presidenta del Grupo Santander (…) A través de un foro para reuniones informales, los debates se llevan a cabo bajo la regla Chatman House, que establece que, a pesar de que los participantes son libres de usar la información recibida en dichos debates, no pueden revelar la identidad ni el contenido de los discursos de ningún participante en los mismos. Para garantizar la privacidad de las conversaciones que se mantienen dentro del Club, éstas no son transmitidas a los medios, no se transcriben, no se graban, así como tampoco en ellas se votan acuerdos ni se hacen declaraciones oficiales. La seguridad es tan estricta que los invitados no pueden llevar acompañantes, ni su pareja, ni escoltas. Además, tampoco pueden acudir en su propio vehículo” (Zapater Espí, pp. 308-312).No obstante, recientemente se ha sabido que en la última reunión de este curioso grupo de intereses económicos fueron varios los temas abordados: la protección y el futuro del neocapitalismo como el sistema más eficaz y eficiente en materia económica, la vigilancia, control y neutralización del poder de Rusia, el cumplimiento por parte de China de sus obligaciones como socio amparado por el grupo Bilderberg, la necesidad de reducir la población de un modo rápido y eficaz, cambio climático, fomento y repercusión de la inteligencia artificial, ataques cibernéticos y el denominado Brexit.

Desde esos inicios, Bilderberg ha sido la representación de los más potentes poderes fácticos de Occidente que coincide con lo que podemos denominar la élite económica global: financieros, empresarios, banqueros, políticos, multinacionales y conglomerados de medios de comunicación. Nadie puede adquirir una invitación para la reunión anual, aunque muchas corporaciones lo han intentado. El comité directivo de este selectísimo club (si se atiende exclusivamente a la riqueza y el poder económico) decide a quién invitar. Los criterios no han variado y se resumen en que ha de tratarse de personas sumamente influyentes y poderosas en el plano económico y entusiastas del Orden Mundial Único que ahora minimiza los poderes de los Estados e incluso de sus organizaciones supranacionales como la Unión Europea.

Los efectos negativos de la globalización, dirigida por las fuerzas representadas en el Club Bilderberg, han sido muy bien sintetizados por Ignacio Ramonet cuando sostiene que la mundialización financiera incrementa de manera extraordinaria la inseguridad económica y las desigualdades sociales. Menoscaba las opiniones de los pueblos, de las instituciones democráticas de los Estados soberanos encargados de defender el interés general. Los sustituye por lógicas estrictamente especulativas que únicamente expresan los intereses de las empresas transnacionales y de los mercados financieros. La pandemia eshecho social total en el sentido de que tiene la facultad de perturbar al conjunto de los actores, al conjunto de las instituciones y al conjunto de los valores de una sociedad. Hay pocos hechos sociales totales, pero la pandemia es uno de ellos, no es una crisis sanitaria únicamente. La cuestión que se plantea hoy en día es precisamente si el neoliberalismo tiene una parte de responsabilidad en la tragedia sanitaria. Y ello en cuanto el neoliberalismo es partidario de la reducción del tamaño e influencia efectiva del Estado en la comunidad social y también en la medida en que el neoliberalismo trata, precisamente, de ceder el máximo de poder al mercado, en detrimento del Estado.¿Por qué no han previsto esta pandemia? Como curiosidad, en Estados Unidos es la pandemia más anunciada del mundo. A modo de ejemplo, pueden citarse informes de la CIA, del Pentágono, de científicos, de otros dirigentes norteamericanos, de empresarios como Bill Gates, que anunciaban que un coronavirus, no un virus, sino exacta y precisamente un coronavirus, se haría presente entre nosotros antes de 2025 y provocaría, como así sucedió efectivamente, una terrible pandemia. Esa crisis sanitaria mundial encontraría a los Estados sin mascarillas, sin camas suficientes, sin protectores faciales, sin batas quirúrgicas y otros materiales sanitarios imprescindibles.

La mala gestión de estos gobernantes ha provocado un número estremecedor de fallecidos. Esos difuntos tienen familias y amigos, no son muertos que hayan sido condenados tras un procedimiento penal. Son absolutamente inocentes (Ramonet,¡Protestatarios del mundo, uníos!,Diario EL PAÍS, 24 de junio de 2001 y otros documentos publicados en Cuba para evitar la censura).

En mi criterio, esta reunión de poder autocrático, antidemocrático (en las reuniones de este grupo comparten hotel multimillonarios, aristócratas y banqueros mezclados con algunos jefes de Estado y otros dirigentes democráticos), amoral y hermético denominada Club Bilderberg, materializado en un confinamiento de lujo insuperable y vergonzoso,  debe servir para evocar épocas, como el feudalismo, en las que la única legitimidad del poder la marcaba la propiedad de territorios y todo tipo de bienes de valor económico, felizmente superadas en la historia de la humanidad. También para poner en valor la libertad y la democracia auténtica, esto es, transparente y coherente con el principio de soberanía popular. La legítima e irrenunciable globalización de la solidaridad y el reparto de la riqueza en el mundo merecen unas reuniones encauzadas a través de principios muy diferentes a los de este Club Bilderberg: encuentros con interlocutores legitimados democráticamente, transparencia de los objetivos propuestos y publicidad de las medidas acordadas para alcanzarlos.

III. Cuando el político condiciona al científico a instancias de los poderes económicos

Estas deformaciones de la realidad afectan, como se ha señalado, a la economía, pero también a la ciencia. En ocasiones, las conclusiones de los científicos, algunos de ellos profesores de universidad reiteradamente premiados, también se ven condicionadas. Sólo así, puede hallar una explicación causal la rectificación de algún científico galardonado al que le ha delatado el enemigo común de las personas con repercusión pública que tratan, o se ven obligados a, tergiversar la realidad: la hemeroteca. En tales situaciones, bien puede decirse que el científico propone y el político, como portavoz de los poderes fácticos, dispone. A nadie le puede escandalizar en este contexto que se asista a casos de auténtica manipulación de la ciencia a manos de inconfesados intereses ocultos. Si la investigación con financiación pública es cada vez más débil, la privada, como el escorpión que siempre pica, se suele poner al servicio del beneficio empresarial privilegiado, tanto en la norma como en su aplicación, a manos de políticos sin escrúpulos.

  1. La crisis del noble oficio de la política democrática. La necesidad de regenerar los partidos políticos para recuperar su imprescindible aportación a una sociedad de ciudadanos libres

Como se ha sostenido con razón, “la idea de la democracia se alimenta, en todas partes, con la participación organizada de la sociedad en la vigilancia electoral, como parte del creciente movimiento universal por la vigilancia ciudadana” (García Laguardia, pp. 553-554).

Siempre ponemos el foco en las maldades de los poderes económicos, pero nuestros representantes políticos no le andan a la zaga. Llama la atención que en España dos expresidentes del Gobierno hayan tomado asiento en los consejos de administración de las dos más grandes compañías eléctricas, entre otros muchos casos, menos conocidos, de las denominadas “puertas giratorias”. A lo anterior, han de añadirse manifestaciones el deterioro ético en la actividad política, como sucede en los casos de transfuguismo y “chaqueterismo”. En realidad, el problema radica en que no existe una nítida frontera que separe el “interés general” del “interés del político y de su partido”.

El Diccionario de la Real Academia Española define al chaquetero como aquel “que chaquetea, que cambia de bando o partido”. Sin embargo, se debe precisar aún más, porque no es tan importante el hecho del cambio de partido como lo es el momento en que se produce ese cambio. Esa es la nota característica que lo diferencia del tránsfuga. El “chaquetero” es aquel que cambia de partido tomando como referencia dos elecciones consecutivas. Es decir, en una convocatoria electoralse presenta bajo las siglas del partido A y en la siguiente decide presentarse bajo las siglas del partido B. Y lo más importante: en estas últimas elecciones el partido B compite con el partido A.

Ahora bien, certera definición de chaquetero y de tránsfuga bien podría localizarse en El Periódico de Aragón, en la edición correspondiente al 8 de octubre de 2006, en su Sección de Opinión. En efecto, con ocasión de un episodio de política local relacionado con la alcaldía de la preciosa localidad de Alhama de Aragón (Zaragoza) se podía leer, en su literalidad, lo siguiente: “Se pregunta José Butera que calificativo otorgar al alcalde de Alhama de Aragón, independiente en las listas del PSOE, que se pasará a la lista del PAR en los siguientes comicios. Si alguien que cambia de asiento durante la legislatura es un tránsfuga, a quien lo hace una vez acabado el mandato podríamos llamarle chaquetero. También debería preguntarse el lector cómo calificar a los partidos que acogen en sus filas a quienes cambian de siglas por conveniencia personal. Pero eso daría para otra respuesta u otra reflexión acaso más compleja” (El Periódico de Aragón, Sección de Opinión, 8 de octubre de 2006).

El concepto de chaquetero puede parecer sencillo entender. Sin embargo, podría dar lugar a dudas en diferentes situaciones, en particular en casos de acuerdos entre partidos o de escisión de un mismo partido en dos o más formaciones políticas. Por ejemplo, pensemos en un diputado que pertenece a Izquierda Unida (en adelante IU). En el año 2016, IU sella una alianza con Podemos (ahora Unidas Podemos) para concurrir juntos a las elecciones. ¿Se podría hablar de “chaquetero” en el caso del diputado líder de IU? Lo más lógico sería pensar que no porque no ha sido él el que, de forma individual, ha pasado a formar parte de las listas de Podemos, sino que estamos ante una alianza de dos partidos que han decidido concurrir juntos a los comicios porque con toda seguridad entienden que será beneficioso para ambos. Con todo, deberían establecerse con claridad, a nivel normativo, el contenido de estos acuerdos preelectorales.

En cualquier caso, no es una situación exenta de objeciones, y particularmente desde el punto de vista de los electores, teniendo en cuenta en este caso que IU es un partido con mucha más trayectoria que Podemos (fue fundado en 1986, mientras que Podemos surgió en 2011) y con unos orígenes fundacionales también muy diferentes (recordemos que Podemos surgió tras las movilizaciones del movimiento reivindicativo 15-M). Todo ello puede llevar a que muchos votantes de IU se sientan defraudados.

Supongamos ahora que en un momento dado IU y Podemos vuelven a sus orígenes, es decir, el actual Unidas Podemos se divide en IU y Podemos de nuevo. Imaginemos también que ese mismo diputado que antes pertenecía a IU ahora decide incorporarse a las listas de Podemos. ¿Sería adecuado hablar de “chaquetero” en este caso? Tal vez aquí el asunto sería más complicado aún. Desde un punto de vista moral, quizás consideremos peor este supuesto que el anterior porque nos haría pensar que, tal vez, tras esa decisión subyace un interés personal (la mayor probabilidad de conseguir un escaño en Podemos por sus mejores previsiones electorales, por ejemplo).

Aunque es difícil imaginar qué ocurriría si se diera esa situación, lo normal es pensar que, si se produce, los diputados anteriores al acuerdo entre ambos partidos volverán al partido de origen (o a IU o a Podemos). ¿Y los diputados que han entrado a formar parte del partido después de la alianza? Seguramente consideraríamos que este caso es menos problemático que el anterior y no cabría hablar de “chaqueteros” si la alianza se rompe y eligen formar parte de cualquiera de los dos partidos resultantes (Medina Alcolea, pp. 24-40).

Tal conflicto de intereses se resuelve, con demasiada frecuencia, en favor del rédito electoral y del interés de partido. En definitiva, al político le cuesta encontrar, al menos, espacios de intersección entre el interés general y el interés del partido que apoya al gobierno.

En realidad, el chaqueterismo, el transfuguismo y cualquier otra conducta que traicione la exigencia de ética en la vida política pone en primer plano la relación directa entre los resultados electorales y los recursos económicos de los partidos.

Como escribe el Profesor Roberto Luis Blanco Valdés “La victoria electoral constituye una inagotable fuente de recursos políticos para los partidos que la obtienen, que ven ampliadas de una forma extraordinaria sus posibilidades de colocar a sus afiliados y adherentes: ello puede llegar a hacer de la victoria un objetivo vital para los grandes partidos, compuestos por cientos de profesionales de la política que aspiran a ocupar un cargo público; y convierte, casi siempre, a la pérdida del gobierno –al paso a la oposición- en una auténtica catástrofe. Por eso la estrategia de todo partido que ha estado en el gobierno es volver a estarlo cuanto antes y la de todo partido que tiene posibilidades reales de gobernar, por su posición relativa en el conjunto del sistema de partidos, es llegar a materializarlas con urgencia: entre otras razones, y no de las menos importantes, porque sólo así es posible mantener unas fuentes de reparto de las que muchas cosas, incluso la propia estabilidad interna del partido, pueden llegar a depender” (Blanco Valdés, pp. 190-191).

Es necesario poner de relieve también el condicionamiento del científico por el político y de éste por el poder fáctico. Y todo ello con el efecto de la propiedad transitiva de la teoría matemática de conjuntos que, en este caso, relaciona al tercero (poder fáctico) con el primero (el científico riguroso e independiente) cuyo trabajo vocacional y esforzado se destruye sin escrúpulos gracias a la “inestimable intermediación” (nótese la ironía) del político.

La historia contemporánea muestra un sistema de partidos en nuestro entorno político cuya existencia y sostenimiento sólo se justifica desde los objetivos relacionados con la democracia: la convivencia en libertad y el bienestar de la ciudadanía. Si aceptamos el anuncio bíblico de que “la verdad nos hará libres”, se concluirá que merece la pena hacer un esfuerzo por recuperar la esencia de los partidos políticos, en clave de ética (más allá de cualquier formalismo normativo), transparencia y democracia. A ello habría que sumar una ciudadanía verdaderamente exigente (con resultados visibles, como ha sucedido en nuestro país con la ruptura del bipartidismo en las urnas) y formada en valores cívicos y cultura constitucional (la asignatura pendiente de nuestro sistema educativo que nos haga comprender que vivir en democracia conlleva elementales obligaciones como permanecer informados o participar responsablemente en la vida pública). El producto de dicha suma me parece, podría permitirnos recuperar la confianza en nuestros representantes y, a través de ella, en la propia democracia.

Es verdad que la falta de tiempo es un problema acuciante en las sociedades desarrolladas. Las obligaciones profesionales y familiares no facilitan el cumplimiento de esa obligación moral de mantenernos informados, de contrastar la información que recibimos, de llevar a la práctica elementales valores cívicos y de ir adquiriendo, a través de esa práctica, una cultura constitucional que ponga de verdad en valor nuestra condición de ciudadanos democráticos. Ahora bien, esa falta de tiempo no nos impide delegar nuestra participación en un partido político o en un sindicato que nos mantenga informados y se haga eco a la vez de nuestras opiniones y necesidades. Algo no hacemos bien como sociedad cuando España es el país con menores índices de afiliación a partidos políticos y sindicatos de toda Europa.

La recuperación del prestigio de los partidos debe ir paralela a la implantación efectiva de la democracia interna que se les exige en el artículo 6 de la Constitución española. Como certeramente ha señalado el Profesor Fernando Flores Giménez, “Si la autoridad y legitimidad del Estado democrático deriva del pueblo y se refiere a él en su ejercicio, y la voluntad del pueblo se transmite esencialmente a través de los partidos, en estos el principio democrático deberá ser obligatorio; y será eficaz solo en la medida en que aquellos se vean efectivamente determinados por su base” (Flores Giménez, pp. 23 y 24). Se trata, en definitiva, concluye Fernando Flores siguiendo a Ignacio de Otto y Pardo, de que los partidos estén organizados y adopten sus decisiones conforme a las reglas democráticas que configuran la organización y actividad del Estado; con una finalidad última, que el derecho del ciudadano a participar libremente en la res pública no se desvirtúe al integrarse en ellos (Flores Giménez, p. 29).

Personalmente creo en una sociedad mejor y mejorada mediante el liderazgo de las mujeres y de los hombres del Derecho. Me refiero a personas dotadas de amplios conocimientos, pero también de los mejores valores y principios éticos. Me parece que la clave del futuro radica en esa mejora continua de la sociedad contemporánea. Rescatando para ello todo lo provechoso que hemos aprendido a lo largo de la historia. Pero transformando con decisión todo lo que nos ha traído de negativo una globalización que ha venido para quedarse.

Como apunta Luis Tomás Zapater Espí, “resulta ciertamente contradictorio que, si los grandes problemas mundiales difícilmente pueden ser tratados por los Estados de manera aislada, se puedan gestionar mejor desde la aldea, el municipio, la provincia o la región. Por otro lado, el Estado es una criatura política cuya experiencia a lo largo de los siglos ha revelado su utilidad, pues de lo contrario habría desaparecido ya hace tiempo. El Estado nacional es resultado de la evolución humana en el progreso de la modernidad superando la incertidumbre y grave inseguridad de la Era Medieval (…) La pérdida de soberanía resultante de la pinza de los poderes mundialistas globalizantes y de los nuevos y emergentes poderes regionales y locales, da como consecuencia la pérdida de la confianza en el Estado al entrar en crisis de poder, pareciendo, para una parte de la ciudadanía, una organización política anacrónica y que suscita críticas. Todo el mundo se queja del Estado, pero pocos proponen políticas que permitan resolver sus problemas” (Zapater Espí, pp. 275-276).

Como certeramente apunta el Profesor Antonio Rovira Viñas, “la democracia debe ser capaz de enfrentarse con las nuevas realidades, debe contribuir a evolucionar los sistemas de garantías ajustándolos a las nuevas circunstancias, adecuándolos a la realidad social, al cambio, no siendo un obstáculo a su natural evolución, sino al contrario, institucionalizando los cambios, fomentándolos, haciendo que la democracia cumpla con su función transformadora de la sociedad, empujándola hacia una más libre y justa convivencia. Sin duda y como siempre, nuestro principal enemigo es el escepticismo o conformismo, es decir, la creencia de que no hay remedio, que no se puede garantizar nada, porque los hay, aunque parciales y temporales. El futuro estará lleno de pasado y, sin embargo, vivimos cada instante como si fuera el último. Nos hace falta ciertas dosis de serenidad ante un presente que siempre se vive bajo presión” (Rovira Viñas, p. 22).

Tatiana Robles, en un brillantísimo artículo publicado en el Periódico Digital La Hora de Mañana, y cuya lectura recomiendo vivamente, nos aporta las claves y el camino para encontrar las mejores soluciones. Los problemas de la democracia se resuelven con más democracia, más tolerancia y más solidaridad. Merece la pena concluir este trabajo con las muy sabias reflexiones de la autora: “La solución de la crisis exige la búsqueda de la convergencia, que se logra a través del diálogo y la escucha de diferentes puntos de vista, incluyendo los de los adversarios, y de la comunidad científica, por encima de intereses políticos. Posiciones inmovilistas, polarización política y preferencia de los intereses de grupo a los generales de la ciudadanía sólo contribuyen al agravamiento de la crisis (…) la solución podría encontrarse en tomar en consideración las diferentes opiniones o planteamientos al objeto de aprovechar lo mejor de cada uno de ellos. O lo que es lo mismo, hallar en la diversidad el fundamento mismo de la solidaridad y la cooperación. Esta actitud nos pondrá en camino a la consecución de los grandes objetivos de interés común de los que ni un solo ser humano debería quedar excluido y que tienen que ver, en este delicado momento histórico, con la recuperación de la salud, la dignidad de las personas, los medios materiales necesarios para una vida acorde a tal dignidad, la recuperación de la economía al servicio del ciudadano y, a partir de todo lo anterior, la confianza en el futuro mediante la definitiva eliminación del miedo y la desesperanza” (Robles, Covid-19. Aproximación constitucional a la crisis de Brasil. El protagonismo de los Estados y Municipios frente al negacionismo del gobierno federal. Periódico Digital La Hora de Mañana. 21.05.2020).

 

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