En la miseria… se forja la solidaridad

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Brisso

Me llamo Brisso Boni Emmanuel y tengo 19 años. Acabo de terminar los estudios de bachillerato y pasé el examen del BAC, del que estoy esperando los resultados.

Nací en un pueblo del municipio de Bembéréké llamado Wâraru. Mi padre se llama Gastón y es uno de los tres primeros catequistas de la parroquia. Mi madre es Bernardette. Mi abuela materna fue una gran mujer, pues acogió a muchos niños rechazados por otras etnias, los amamantó y crió. Somos 9 hermanos y todos somos católicos.

Nuestra familia vive en una permanente situación de miseria, de una extrema pobreza que me gustaría compartir con todo el mundo. La miseria es horrible: la comida, los cuidados básicos, la educación, el vestido, todo nos resulta difícil. Con ocho años, yo ya me ví en la situación de tener que ir a trabajar en los campos de otros para poder hacerme con un poco de dinero.

Para poder ir al colegio, he tenido la suerte de que el padre se fijara en mí y de poder ir al internado de la misión. Mis padres no pueden pagar los gastos escolares, a pesar de que la enseñanza pública es teóricamente gratuita. Vivir esta situación me ha llevado varias veces a desear dejar de estudiar. Pero, gracias a Dios, el padre siempre estaba ahí para animarme, y yo he aceptado sus consejos para no echar a perder mi vida.

Durante las vacaciones trabajamos en el campo con nuestros padres. Todo lo hacemos con las manos, pues ni siquiera podemos comprar unas vacas para labrar la tierra. Trabajamos como animales, pero, a pesar de nuestros esfuerzos, lo que obtenemos no llega nunca a cubrir nuestras necesidades.

Además, y para poder reunir algo de dinero y pagar nuestros estudios, mi hermano mayor y yo trabajamos nuestro propio campo. El año pasado hicimos una hectárea y media de maíz entre los dos, todo a mano. Lamentablemente no obtuvimos muchos sacos de grano, pues, por falta de medios, no pudimos echar abono químico. La tierra está ya muy cansada por culpa del algodón, y sin abono no consigues casi nada. Por eso lo que sacamos no nos llega para pagar los estudios de los dos. Y tenemos que trabajar muchos días a jornal, si tenemos la suerte de encontrar trabajo y de que nos paguen. Muchas veces trabajas como un loco, y luego no te pagan.

Pero yo no soy el único a vivir de esta manera. Aquí la miseria es general y afecta a casi todo el mundo. Lo que es triste es ver a muchos jóvenes como yo que no llegan a superar esta dura prueba de la vida. Yo estoy luchando gracias a la vida y a todo lo que he aprendido durante estos años en el internado de la misión.

La vida en el internado me ha hecho crecer mucho, gracias a la educación que allí he recibido. Siempre nos invitan a compartir, a vivir en comunión, a hacer todo juntos y sobre todo en colaboración. Compartimos lo poco que cada uno tenemos y lo que trae de su pueblo. Preparamos nosotros mismos nuestra comida por grupos y compartimos todo con nuestro grupo. Así aprendemos mucho, y los grandes enseñamos a los más pequeños. Gracias a esta educación he comprendido que tenemos que trabajar mucho, siempre unidos, para vencer todos nuestros problemas, y que podemos hacerlo.

Sin embargo, incluso algunos jóvenes que, como yo, han vivido allí unos cuantos años, acaban marchándose a otros países, especialmente a Nigeria. Esta plaga es obra sobre todo de algunos jóvenes que han trabajado allí y que, pagados y corrompidos por sus antiguos patronos, corrompen a otros jóvenes con unas pocas monedas. Pero muchos se marchan huyendo de los muchos problemas y dilemas que sufren en sus familias, consecuencia de la miseria que viven.

En esta migración hay muchos niños de unos doce años. Transportados a Nigeria, les distribuyen en campos donde trabajan desde la mañana hasta la noche, y todos los días de la semana. Esta horrible atrocidad y una condición de vida miserable, les expone a toda clase de enfermedades sin ningún cuidado sanitario, y muchos acaban muriendo allí. La mayor parte de los que se van no regresan nunca y algunos de los que lo hacen, vienen toxicómanos, pues se habitúan a la droga allí para poder trabajar como se les exige.

Hay otros niños y jóvenes que no se van a Nigeria, y que se convierten en los chicos de la calle. Expuestos a toda clase de enfermedades y abandonados de todos, incluso de sus propios padres, muchos son violados y viven sin domicilio fijo. Y esta situación empeora continuamente. Muchos son también los que acaban entregándose a la delincuencia y a la prostitución. Y este fenómeno se da en los dos sexos: en los chicos y las chicas. Algunos trabajan en la construcción para acabar no ganando nada.

Ante esta situación, lo que peor soporto es que la política no hace nada por erradicar la miseria de nuestro mundo, al contrario, ésta crece de día en día, especialmente entre los campesinos. Es inhumano que los jóvenes no encontremos trabajo y que los chavales de la calle no tengan una casa como los demás. Estos últimos tienen derecho a una educación, a ser alfabetizados, a tener un domicilio fijo y una familia que les quiera. Y a los jóvenes hay que facilitarles el acceso a los estudios, haciendo que éstos sean totalmente gratuitos. A mí todo esto me llega al alma. Y no debemos creer que esta labor hay que dejársela sólo a los que gobiernan, pues hay mucha corrupción y sólo piensan en llenarse el bolsillo.

Yo creo que nosotros los niños, los jóvenes, los campesinos, todos debemos unirnos para cambiar la situación, comenzando por combatir la explotación de los niños, denunciando a los autores de esta maleficencia. Entonces, unámonos, trabajemos juntos, organicemos sesiones de formación y lo que sea necesario para alejar la miseria de nuestras vidas. Uno solo nada puede hacer. Asociemos nuestras fuerzas, pongamos nuestros bienes en común y trabajemos para ayudarnos mutuamente.

A los padres les pediría que sean responsables y controlen su natalidad y tengan los hijos que puedan educar. A los jóvenes, que se casen cuando puedan sostener y educar a sus hijos, que no tengan prisa y que elijan el mejor momento para ello. Y a las chicas también les pediría que eviten el matrimonio precoz y que hagan todo lo posible por construir un hogar donde sus hijos crezcan sanos. Todo esto contribuirá también a erradicar la miseria.

Autor: Brisso Boni Emmanuel