Guillermo Rovirosa militante obrero cristiano, maestro de espiritualidad desde los pobres, hoy en proceso de beatificación, era un enamorado del IDEAL. Valoraba, en su medida, todo Ideal, que en el fondo, es una semilla del auténtico. Así se expresaba en los años 50:
«Hay que distinguir entre locura y locura; la locura de los alienados, la locura de los desequilibrios parciales, las locuras de los imbéciles, y la locura del que se entrega a una causa. Hoy padecemos un exceso de gente prudente. (…) Quisiera entregarse «algo» pero viven sumergidos en la mediocridad anónima de los horizontes que pudiéramos llamar aburguesados, y la misericordia no pasa por ellos de ser un sentimiento superficial. La miseria obrera, la inmensa miseria humana no ha penetrado por sus entrañas, hasta el corazón.
Se dicen que son buenos cristianos (…) su papel consiste en frenar los movimientos a que pertenecen y que a veces dirigen. Sin embargo, el Apóstol Pablo habló algunas veces de la locura, que una locura que el llamaba la locura de la cruz, que tiene la facultad de desconcertar a los sabios. Pero estos de que hablamos se han calificado a si mismos como sabios y prudentes. Y veréis que la Cruz adorna más las paredes de su casa que de su corazón. ¡Señor, mándanos Pablos en plena locura, de los que se lanzan a fondo, de los que se olvidan de si mismos, de los que aman al hermano más que con palabras, de los que se entregan de verdad y hasta el fin! (…)
En estos tiempos hacen falta locos, enamorados de la vida sencilla, libertadores eficaces del proletariado, amantes verdaderos de la paz, limpios de compromisos, decididos firmemente a no ser traidores jamás, despreciadores de la propia vida, decididos plenamente a la abnegación, capaces de aceptar cualquier tarea, dispuestos a salir para cualquier parte, al mismo tiempo libres y obedientes, espontáneos y tenaces, fuertes y suaves.