Aunque la Constitución egipcia garantiza la libertad «de fe y de práctica religiosa», la realidad es muy diferente. En los últimos años, el fundamentalismo islamista ha resurgido como una forma de oposición al mundo occidental y es la Iglesia la que sufre las consecuencias. Así, se da el fenómeno de los «cripto-cristianos», fieles que se ven en la necesidad de ocultar su fe. Según el presidente de la Asociación Copta en el Reiino Unido, si son descubiertos, son torturados y obligados a delatar a otros.
Fuente:La Razón
(01-02-2004)
Oyen misa y comulgan, pero en la calle se ven obligados a comportarse como musulmanes
Aunque la Constitución egipcia garantiza la libertad «de fe y de práctica religiosa», la realidad es muy diferente. El islam es la religión del Estado y sus principios son la fuente principal de la ley. En los últimos años, el fundamentalismo islamista ha resurgido como una forma de oposición al mundo occidental y es la Iglesia la que sufre las consecuencias. Así, se da el fenómeno de los «cripto-cristianos», fieles que se ven en la necesidad de ocultar su fe. Según el presidente de la Asociación Copta en el Reiino Unido, si son descubiertos, son torturados y obligados a delatar a otros.
«Los fundamentalistas practican dos géneros de actividades. La primera es la violencia, la discriminación y el incendio de iglesias. La segunda es provocar incidentes confesionales para movilizar a las masas musulmanas contra la minoría cristiana y crear así un ambiente de tensión». Así explica Shenouda III, cabeza de la Iglesia copto-ortodoxa, la situación que se vive actualmente en Egipto entre las distintas confesiones. «No podemos usar la violencia contra la violencia; la solución está en buscar el modo de mejorar la posición de los coptos por medio del diálogo y del amor». De los 74 millones de habitantes con que cuenta Egipto, el 94 por ciento son musulmanes y el 6 por ciento cristianos de rito copto. Esto es lo que aseguran las cifras oficiales, aunque hay otras fuentes –tales como la organización internacional «Concern Christian»– que elevan el número de cristianos al 14 por ciento. Este baile de cifras se debe al gran número de «cripto–cristianos» que, por motivos de presión social, se declaran musulmanes, aunque en realidad acudan a una iglesia. La confesión cristiana más numerosa en el país es la copta–ortodoxa, que cuenta con 27 diócesis en Egipto. La copto–católica apenas alcanza los 250.000 fieles. Cuenta con más de cien parroquias y unos 200 sacerdotes diocesanos, además de administrar escuelas primarias y secundarias. «A pesar de las divisiones que existen entre las comunidades cristianas y de la presión de los fundamentalistas, estamos experimentando un aumento de las vocaciones», manifiesta el cardenal Stephanos II Gatas, cabeza de la Iglesia copto-católica. La vida cotidiana. La diferencia entre los que profesan una religión y otra se refleja en múltiples aspectos de la vida cotidiana: a todos los ciudadanos se les exige que muestren en su tarjeta de identificación si son cristianos o musulmanes. Por si fuera poco, un cristiano que se convierte al islam puede cambiar sus papeles de identificación en 24 horas, pero no así cuando el proceso es a la inversa. Helmy Guirguis, presidente de la Asociación Copta en el Reino Unido, explica que los musulmanes que se convierten al cristianismo y no cambian sus nombres «se ven forzados a vivir una doble vida: van a la iglesia y toman la comunión –añade– pero, cuando salen, se comportan como los clásicos musulmanes». Además, si son descubiertos y arrestados, serán «torturados y obligados a revelar las identidades de otros convertidos». Ningún cristiano en Egipto puede ejercer cargos públicos y sólo un número reducido de cristianos ha podido acceder a puestos de la Policía. El Gobierno paga los sueldos de los clérigos musulmanes; no, en cambio, el de los cristianos. Los trámites para construir una iglesia son más difíciles y largos que los necesarios para edificar una mezquita… Y así un largo etcétera. Pero aún así, Giuseppe Bausardo, vicario apostólico latino de Egipto, se muestra convencido de que «el papel de la comunidad cristiana en países de mayoría musulmana debe ser el de construir un puente entre las dos creencias».