La teología y la práctica pastoral de la liberación puede hacer que crezca el respeto por los derechos humanos, así como el rechazo que su violación (como el hambre, la guerra, la tiranía) debe provocar en un creyente, y en toda persona. No hay que olvidar que la religión, el cristianismo incluido, ha sido utilizado, y continúa siéndolo, para justificar esas situaciones. Lo estamos viendo en estos días con motivo de la invasión de Irak, una guerra -con todos los sufrimientos que acarrea y con las consecuencias que pueden durar años- sin ninguna justificación, como lo ha denunciado enérgicamente Juan Pablo II. ADITAL – Los teólogos de la liberación sistematizaron una vivencia que fue naciendo en el medio popular de la iglesia. Siendo que Ud. fue el primero a reconocer y a escribir sobre la nueva acción del Espíritu en Latinoamérica ¿puede recordar un hecho concreto o el momento que despertó su atención para las novedades que estaban naciendo dentro de la iglesia?
Gustavo Gutiérrez – Creo difícil hablar de un hecho singular. Me parece que se trata, más bien, de la confluencia de dos procesos históricos.
Por un lado, a través de pequeños pasos, que se fueron acelerando con los años, asistimos en las décadas de 1950 y 1960 a una nueva presencia de los pobres del continente en la escena social y política. Los que habían estado, en cierto modo, ausentes de nuestra historia (físicamente, siempre habían estado ahí, pero eran invisibles) empezaban a hacerse presentes. Llegaban, como decía Bartolomé de Las Casas de los indios en el siglo XVI, «con su pobreza a cuestas».
Por otro lado, con esta irrupción histórica del pobre, que no estaba -y que no está- sino en sus primeros momentos, converge otro proceso que se desarrolla dentro de la iglesia católica: el concilio Vaticano II. El concilio insistió en la intuición de Juan XXIII: estar atento a los signos de los tiempos; abrió así nuevas pistas para la vida cristiana y para el anuncio del evangelio. En esa línea el Papa Juan habló, poco antes del inicio del concilio, de la iglesia de los pobres, haciéndose cargo de la nueva conciencia que se tomaba de esa condición inhumana que llamamos pobreza.
Esos dos procesos, cuyos alcances percibimos lentamente, llevaron a numerosos cristianos, de medios populares y de otros ambientes sociales, a comprometerse con los pobres y contra la pobreza, como una exigencia de su fe, se ahonda la pastoral en medios pobres, se afianzan las comunidades cristianas en esos ámbitos buscando pensar su fe desde esa experiencia. La teología de la liberación busca reflexionar sobre esa práctica a la luz del mensaje cristiano. Si hubiese que buscar un hecho como punto de partida, ese sería la práctica que acabamos de mencionar.
ADITAL – ¿Cuál es la motivación profunda de esa vivencia teológico-pastoral, que continúa inspirando a tanta gente, a pesar del modelo de iglesia y de sociedad vigentes?
Gustavo Gutiérrez – Tengo la impresión que eso puede deberse a varios factores. A un contacto estrecho con la realidad, y con los inevitables cambios que se dan en ella. Es una reflexión sobre la fe que, no pretende colocarse en un ángulo muerto de la historia para verla pasar, colocándose en una cómoda neutralidad ante los acontecimientos que golpean a las personas. Busca, más bien -con todas sus limitaciones y con lo mucho que le queda por hacer- como el Verbo de Dios, según el evangelio de Juan, poner su carpa en medio de la historia, de la vida cotidiana.
Lo que significa, segundo elemento, que es una teología fuertemente marcada por la lectura de la Biblia, que nos revela a un Dios de la vida que rechaza sin cortapisas la situación de muerte prematura e injusta, significación última de la pobreza. Muerte física prematura e injusta, lo vemos con claridad en el mundo de hoy, y muerte cultural, igualmente, en la medida en que se discrimina a alguien por razones culturales, raciales o por su condición de mujer. Todo eso es la pobreza en la Biblia y, por ello, se presenta de este modo, desde un comienzo, en teología de la liberación; en esa perspectiva, a pesar de ser muy importante, la dimensión económica no es sino una de sus dimensiones. Es importante tener presente la complejidad o, como hoy dicen los economistas, la multidimensionalidad- de la pobreza.
Cuentan también, y mucho, otros factores: las opciones tomadas por la iglesia latinoamericana en Medellín. Puebla y Santo Domingo, así como el testimonio asta la entrega de la vida- que numerosos cristianos han dado en su esfuerzo por reconocer el rostro de Cristo en el rostro de los maltratados y oprimidos.
ADITAL – ¿Qué sería lo más urgente para que la teología y la práctica pastoral de la liberación ayuden al mundo a encontrar soluciones a sus problemas como el hambre, la guerra, el autoritarismo armado, etc?
Gustavo Gutiérrez – Denunciar todo lo que atenta contra la dignidad de la persona humana, especialmente de aquellos que sufren sistemáticamente de una situación de injusticia. El amor al prójimo es inseparable del amor a Dios.
Los problemas que menciona la pregunta son hechos históricos complejos, con aspectos que se mueven en campos en los que la reflexión teológica no tiene una competencia especial. Pero sí un aporte que dar. Ella puede hacer que crezca el respeto por los derechos humanos, así como el rechazo que su violación (como el hambre, la guerra, la tiranía) debe provocar en un creyente, y en toda persona. No hay que olvidar que la religión, el cristianismo incluido, ha sido utilizado, y continúa siéndolo, para justificar esas situaciones. Lo estamos viendo en estos días con motivo de la invasión de Irak, una guerra -con todos los sufrimientos que acarrea y con las consecuencias que pueden durar años- sin ninguna justificación, como lo ha denunciado enérgicamente Juan Pablo II.
Cuantas veces se ha pretendido también, y en muchos casos esta idea se ha arraigado en algunos sectores populares, que la pobreza es algo así como un hecho natural, casi una fatalidad. Un destino y no, como lo que es, en verdad, una condición creada por manos humanas y, por lo tanto, susceptible de ser cambiada. No hay solución a los problemas mencionados, y a tantos otros semejantes, si junto con las imprescindibles medidas de orden social, político y legal, no se cambian las mentalidades, para poder crear los caminos que hagan frente a situaciones inhumanas. La cantidad de cristianos que han sido asesinados, o han conocido otras formas de maltrato y exclusión, en América Latina, por esta solidaridad y este testimonio, prueba que no hablamos de abstracciones.
ADITAL – La nueva visión teológica que nació en América Latina ¿podría ser, también, un denominador común para contribuir a la unidad entre las culturas de nuestro continente?
Gustavo Gutiérrez – No sé si la expresión correcta sería decir que ella puede ser un denominador común. Pero lo cierto es que la gran mayoría de la población de América Latina vive en una condición de marginación e insignificancia social, ocasionada por causas distintas. Es importante estar atento a esa diversidad, y a no reducir la situación de conjunto a uno solo de los motivos que la producen; además, en muchos casos las causas se acumulan en las mismas personas.
Es legítimo y enriquecedor acentuar una dimensión que consideramos poco valorada, pero sería grave que se hiciera en detrimento de otros aspectos de la situación de insignificancia, con el riesgo de crear una oposición, en el fondo absurda, entre quienes comparten una condición de pobreza y marginación. Este es un punto clave en la perspectiva de la teología de la liberación.
ADITAL – A partir de la teología de la liberación nacieron otras teologías como: la teología afro, india, de la mujer, favoreciendo la enculturación. ¿Cómo la reflexión teológica puede contribuir para fortalecer la articulación de estos sectores diferentes de la sociedad?
Gustavo Gutiérrez – Creo que ese es uno de los hechos más importantes en la reflexión teológica que se hace entre nosotros. Son una expresión del proceso en curso que hemos llamado la irrupción del pobre. La profundización de las diversas vertientes de la situación de marginación y exclusión, hace ver la crueldad de situaciones en las que viven tantos habitantes de este continente, y, al mismo tiempo, refuerza la percepción de que la pobreza no es únicamente carencias, los pobres son seres humanos con valores humanos y culturales que tienen mucho que aportar al proceso de liberación, a una convivencia social humana y justa y a la inteligencia de la fe.
Las diferentes líneas teológicas que menciona la pregunta subrayan una diversidad enriquecedora para todos; ellas están en pleno proceso, haciendo un trabajo sumamente valioso y tienen mucho por delante. Me parece que sí, la teología puede jugar un papel en la articulación a la que se alude; pero esa articulación requiere, también, un buen análisis social e histórico que permita ver, en toda su crudeza, los desafíos comunes que enfrentamos.
ADITAL – ¿Cuáles son los temas que la realidad latinoamericana plantea al quehacer teológico, hoy? ¿Cuáles de estos temas Ud. está trabajando prioritariamente?
Gustavo Gutiérrez – Quizá lo primero que conviene decir es que la pobreza, con la complejidad recordada, no es sólo un problema social, importante para quienes sienten una vocación especial en este campo. Se trata de una cuestión humana que constituye una interpelación a la conciencia cristiana, por eso es un desafío a la reflexión teológica.
La teología está al servicio de la vida cristiana, del seguimiento de Jesús, que llamamos espiritualidad, y al servicio de la tarea eclesial de anuncio del evangelio. Esta es su razón de ser, es una re-flexión viene después de la práctica del cristiano, en vistas a contribuir a su fidelidad al testimonio y a la enseñanza de Jesús, que nos hace caminar por dos grandes rutas, sin las cuales no hay vida cristiana auténtica: la contemplativa o mística y la profética o del compromiso en la historia. La teología de la liberación viene de una pregunta: cómo decirle al pobre -y a toda persona- que Dios lo ama, cuando sus condiciones de vida parecen contradecir ese amor que la Biblia considera incluso dirigido a ellos en primer lugar.
En este tiempo, estoy intentando retomar los fundamentos bíblicos de la opción preferencial por el pobre -que constituye el centro mismo de la teología de la liberación- para considerar lo que esta perspectiva tiene que decir ante los retos que se presentan hoy, como la globalización por ejemplo. Si nos inspiramos en un texto del Antiguo Testamento pienso que es importante preguntarse por dónde dormirán los pobres en el siglo que acaba de empezar. La teología es una hermenéutica, una interpretación, de la esperanza, de los motivos que tenemos para esperar. Por eso está estrechamente ligada a cómo vivir hoy el mensaje de Jesús.
ADITAL – ¿Cómo aprecia Ud. los procesos político-sociales que han culminado en los resultados electorales de Brasil, Bolivia y Ecuador?
Gustavo Gutiérrez – Bueno, hay variaciones grandes entre ellos. El caso del Brasil es particularmente significativo. Es interesante, indudablemente, que, de una manera u otra, la voz de los marginados se haga sentir. Pero sabemos de la labilidad de los procesos políticos, de las presiones internacionales y de otros obstáculos que se encuentran en el camino de cambios sociales importantes. No lo recuerdo en un tono pesimista, sino para tener presente que es necesario estar vigilantes. Y no olvidar que se requieren cambios muy profundos que, aunque ligados a los procesos políticos, van más allá de ellos.
ADITAL – ¿Qué significado tiene para Ud. su inserción a la familia dominicana, y cuál la repercusión de ello en su labor teológica?
Gustavo Gutiérrez – Es resultado de un proceso muy largo, de muchos contactos personales y de diferentes situaciones. Ha jugado un papel importante la cercanía con el modo de hacer teología, ligada a la predicación y a la espiritualidad, que aprendí de maestros dominicos, Chenu, Congar, Schillebeeckx y otros, y de uno, lejano en el tiempo, pero muy cercano por otras razones, Bartolomé de Las Casas. Espero en esta nueva situación tener un marco importante para trabajar la línea teológica que acabo de recordar. Aprecio y agradezco mucho la forma tan fraterna con la que he sido acogido.