El golpe de estado en Myanmar (Birmania) bajo la atenta mirada china

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¿Qué modelo de país y estado se configuran en el sudeste asiático? ¿Qué está en juego en este golpe de estado?

Las fuerzas de seguridad de Myanmar (antigua Birmania) continúan su escalada de violencia contra los cientos de miles de manifestantes que protestan contra el golpe de Estado que el pasado 1 de febrero puso fin a casi una década de transición democrática. Mientras este domingo abrían fuego para dispersar a una multitud concentrada en una planta energética en el Estado de Kachin, tanques y vehículos militares eran desplegados en varias ciudades del país, entre ellas Yangón. La tensión se ha incrementado en la víspera de que este lunes expire el periodo de detención de la jefa de facto del Gobierno civil, Aung San Suu Kyi, cuya liberación exigen los manifestantes.

Las sospechas de un posible golpe de Estado fueron creciendo desde finales de 2020. Finalmente, el Tatmadaw arrestó a Suu Kyi, su abogado, el presidente y varios ministros a pocas horas de la sesión inaugural del nuevo parlamento, y estableció un régimen militar que durará al menos un año. La respuesta ha dividido a la sociedad internacional: Occidente condena el golpe y pide sanciones mientras otros países, liderados por China, califican lo ocurrido de asunto interno y evitan intervenir.

Occidente pierde influencia en el sudeste asiático

Las democracias occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, y organismos internacionales como la ONU se presentan como promotores y defensores de la democracia a nivel internacional. Es habitual que condenen y sancionen los golpes de Estado y a regímenes autoritarios que cometen abusos contra su población. Las sanciones normalmente son de tipo económico y buscan debilitar al régimen, aunque también pueden consistir en embargos de armas o bloqueo de propiedades e inversiones.

Myanmar ha estado décadas gobernada por una dictadura militar después de un golpe de Estado en 1962. La junta cometió abusos contra las minorías étnicas y reprimió a la oposición. Como respuesta, Estados Unidos, la Unión Europea, el Reino Unido y Australia han impuesto sanciones al Gobierno birmano, y la Asamblea General de la ONU ha emitido resoluciones a favor de la democratización del país. Muchas de las sanciones se han ido retirando a medida que el país se democratizaba desde 2011, pero otras se han mantenido por la negativa del Gobierno civil de Suu Kyi a admitir el genocidio contra la minoría rohinyá en 2017. Por ello, la líder birmana ya no cuenta con el apoyo internacional que tenía en el pasado como defensora de la democracia en el país, y por lo que se le otorgó el premio Nobel de la Paz en 1991.

China abandera «el principio de no intervención»

La política exterior china es conocida por su «principio de no intervención» en los asuntos internos de otros países. Al contrario que Occidente, China no valora la escasez democrática o el no respeto a los derechos humanos de otros países a la hora negociar tratados comerciales con ellos, y exige a su vez que la comunidad internacional no intervenga en sus asuntos internos. Myanmar es un buen ejemplo de ello: Pekín no ha dudado en negociar ni con la dictadura militar ni con Suu Kyi. China incluso defendió a Myanmar de las críticas por el genocicio rohinyá..

La respuesta china a este golpe fue la esperada: un medio afín al Gobierno lo calificó de “cambio ministerial” y el portavoz del Ministerio de Exteriores pidió que “se resuelvan las diferencias entre ambas partes y se mantenga la estabilidad política y social”. Rusia, Pakistán, Brasil e India han seguido el patrón chino: tampoco mencionan el golpe ni exigen la liberación de arrestados. Mientras unos piden una resolución pacífica entre ambas partes, otros desean el regreso de la democracia sin mencionar nombres.

Aunque China es el principal socio comercial de Myanmar ya desde antes de la llegada al poder de Suu Kyi, el golpe puede perjudicar sus intereses estratégicos y comerciales en el país. De hecho, a Pekín no le agrada la vuelta al poder del Tatmadaw. Antes de la democratización del país, la relación de conveniencia de China con la recelosa junta militar birmana era inestable, como demuestra que el Gobierno birmano suspendiera en 2011 el proyecto de construcción de la presa de Myitsone que había tardado años en negociarse con Pekín. El Tatmadaw nunca vio con buenos ojos su creciente dependencia para con China durante los años noventa, incluso cuando Myanmar estaba aislada y el Gobierno chino era su principal apoyo internacional. El alarmado Ejército birmano buscó disminuir esta dependencia aumentando el comercio con Estados Unidos y potencias regionales como India y Japón.

Fuentes

Elpais.com y elordenmundial.com