Las conocidas como “iglesias del despertar”, sectas evangélicas, han fascinado a muchos católicos afroamericanos, muchos han abandonado así la iglesia católica para adherirse a estas comunidades. Prometen desahogo, curación, prosperidad…hacen juego con el modelo neocapitalista impuesto a nivel global.
Según un misionero comboniano en la R.D. Congo (Padre Alfredo Neres), en la capital Kinshasa, 1 millón de católicos han integrado o integran estas iglesias.
Estas iglesias hacen todo lo posible para atraer a los fieles, embaucándoles con bienes materiales. “A menudo son financiadas desde el extranjero, en particular desde los Estados Unidos; muchos de sus pastores vienen de fuera de nuestro país”, subrayó hace unos años el Secretario General de la Conferencia Episcopal de Congo Brazzaville a la agencia Fides. “Sin embargo, también hay iglesias de origen local que obtienen recursos de la población con la promesa de beneficios futuros, explotando la credulidad de los pobres”
Esto también ha ocurrido y sigue ocurriendo en no pocas ocasiones, con la expansión del islamismo en África, pero eso es harina de otro costal, aunque tiene desde luego mucha relación con el tema.[1]
Como reacción a esta realidad de las sectas evangélicas, en los años 90, en el seno de la iglesia católica ha habido un surgimiento de comunidades de oración de orientación carismática, generalmente dirigidas y fundadas por laicos, conocidas genéricamente como Nuevas Comunidades. Grupos que se han adaptado muy bien a la idiosincrasia cultural africana.
Sucede que, en estas organizaciones de fieles, es más frecuente de lo deseado, su roce con los límites de la ortodoxia, sobre todo porque siguen modelos más parecidos a los evangélicos, con predicaciones estridentes y plenas de espectáculos en no pocas ocasiones, exaltación de líderes y abusos en la interpretación de la biblia.
El papa Francisco se encontró el pasado 16 de septiembre, a parte de con otras realidades asociadas, también con estas Nuevas Comunidades[2] de todo el mundo, y animó en un documento a seguir una serie de orientaciones para evitar derivas indeseables y nocivas para la evangelización y la unidad de la iglesia.
Alertó sobre la tentación de considerarse como única novedad en la iglesia, o creer que no necesitan de los demás (falsa seguridad)… También avisó sobre el abuso de poder y la deslealtad como algunos de los riesgos más habituales, sustentados en el afán de dinero y el propio ego.
La encarnación entre los empobrecidos sigue siendo un gran desafío para todos nosotros. Evitando los vaivenes entre espiritualismo y secularismo, los dos grandes riesgos que siguen presentes. Como dice el papa en ese texto del 16 de septiembre:
En efecto, la pertenencia a una asociación, a un movimiento o a una comunidad, sobre todo si se refieren a un carisma, no debe encerrarnos en una “torre de marfil”, hacer que nos sintamos seguros, como si no fuera necesario dar respuesta alguna a los desafíos y a los cambios. Nosotros todos, los cristianos, estamos siempre en camino, siempre en conversión, siempre discerniendo.
Luis Antúnez
Fuentes: Mundo Negro, Agencia Fides, Vatican.va
[1] El p. Ibombo también comenta que en la República del Congo “además de las iglesias evangélicas y pentecostales, también se está extendiendo la religión islámica, con modalidades similares a las ‘iglesias del despertar’, a través de ayudas económicas destinadas especialmente a los jóvenes. A algunos de ellos se les ofrece la posibilidad de abrir un comercio, mientras que a otros la oportunidad de viajar para estudiar en un país árabe”
[2] https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2021/september/documents/20210916-associazioni-fedeli.html