El FENÓMENO de la DESLOCALIZACIÓN y la RESPONSABILIDAD SOCIAL de las MULTINACIONALES

3089

Levi´s Strauss & Co., la multinacional textil que durante 150 años ha llevado a todo el mundo el american way of life gracias a las excelentes ventas de sus jeans, ha cerrado sus dos últimas factorías en Estados Unidos. Con el último cierre, 800 trabajadores de San Antonio (California) han ingresado en las filas de desempleados en beneficio de otros tantos trabajadores de México o China, países hacia donde Levi´s trasladará su producción. , Levi´s se convirtió en la primera compañía en Estados Unidos en formular un código de conducta debido a las denuncias recibidas por la utilización de presos como mano de obra en China. Parece que el código no funcionó demasiado bien y de nuevo en 1994, Levi´ s se vio envuelta en un caso de abusos laborales, esta vez en Bangladesh. Niños menores de 14 años habían sido contratados por dos de sus proveedores en el país asiático, lo que provocó, una vez conocido, la ruptura de relaciones comerciales con la multinacional. Una ruptura que, sin embargo, fue frenada a tiempo con el argumento, muy convincente para Levi´s, de que el trabajo de los niños era el único aporte económico de sus familias. Quizá hubiera sido más acertado sustituir a los menores por los adultos, pero no se hizo.


Fuente: AIS
Fecha Publicación: 04/03/2004
Óscar Gutiérrez, Periodista

Levi´s Strauss & Co., la multinacional textil que durante 150 años ha llevado a todo el mundo el american way of life gracias a las excelentes ventas de sus jeans, ha cerrado sus dos últimas factorías en Estados Unidos. Con el último cierre, 800 trabajadores de San Antonio (California) han ingresado en las filas de desempleados en beneficio de otros tantos trabajadores de México o China, países hacia donde Levi´s trasladará su producción. Lo hará, no a través de una filial de la multinacional, sino a través de una franquicia o contratista local que, precisamente, no mantendrá ni los salarios ni los derechos laborales con los que al menos cuentan los trabajadores en Estados Unidos. En China, sirva de ejemplo, el salario medio del trabajador de factoría ronda los siete dólares diarios, una cifra que los operarios estadounidenses reciben cada media hora de trabajo.

Ésta es, si no la principal, una de las razones de peso del proceso de deslocalización hacia el Este que Levi´s ha llevado ya hasta sus últimas consecuencias a la espera del cierre de sus plantas en Canadá. La razón la sintetiza a la perfección el portavoz de la compañía, Jeff Beckman, en declaraciones recogidas por la CNN: «tenemos que ser competitivos para sobrevivir en el mercado». Un lema que sirve también para explicar como Levi’s ha esparcido su producción por todo el globo con algún sobresalto. En 1992, Levi´s se convirtió en la primera compañía en Estados Unidos en formular un código de conducta debido a las denuncias recibidas por la utilización de presos como mano de obra en China. Parece que el código no funcionó demasiado bien y de nuevo en 1994, Levi´s se vio envuelta en un caso de abusos laborales, esta vez en Bangladesh. Niños menores de 14 años habían sido contratados por dos de sus proveedores en el país asiático, lo que provocó, una vez conocido, la ruptura de relaciones comerciales con la multinacional. Una ruptura que, sin embargo, fue frenada a tiempo con el argumento, muy convincente para Levi´s, de que el trabajo de los niños era el único aporte económico de sus familias. Quizá hubiera sido más acertado sustituir a los menores por los adultos, pero no se hizo.

El porqué del proceso de deslocalización: en un contexto de libre mercado prima la máxima competitividad entre las empresas, un escenario en el que los precios a la baja es la tónica general si se busca acaparar a una porción mayor de los consumidores. Si los precios bajan, también lo hará la rentabilidad en cierta medida, a no ser que las ventas se desborden (no suele ocurrir), o a no ser que los costes de producción se reduzcan. Y sin fronteras de por medio, la mejor manera de reducirlos es trasladándose allá donde la mano de obra sea intensiva y barata, la tecnología suficiente, la jornada de 12-14 horas y los sindicatos anhelo de otro mundo.

Frenar la deslocalización en un contexto de libre mercado implica un ejercicio contra natura que pocos se plantean. Frenar la deslocalización irresponsable sí es un ejercicio que debemos acometer en favor del desarrollo. Así nace el concepto de Responsabilidad Social Corporativa (RSC), un código de conducta al estilo Levi´s que hoy, sin embargo, está tomando forma y peso entre las multinacionales. El Global Compact de Naciones Unidas, el Libro Verde de la Unión Europea (UE) o las directrices de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) reúnen un listado de principios que podíamos resumir como el esfuerzo por reglamentar el comportamiento de las multinacionales para evitar el deterioro medioambiental, las prácticas laborales discriminatorias y la violación de los derechos humanos tanto durante su estancia en el territorio como en su salida.

El gran momento que vive la RSC entre las multinacionales tiene su explicación. Cada vez son más las ONG que luchan por el respeto de los derechos humanos, cada vez tienen mayor peso como actores internacionales y mayor repercusión en los medios de comunicación. Las prácticas deshonrosas de las multinacionales están en su punto de mira. En esta línea y según el ranking publicado por PricewaterhouseCoopers, las diez empresas más admiradas del mundo en 2002 (entre ellas Coca Cola, Sony o Microsoft) desarrollan prácticas de RSC. Son las mismas empresas que, por supuesto, forman parte del Global Compact, un sello que, de momento, aporta credibilidad, pero que por su carácter voluntario es difícil de comprobar.

Lo que sí se puede comprobar es que las grandes compañías estadounidenses no tienen la exclusividad de la deslocalización. Desde la UE, las empresas también se extienden hacia el mediterráneo, el Este europeo y Asia. Un ejemplo es el Reino Unido y la deslocalización de sus centros de atención telefónica a India, en donde disfruta de salarios un 50% más bajos que en los cinturones industriales británicos. La locura de la deslocalización alcanza incluso a países favorecidos por el fenómeno en primer lugar y hoy abandonados a su suerte. Es el caso de México, que en los tres últimos años ha perdido 250 mil puestos de trabajo de la industria ensambladora (maquilas) en favor del mercado laboral chino. O es el caso incluso de Estados Unidos: varios estados del Sur del país han adoptado ahora medidas para boicotear a las empresas que deslocalizan sus servicios de atención telefónica hacia India.

Por encima de los Estados, la movilidad de las multinacionales no beneficia más que a las multinacionales. De Norte a Sur, de Oeste a Este, la deslocalización se instala allí donde encuentra menos trabas a la irresponsabilidad social. Se instala, sí, pero no se queda. La RSC ha despertado en empresas y consumidores una nueva inquietud que quizá regule las idas y venidas de las multinacionales. Por lo menos que las regule, porque frenarlas lejos está de ser materia de discusión.