Precio real de los medicamentos antisida 50.000 Pts. Precio impuesto por las multinacionales 2 millones de pts….Precios desorbitados para los fármacos contra el sida, centenares de defunciones a causa del Lipobay, filtros defectuosos que convierten la hemodiálisis en un episodio mortal… Escándalos que se suman a una larga lista de criminales actuaciones de las multinacionales farmacéuticas. Si usted vive en el Tercer Mundo puede morir por la imposibilidad de acceder a los medicamentos; si habita en un país desarrollado, someterse a un tratamiento puede transformarse en una ruleta rusa…Precios desorbitados para los fármacos contra el sida, centenares de defunciones a causa del Lipobay, filtros defectuosos que convierten la hemodiálisis en un episodio mortal… Escándalos que se suman a una larga lista de criminales actuaciones de las multinacionales farmacéuticas. Si usted vive en el Tercer Mundo puede morir por la imposibilidad de acceder a los medicamentos; si habita en un país desarrollado, someterse a un tratamiento puede transformarse en una ruleta rusa. Cuanto mayores son los beneficios y el poder del pequeño puñado de grandes conglomerados farmacéuticos, más se amplía el peligro para la mayoría. La conversión de la salud en un negocio multimillonario se cobra un precio macabro. El sometimiento de la sanidad al interés más restringidamente privado nos había introducido en el mundo del «tanto tienes, tanto vives». Ahora se ha producido otra vuelta de tuerca: no es que nuestra salud sea una mercancía, es que nos hemos convertido en material desechable, en simples números cuya vida no tiene ningún valor si hay millones en juego. No se trata únicamente del peligro al que somos expuestos, la indefensión es el sentimiento abrumador. ¿De qué mecanismos de control y respuesta disponemos? ¿Qué precio va a pagar Bayer por preparar de forma consciente un asesinato en masa? Ya está bien que nuestra salud se encuentre en manos que anteponen el beneficio a cualquier otra consideración. Hay que pararles los pies, hay que poner coto a la voracidad monopolista en sectores vitales como la sanidad. El mercado farmacéutico: Voracidad criminal Principales multinacionales farmacéuticasIngresos anuales(en millones de Ptas) Bayer (Alemania)5.303.490Novartis (Suiza)3.778.580Merck (EEUU)3.485.000Pzifer (EEUU)3.166.000Roche (Suiza)2.892.720Glaxo (Reino Unido)1.897.280 Total 6 principales multinacionales 20.523.320 Total de ventas del sector farmacéutico 54.000.000 170.000 millones de dólares, 54 billones de pesetas. Este es el volumen de ventas que anualmente mueve el mercado farmacéutico. Un montante superior a las ganancias que proporcionan las telecomunicaciones o la venta de armas. Una bolsa enorme y muy rentable. Por cada dólar invertido en la fabricación de un fármaco se obtienen mil en el mercado. Este es el enorme terreno de un juego seguro. Si usted necesita una medicina, no escatimará dinero para comprarla. Como sucede en todos los ámbitos del capitalismo, cuanto mayor es el pastel a repartir, menores son los comensales que pueden aspirar al banquete. El farmacéutico es uno de los mercados más monopolizados del planeta. Tan sólo 25 corporaciones copan el 50% del total de ventas, porcentaje que se eleva al 60% u 80% en los segmentos más rentables. Las seis principales firmas del sector suman unos ingresos anuales de 20 billones de pesetas. Y hay que añadir más, puesto que todos los grandes grupos farmacéuticos son también potencias de la industria química, biotecnológica o agroquímica. Dominio que se extiende hasta todos los rincones del proceso. Ellos son los únicos que pueden invertir enormes sumas en investigación, el sistema de patentes hace depender a cualquier pequeño laboratorio de los grandes, las sustancias químicas necesarias para la fabricación sólo pueden ser proporcionadas por los principales monopolios. Condiciones que crean una pirámide donde, aunque pueden surgir pequeñas industrias, todos los integrantes del sector deben someterse a las condiciones que impone un pequeño puñado. Grandes colosos peleándose por un botín enorme. Imagínese usted la virulencia de la batalla. Lo que está en juego es la salud de todos nosotros. Imagínese las consecuencias. Es evidente que hay que poner límites a la voracidad monopolista, es de justicia que se establezcan sanciones para los que cometan una actuación criminal. Pero las palabras de la directora de la OMS son claras: «la salud y los intereses de la propiedad son irreconciliables». Si la Ford es capaz de hacer cualquier cosa por acrecentar los beneficios o desplazar a un competidor, ¿por qué la Bayer o Novartis no van a hacer lo mismo? ¿acaso no se rigen por las mismas leyes, las que consagran el máximo beneficio como única norma moral? El mismo control del mercado farmacéutico por parte de un restringido puñado de enormes monopolios se convierte en sí mismo en un peligro. Quien no sea capaz de crecer será borrado del mapa, obligado a macrofusiones para alcanzar el tamaño necesario. Y la misma magnitud alcanzada empuja a copar nuevos mercados, a adoptar tácticas más agresivas, más aventureras, con el fin de vender más y más barato que su rival. La criminal actuación de Bayer con Lipobay obedece a esta necesidad. Para encontrar un hueco en el mercado de los medicamentos contra el colesterol, copado por multinacionales americanas, distribuyó un medicamento sin comprobar, y que multiplicaba su eficacia gracias a una peligrosa concentración. Para abaratar costes de producción se puede hacer cualquier cosa: distribuir medicamentos perniciosos, elevar los precios restringiendo el acceso de media humanidad a fármacos vitales,… Cosechan sus beneficios con una guadaña que siega diariamente muchas vidas. Precio real de los medicamentos antisida50.000 Pts.Precio impuesto por las multinacionales 2 millones de pts «El ejemplo de Sudáfricano puede extenderse,sería perder mucho dinero,no podemos hacer esocon nuestrosaccionistas».(Presidente de Bayer) Los cadáveres de la globalización Bayer admite que comercializó Lipobay conociendo que el riesgo de reacciones adversas graves era del 0,1%. Seis millones consumen este fármaco, lo que significa que, en un solo movimiento, Bayer ha vendido un veneno mortal a 6.000 personas. Sabiendo que esta es la práctica habitual de los grandes grupos farmacéuticos, ¿cuántos muertos cabría adjudicarles? El grado de distorsión del orden natural de las cosas que introduce el capitalismo es tal que las actividades humanas ancladas en los sentimientos más nobles, como las relacionadas con la medicina, se transforman en sus manos en un gélido mausoleo, en una tétrica bolsa de valores. Todas las prácticas monopolistas de las grandes farmacéuticas se enfrentan antagónicamente a los intereses, cuanto no a la vida, de la inmensa mayoría. El acuerdo de la Organización Mundial del Comercio (OMC) sobre Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio (TRIPS en sus siglas inglesas) establece que los países miembros deben otorgar derechos exclusivos de comercialización durante un periodo mínimo de 20 años a los propietarios de las patentes de productos farmacéuticos. Tal y como declara Manuel Patarroyo, inventor de la vacuna contra la malaria y Premio Príncipe de Asturias, «no creo que siendo el conocimiento universal, alguien tenga que apropiarse de él para su beneficio particular, como las multinacionales farmacéuticas». Pero el sistema legal defiende con uñas y dientes que lo que pertenece a toda la humanidad sólo pueda administrarse atendiendo al interés de los grandes conglomerados, que, en una carrera frenética, se apresuran a colocar su marca de propiedad a todo el planeta. No sólo se patentan los medicamentos, sino también los genes o plantas que pueden suministrarlos. Varias tribus del Amazonas, resistentes a enfermedades, han visto como multinacionales patentaban su material genético. El 80% de las plantas del planeta «pertenecen» a tan sólo 14 compañías. Esta situación de monopolización absoluta se enfrenta furibundamente a las normas de libre mercado que los dirigentes de la globalización tanto aclaman. El precio de los medicamentos es, como media, quince veces superior al que se situaría en una situación de competencia. El propio Patarroyo afirma «la vacuna para un adulto cuesta unas 60 pesetas y la mitad para un niño. El costo ya no sería el mismo cuando esté en manos privadas. Ese es el dilema que tenemos nosotros, porque luego sería inaccesible para algunos grupos que no disponen de esos medios». Once millones de personas mueren cada año por enfermedades infecciosas que podrían evitarse si los medicamentos más básicos fueran de acceso universal. Once millones de personas mueren anualmente a causa de enfermedades infecciosas por no poder costearse los medicamentos necesarios La contradicción aparece de forma descarnada al contemplar las acciones judiciales emprendidas por las grandes corporaciones farmacéuticas contra Sudáfrica o Brasil. Estos dos países se atrevieron a fabricar medicamentos genéricos contra el SIDA, que infecta sólo en Sudáfrica a 4 millones. El precio del tratamiento contra el sida puede bajar de los dos millones anuales impuesto por las grandes multinacionales a tan sólo 50.000 pesetas. La respuesta del director de la Bayer fue contundente: «sería perder mucho dinero, no podemos hacer eso con nuestros accionistas». Es lógica la acusación de uno de los dirigentes del Congreso Nacional Africano, el partido de Nelson Mandela, «quienes se aprovechan del sida son peores que el virus». Provocan muchas más muertes que la propia enfermedad. La mano llega también a los países más desarrollados. Todavía está por esclarecer el episodio del aceite de colza, que causó la muerte de 1.000 personas. Investigaciones solventes, silenciadas y boicoteadas por la administración, han revelado la endeblez científica de la hipótesis oficial, que adjudicaba la causa a las anilinas. Señalan como culpable a un pesticida organofosforado para matar gusanos de la marca Bayer, con el que se trató experimentalmente una partida de tomates en Roquetas de Mar, Almería, y que luego fueron vendidos en mercadillos. Esta es la punta del iceberg más sangrante de un negocio mortal, pero no hay que confundirse, lo excepcional se convierte en habitual. Multitud de fármacos son entregados al mercado sin conocer sus efectos. En el caso del Lipobay, la constatación de sus mortales consecuencias fue resultado de un estudio sobre 12.000 pacientes una vez que el medicamento estaba en circulación. Lo más grave es que esta no es la desaprensiva excepción sino la criminal norma que convierte a la población en cobayas forzosas de sus experimentos. Las doce principales revistas médicas del mundo han denunciado que «las investigaciones independientes, decisivas para certificar la seguridad de un medicamento o establecer políticas samitarias, han sido sustituidas por CRO (siglas en inglés de Organizaciones bajo contrato), financiadas por multinacionales, donde los investigadores pueden tener una intervención escasa o nula en el diseño del ensayo, carecer del acceso a los datos completos y participar limitadamente en su interpretación». Para colmo, «los resultados de un ensayo son enterrados si no son favorables al fármaco de su patrocinador». ¿Cuántos fármacos así estaremos consumiendo? ¿Cuántos lipobay habrá en nuestro botiquín? Indefensión absoluta ¿Cómo va a condenar a la Bayer el gobierno alemán si 400 parlamentarios son ex altos cargos de la compañía que se reúnen mensualmente con la dirección de la multinacional? Si usted sabe, o como mínimo tiene sospechas, de que una playa es peligrosa con toda seguridad optará por no bañarse en ella. Tenemos pruebas feacientes de la capacidad de envenenamiento de los monopolios farmacéuticos, sin embargo no podemos dejar de consumir ninguno de sus productos. Debemos someternos a una amenaza que, dados los métodos empleados, es indiscriminada. Esta trampa mortal aparece agigantada por la impunidad con la que actúan unos pocos y la indefensión en la que estamos instalados la mayoría. Bayer ha reconocido que lanzó al mercado el Lipobay con plena conciencia de sus efectos, ¿va a responder penalmente de las víctimas causadas? ¿no debería considerarse también un crimen contra la humanidad? La sideral distancia que separa los prestigiosos bufetes que pueden costear las grandes compañías de la modesta acción judicial a que tienen acceso los afectados es un escollo insalvable. A pesar de estar en peligro nuestra salud, e incluso nuestra vida, ¿de qué instrumentos de respuesta disponemos?, ¿de qué mecanismos de control y marcaje hacia los grandes conglomerados del sector? Ellos, en cambio, sí disponen de una amplísima telaraña que los enmadeja a todos los aparatos de poder. Las multinacionales farmacéuticas forman parte destacada de la Mesa Redonda Europea de Industrias, que se reúne periódicamente con altos consejeros de la UE para despachar las líneas generales de cada sector. Sólo la Bayer dispone de 400 ex altos cargos que ahora son parlamentarios nacionales o regionales y que la multinacional reúne cada mes para presionarlos y tenerlos controlados. No es anormal que luego los gobiernos absuelvan de toda responsabilidad, dicten normas que les favorezcan o financien con fondos públicos investigaciones que luego generarán beneficios privados. No es que permitan, es que los gobiernos son la parte subsidiaria de sus consejos de administración. En España, la Agencia Nacional de Medicamentos declaró que «el balance entre riesgos y beneficios en los medicamentos con cervistatina es favorable». La Asociación Nacional del Paciente declara que han muerto 24 personas, frente a los seis ofrecidos por las cifras oficiales, 56 afectados graves, cifras que previsiblemente aumentarán dados los 200.000 consumidores de Lipobay en España. En las reuniones donde se investiga la muerte de 13 pacientes al realizarse una hemodiálisis participa, y parece ser que tienen la voz cantante, la multinacional Baxter, fabricante del filtro A-18, sobre el que recaen las principales sospechas. El gobierno alemán ha exculpado a Bayer de toda responsabilidad, negándose a iniciar ninguna acción jurídica, a pesar de que existen contundentes pruebas en su contra. Si los «mecanismos políticos habituales» no funcionan, se ponen en marcha otros planes. Germán Velásquez, directos del programa mundial de medicamentos de la OMS, se atrevió a publicar un estudio donde se recomendaba la elaboración de genéricos y la eliminación de las patentes. Vive bajo amenazas de muerte. Atacado en Río recibió este mensaje: «esperamos que haya aprendido la lección y deje de criticar a la industria farmacéutica». ¡Hay que detener a los criminales! «El conocimiento debe servir a los intereses colectivos, no a los intereses privados… Llegó la hora de que los países en vías de desarrollo se unan contra el boicot de las multinacionales a la fabricación de genéricos». (Manuel Patarroyo) Si la acción popular ha puesto a Pinochet o Videla en el banquillo, ¿por qué no va a ser posible con Bayer o Novartis? La victoria judicial en Sudáfrica contra 39 multinacionales, imitada en Brasil, ha demostrado que, con unidad y presión social, David puede derrotar a Goliat. Hasta la OMS y la ONU han apoyado a los gobiernos sudafricano y brasileño, estableciendo como doctrina internacional el derecho de los países a fabricar medicamentos genéricos a bajo precio. La eliminación de sistema de patentes y el establecimiento de un límite de precios para los medicamentos debe ser una exigencia internacional. Un sector como la sanidad, del que dependen millones de vidas, no puede estar sujeto a las infernales leyes que impone la monopolización. Pero la solución no puede recaer en la acción gubernamental, atendiendo a los estrechos vínculos que unen a muchos de los gabinetes con los consejos de administración de las farmacéuticas. La acción ciudadana, como de hecho ha ocurrido en Sudáfrica, debe ser el motor principal. Sólo las víctimas y los directamente interesados pueden dar una respuesta justa y consecuente. La unidad entre los pacientes (enfrentados a una amenaza permanente), una buena parte de médicos (que optaron por esta profesión como una opción vocacional) y un enorme número de abogados independientes debe ser el corazón de un movimiento capaz de romper la impunidad y las prácticas criminales de los gigantescos monopolios del sector. La indignante permisividad de los gobiernos debe contrarrestarse con una persistente actividad judicial de los afectados. Quien la hace la paga, y que el próximo sepa cuales son las consecuencias. Millones de personas separadas son elementos indefensos ante grandes conglomerados, pero la capacidad que proporciona la acción colectiva puede cambiar el color. Existen elementos jurídicos para hacerlo, solo es necesario romper la tela de araña que los mantiene al margen de la ley. Quien piense que es imposible debe recordar la visión de Pinochet o Videla sometidos a procesos judiciales. Una unidad que pueda levantar mecanismos de control eficaces, donde expertos independientes puedan investigar cada medicamento y certificar su seguridad como condición para su entrada en el mercado. Y que trabaje con el objetivo de poner a disposición de todos el conjunto de conocimientos y desarrollos prácticos disponibles. Que nunca más nadie pueda verse afectado por males para los que la humanidad ha encontrado ya un ramedio, pero que permanece atrapado en la maraña de números de las acciones de Bayer, Novartis, Roche…* Publicado por la Revista Autogestión en el año 2002