Elogios sin fronteras al cardenal filipino Jaime Sin por su constante defensa de la libertad

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El arzobispo emérito de Manila, que murió este martes por problemas renales y diabetes, defendió la democracia al apoyar la caída del dictador Ferdinand Marcos en 1986 y la del presidente Joseph Estrada en 2001

Joan Miquel Corbí
ForumLibertas.com
22-06-2005

La muerte del cardenal Jaime Sin, este martes a primera hora de la mañana, ha dado paso a reacciones en todo el mundo, especialmente en Filipinas. La catedral metropolitana de Manila recibe estos días a miles de peregrinos que llegan para dar su último adiós a quien fue su arzobispo entre 1974 y 2003. En los funerales, se espera la presencia de centenares de miles de personas, así como la asistencia de numerosas autoridades civiles, políticas y religiosas. Y además de los elogios unánimes de varios responsables políticos filipinos y de toda la sociedad del país, que destacan el compromiso del purpurado con la libertad y la democracia, el Papa Benedicto XVI ya ha enviado su pésame a los creyentes de la archidiócesis de la capital. En el mensaje, destaca su «inagotable compromiso con la difusión del Evangelio y la promoción de la dignidad, el bien común y la unidad del pueblo filipino». Según fuentes eclesiales de Filipinas, el cardenal Sin, que llevaba tres días hospitalizado, murió a causa de problemas renales y diabetes. Sus restos mortales serán enterrados en la cripta de la Catedral de Manila.

Jun Sescon, secretario de Jaime Sin, la salud del cardenal se había deteriorado mucho desde el 2 de abril, cuando murió el Papa Juan Pablo II. «Le afectó mucho», explicó. El mismo asistente recordó, por otro lado, que el arzobispo emérito de Manila lo pasó muy mal por no haber podido participar, por motivos de salud, ni en los funerales por el anterior pontífice ni en el Cónclave para elegir a su sucesor. En esos días de abril, llegó a comentar que «Benedicto XVI es un hombre brillante y bueno que pertenece a la misma tradición de Juan Pablo II». Sin llevaba muchos años luchando contra la diabetes y, desde hace un tiempo, estaba sometido a diálisis por la insuficiencia renal. Incluso después de su jubilación como titular de la principal diócesis de las Filipinas, el purpurado continuaba siendo considerado, desde todos los sectores sociales, una figura de referencia.

La actual presidenta filipina, Gloria Macapagal Arroyo, al conocer la noticia, destacó que «la historia recordará como un día triste el de la muerte de este gran libertador del pueblo filipino, que también fue un campeón de Dios». Y es que Jaime Sin fue un activo partidario de los movimientos populares que propiciaron la caída de dos presidentes, el dictador Ferdinand Marcos en 1986 y el presidente Joseph Estrada en 2001. En el primer caso, fue especialmente significativo el posicionamiento de la Iglesia católica a favor de la democracia cuando, en las elecciones presidenciales, se produjo un claro fraude que daba inicialmente la victoria a Marcos pero que acabó solucionándose con su huida y con la llegada al poder de Corazón Aquino, ganadora legítima de los comicios. Su estímulo, en lo que muchos llamaron la «revolución de los Rosarios», fue decisivo por sus mensajes difundidos por radio. La presidente Arroyo, que sucedió precisamente a Estrada, aseguró en la misma línea que «nos deja una herencia de libertad y justicia, forjadas en un profundo ánimo personal».

El cardenal Sin tenía claro el papel que la Iglesia, como fuerza moral, debía realizar para el crecimiento de su país. Esta convicción, amparada en el derecho de todos los sectores sociales a expresar su visión sobre los temas de interés públicos, no estuvo tampoco exenta de críticas y acusaciones de injerencia en la vida política. Él, contra viento y marea, siempre defendió los valores del Evangelio, la paz, la justicia y la transparencia, como principales armas contra la corrupción y la violencia, tristemente habituales en la vida social y política de las Filipinas desde hace décadas. Siempre dijo que el hecho religioso tiene un importante papel en los asuntos de un Estado. «Mi deber es llevar a Cristo a la política. La política sin Cristo es la máxima desgracia de la nación», dijo en la ceremonia de su retirada. Por otro lado, el purpurado también había apoyado protestas contra el intento del Gobierno de controlar el crecimiento de la población.

Jaime Sin, de padre filipino y madre china y séptimo hermano sobre un total de 16, nació el 31 de agosto de 1928 en New Washington (Filipinas). Tras estudiar en el Seminario San Vicente de Paúl de Jaro, fue ordenado sacerdote en 1954. En junio de 1957, después de haber animado la pastoral de parroquias en un área montañosa, fue nombrado rector del Seminario San Pío X. En 1967, cuando tenía sólo 38 años, Pablo VI le nombró obispo y, en 1974, tras unos años de trabajo pastoral en la diócesis de Jaro, le eligió para dirigir la archidiócesis de Manila. Posteriormente, fue creado cardenal en el Consistorio del 24 de mayo de 1976. Entre otros cargos, Sin ha sido presidente de la Conferencia Episcopal de Filipinas (1981-1995). Justo al final de su mandato, el 15 de enero de 1995, el Rizal Park de Manila acogió la Misa más multitudinaria que se conoce en toda la historia: más de 4 millones de participantes. Fue en el marco de la X Jornada Mundial de la Juventud presidida por Juan Pablo II.