Maquilas en Honduras: las golondrinas de los huevos de oro

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La industria maquilera de Honduras es la primera en Centroamética y la segunda en el Gran Caribe, después de la República Dominicana. Es la tercera fuente de ingresos de Honduras, después del café y el banano. En 1996 genero 250 millones de dolares netos en valor agregado y dio trabajo a unos 75.000 trabajadores, un 75% de los cuales son mujeres.

El auge de la maquila va de la mano con la explotación de la mano de obra femenina. Predominan los bajos salarios, aunque son más altos que el salario mínimo que es de 600 lempiras (moneda de Honduras). Según un estudio de Price Waterhouse en 1994, el salario de las operarias de máquinas de coser, cortadoras de tela y empacadoras era superior en un 41% al salario mínimo. Sin embargo, existe un abismo entre el salario que se paga a la operaria en Honduras y el precio que tiene la prenda de vestir que ellas hacen en EUA. Un pantalón Kathie Lee, que cuesta confeccionarlo 38 pesetas en salario (por cada pantalón), se vende a 3.000 pesetas.

El trabajo maquilador es monótono y repetitivo, se hacen horas extras obligatorias, ambientes insalubres, se impide y reprime la sindicalización. Esta explotación es posible debido al alto índice de desempleo nacional, combinado con la competencia entre las empresas y países para producir más a menos costo. La inversión extranjera de la maquila es defendida por los empresarios nacionales dueños de los parques industriales en las zonas francas, amenazando a los trabajadores de que si se quejan la inversión extranjera (coreana o estadounidense, por lo general) levantara el vuelo a países más favorables. Por eso se les llama “Golondrinas”.

Los empresarios nacionales de la maquila invierte generalmente sólo en infraestructura y administración de los parques industriales, mientras que los empresarios coreanos o estadounidenses invierten en la confección de la ropa y en la administración de las fábricas dentro de los parques.

Los empresarios maquiladores hondureños suscribieron en julio de 1997, aunque sin la participación de los sindicatos o de los organismos de derechos humanos, un Código de conducta para todas las empresas maquiladoras. Se debió al hecho de la publicidad hecha entre los consumidores estadounidenses sobre las condiciones inhumanas existentes en estas fábricas centroamericanas que producen para el mercado de EUA. Ante la presión de los consumidores, B. Clinton nombró una comisión, que incluyó gigantes de la industria estadounidense, como Nike y Liz Claiborne, y a representantes de grupos de derechos humanos y sindicatos. Después de ocho meses de tensiones, la comisión propuso un código de conducta que debína firmar voluntariamente las empresas que compran ropa confeccionada en el Tercer Mundo. El 14 de abril Clinton dio su apoyo al acuerdo. Este código de conducta incluye, por ejemplo, la prohibición de contratar a menores de 15 años, limitar a 60 horas de trabajo semanal y proteger el derecho de las trabajadoras a organizarse. Para que el código se cumpla, se convoca a las fábricas a emplear a monitores independientes, que trabajen junto a grupos de derechos humanos y controles las condiciones laborales de las fábricas.

¿Se iran las golondrinas? ¿Sobrevivirá el boom maquilero? La reciente conciencia de explotación de muchas trabjadoras de las maquilas y el impacto que sus informes está causando entre los consumidores norteamericanos, puede poner en peligro las inversiones norteamericanas en Centroamérica. Seguramente no, estas empresas saben que les sigue resultando más barato aceptar de momento los códigos de conducta, y seguir confeccionando los productos textiles en Honduras, manteniendo una imagen responsable frente a los consumidores estadounidenses.

Fuente: Envío Universidad Centroamericana