El peligro del tercer gran lobby español

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Históricamente el lobby por antonomasia, quien ha mandado en los pasillos de los ministerios, especialmente en economía, hacienda y comercio, ha sido la gran banca. Fue así durante el franquismo y ha continuado después

Fuente: Forum Libertas


De hecho, ha sido el ámbito que ha registrado menos transformaciones en sentido democratizador; al revés, se han producido procesos de fusión dentro de la lógica del sistema, reduciendo el número de competidores. 


Ante esta crisis, la primera ocupación del Gobierno ha sido atender a la banca. Existe ahí una gran concentración de poder que tiende a aumentar y que requiere una revisión para que la democracia sea real en este ámbito e impere el bien común que no es lo mismo que el bien de los banqueros. Existe otro gran lobby bien conocido, nos hemos referido a él en otras ocasiones. Es el que configuran los grandes grupos de comunicación. Pero ahora quisiéramos señalar el tercero, mucho mas joven, que ha penetrado profundamente en el actual Gobierno.


En un interesante y reciente reportaje de La Gaceta de los Negocios, se subrayaba el control que el lobby de los transgénicos ejerce sobre la política alimentaria del Gobierno. La actual Ministra de ciencia e innovación, Cristina Garmendia, y su jefe de gabinete, Jorge Barrero, eran hasta ser nombrados para el cargo, respectivamente, presidenta y secretario general de ASEBIO, el mayor grupo de presión pero no sólo en transgénicos, sino mucho más allá.


Este estado de cosas explica que mientras los productos transgénicos estén prohibidos en países tan poco sospechosos de retraso tecnológico como Alemania y Francia, donde la agricultura tiene todavía un papel destacado, España cultive sin control el 80% de toda la producción europea. Es una brutalidad que supera incluso los desmanes de la construcción, cuando aquí se edificaba más que en Francia, Alemania, Italia y Gran Bretaña juntos. Incluso no están identificadas las plantaciones transgénicas. Ni siquiera existe un agente específico destinado a velar por tal gestión, en contra de lo regulado por la normativa europea. Las CCAA por su parte, que tienen la competencia exclusiva en agricultura, responden con un mirar a otra parte demostrando así cuál largo es el brazo del lobby.


Pero sus intereses se extienden mucho más allá, y en buena medida explican el que en poco tiempo España haya pasado de ser un país con limitaciones razonables sobre la investigación con células embrionarias, la selección pre implantacional, es decir la eugenesia y la clonación, a ser junto con un único país, Gran Bretaña, un lugar donde todo es posible y todo se permite.


Contrasta que una sociedad, unas empresas, unos gobiernos que, como en el caso de España, no se caracterizan por su capacidad de innovación, se hayan lanzado como locos sobre estas cuestiones, que a escala mundial poseen numerosas reservas y contraindicaciones y su práctica se encuentra limitada en la mayoría de países occidentales. Mientras, en otros países que excelen en su capacidad de innovación y tecnología, como Alemania, siguen manteniendo numerosas restricciones. Y es que junto al grupo de ASEBIO forman parte laboratorios dedicados a aquellos otros menesteres. 

No son el único lobby en este ámbito, ya que el que configuran las clínicas de reproducción asistida, cada vez mas interesadas en rentabilizar su «material sobrante», los embriones que no pueden implantar, constituyen otro foco decisivo. Naturalmente, como sucede en estos grandes grupos, un gran número de las empresas que forman parte del mismo tienen intereses perfectamente normales que no están relacionados ni con el uso de embriones humanos, ni con la manipulación genética, para la producción agrícola o de células humanas. Pero esto no cambia el problema que muestran los hechos. 

El Gobierno, también en este tema, no es neutral, y sus teóricos aleluyas al ecologismo chocan y se contradicen con sus prácticas. También, hay que decirlo, la oposición se muestra poco atenta a todo esto, porque las tareas de los lobbys llegan hasta ella, y también por ese eterno complejo de no estar a la última, de no ser científicamente 'fashion'. En cualquier caso, ahí también hay una anomalía, una peligrosa desmesura española, ¿y van cuantas?, que merece mayor información, luz, taquígrafos y rectificación.