Lo que D. Eugenio propone es una vuelta a la identidad cristiana nacida del Nuevo Testamento, distinta del falso cristianismo conservador, capitalista y superficial más al uso, que ve como su mayor contradicción.
Este libro de D. Eugenio comienza su recordando como para Pío XI la AC es La participación de los seglares católicos (sin distinguir edad, sexo, condición o ideas políticas) en el apostolado jerárquico… para la defensa de los principios morales y religiosos, por el desenvolvimiento de una sana y bienhechora acción social, bajo la guía o dirección de la jerarquía eclesiástica, en la familia y en la sociedad». Por medio del ejemplo, del cumplimiento de sus obligaciones y del celo de los seglares, la providencia hace que los bienes de la Iglesia lleguen a quienes no tienen contacto con el clero y extiende el Reino de Cristo, como mejor bien para la sociedad.
La novedad en la que insiste Merino es que el seglar aunque no lo tenga por oficio, si tiene participación universal en las obras de apostolado y, aunque sea con dependencia a la jerarquía, EL SEGLAR ES APOSTOL. Por tanto, los protagonistas de la AC han de ser los seglares, sea cual sea su condición. Hacen falta escritores, pero también muchos golfillos, que vendan los folletos que estos escriban. Todos los católicos deben pertenecer a ella, dejar de ser inactivos y de pecar de omisión sea cual sea su oficio, cada uno en su ambiente, como dice Pío XI: los obreros a los obreros, también los presidiarios, los niños,… todos deben ser mudados en apóstoles, aprovechando las relaciones en su medios, dejando de ser piadosillos evasivos que hacen recadillos de sacristía, para iniciarse en un catolicismo trasparente.
Lo propio de la AC no es oponerse a «las obras», sino que las agrupa e intensifica en el espíritu de los primeros Apóstoles para extender el Reino de Cristo en todos los ambientes públicos y privados para llegar a todos los continentes y escalas sociales como hicieron los primeros apóstoles. Lo que hoy piden los Papas es que la gracia llegue al s. XX como en Pentecostés, para que se extienda la fecundidad de la Cruz según el mandato universal del Señor: Id y Evangelizad. Lo esencial de la AC es recuperar el espíritu apostólico, sin resabios de burgués, de los primeros cristianos. No es dar cosas, sino hacer como Pedro y Juan cuando, desde su pobreza, dijeron al tullido «no tengo oro ni plata lo que tengo te doy», y le entregaron la fuerza de Cristo.
Todas las asociaciones piadosas pueden ser AC si dejan de fomentar una piedad particular (alude a las de las órdenes religiosas), difunden el espíritu cristiano general y se organizan en el Cuerpo de Cristo, del que todas reciben un mismo espíritu vital, dejando de ser células muertas para ser células vivas También las de tipo deportivo, social,… -nunca las de tipo político- participan de ella si se organizan como obras auxiliares, supeditándose al fin espiritual universal.
La afirmación del protagonismo de los laicos supone también una redefinición del papel del clero. Su misión es la evangelización de los alejados, salir de la sacristía e ir a los ambientes, no por sí mismo, sino por medio de los seglares. Con este fin a ellos corresponde buscar y formar el núcleo agitador y promotor de apóstoles, mediante su cultivo personal y el contacto con la organización, para que cada cual penetre su ambiente de espíritu cristiano. Su papel es ser directores religiosos y morales de apóstoles, ya que un apostolado seglar sin alma de apóstol sería un cadáver. Todo sacerdote, no sólo los párrocos, debe ser «alma del alma de los apóstoles»; su misión es formar la conciencia y vida cristiana de sus feligreses en lo sobrenatural, comunicando el espíritu apostólico de la jerarquía a los fieles en todo momento
Para ello, El Card. Lienar pide al clero dejar de ser reyes absolutos y ser reyes constitucionales, pues muchos no se avienen a descender del pedestal. El sacerdote no debe bajar a los detalles en la organización, no se pide al párroco ser presidente de la junta parroquial de AC, como tampoco al seglar organizar la parroquia. Lo mismo que el obispo da autonomía a cada sacerdote, este debe darla al seglar bien formado sin arrogarse predominio o privilegios en la AC. El seglar, como el clero, tienen derecho de iniciativa y ejecución, no es lo suyo callar y hacer lo que le digan. El Card. Sienart enseña que, pues conocen los ambientes mejor que los sacerdotes, hay que dejar hacer al espíritu ya formado de los seglares.
Cuando Cristo es conocido triunfa y, si hoy no caen los hombres a sus pies, es por el analfabetismo religiosos producido por un cristianismo de formula, de rutina, hipócrita… que en realidad es un puro paganismo. Frente a este falso cristianismo, la clave está en la organización de la AC, ya que hoy el católico aislado, quiere decir muerto o indefenso. Mientras que esta, por el cultivo intenso de la oración, el estudio, la unión fraterna y la caridad, lo dispone a dar respuesta a una sociedad que ha abandonado la vida cristiana, porque han desaparecido de ella el ambiente y las instituciones que la hacían respirar en catolico.
Ya en 1933 nos encontramos con las dos ideas que van a constituir los ejes del planteamiento de D. Eugenio cuando le llamen a trabajar en la HOAC. La primera, el carácter apostólico de la vida cristiana, mediante una auténtica vida mística en el propio ambiente. Y, la segunda, la necesidad de una restauración de la vida cristiana liberándola del falso cristianismo rutinario, conservador y burgués que escandaliza a los pobres y es una causa de descristianización más grave que los mismos ataques de los enemigos de la Iglesia, como planteará su folleto sobre la Restauración de la Vida Cristiana de 1947.
De cara al compromiso político podemos afirmar la prioridad que da a la misión formativa y apostólica de la AC sobre las demás obras. Sin cristianos bien formados, con auténtico espíritu evangélico, no se sostiene la acción en las obras políticas y sociales. No se trata de una formación exclusiva de los talentos como él mismo proponía en 1917 siguiendo al P. Ayala , sino de todo cristiano sin distinguir sexo, edad o condición.
Lo que D. Eugenio propone es una vuelta a la identidad cristiana nacida del Nuevo Testamento, distinta del falso cristianismo conservador, capitalista y superficial más al uso, que ve como su mayor contradicción. Esto le va a dar la perspectiva y radicalidad evangélica necesarias para no confundir la defensa de la Religión pedida por los Papas con la defensa de una opción dinástica o partidaria y menos aún con una defensa del status quo contrario a la Doctrina Social de la Iglesia, como de hecho estaba ocurriendo con la derecha católica en la República.